Es posible que el nombre Dwayne Johnson no te diga absolutamente nada. Pero, en cambio, sí que lo haga el nombre de 'La Roca' o 'The Rock', y que éste lo vincules al universo de Hollywood y a los millones que van y vienen por esos lados. El hecho es que 'La Roca' es el nombre artístico de Johnson, un ex luchador de WWE sin formación dramática que, por cosas de la vida, es uno de los actores mejor pagados del mundo (sólo por detrás de Daniel Craig). Pero volvamos al nombre de Dwayne o Dewayne Johnson. Más allá de un negro multimillonario fuerte como un armario, ¿no te dice nada más? ¿A caso no te resuena la historia de otro negro, también calvo pero desgraciadamente más flaco, con un cáncer terminal del tipo linfoma no Hodgkin? Por tu bien y el de tus seres queridos, estaría bien tener este segundo Dewayne Johnson muy presente. Básicamente, porque su cáncer puede ser también el tuyo, y su próxima muerte también la tuya. Según se ha podido demostrar frente a un tribunal de Estados Unidos, el origen de su enfermedad se debe al uso de un herbicida de Monsanto de nombre comercial Round-up, constituido por un 1% de glifosato, una molécula clasificada por la Organización Mundial de la Salud como "probablemente cancerígena para los seres humanos", y un 99% de otros componentes aparentemente inertes. Y, cuando digo que también podría pasarte a ti, no exagero. En España hay más de 50 productos autorizados por la agricultura, silvicultura o la jardinería doméstica que contienen glifosato. Y por lo visto todos podrían matarte.

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Dewayne Johnson durante su juicio / Foto: Press reader

En 2018 la farmacéutica Bayer compró Monsanto por 53.373 millones de euros. Tras la adquisición, su primer paso no sorprendió a nadie: eliminar cualquier rastro corporativo de Monsanto (nombres, logotipos, eslóganes... incluso la web), y afrontar los miles de reclamos y demandas judiciales que, con el precedente Dewayne Johnson, se habían presentado en su contra. Hasta ahora, sólo en Estados Unidos, ya hay tres condenas firmes a Bayer, la más notoria de las cuales es la del señor Johnson. A nuestro protagonista, de cuarenta y seis años, Bayern tendrá que pagarle casi 70 millones de euros -eran unos 250 iniciales, pero la juez consideró posteriormente que su muerte sólo valía 70-, los cuales quedarán irremediablemente en manos de su familia. Sin embargo, Monsanto, quiero decir, Bayer, reivindica que hay más de 800 estudios científicos realizados por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA), el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos (NIH) y otras autoridades reguladoras de todo el mundo, que apoyan que el glifosato no causa cáncer. No obstante, en los llamados 'Monsanto papers', unos documentos internos desvelados durante el juicio en Dewayne Johnson, se demuestra que desde los años ochenta la empresa ya conocía la posible relación de este herbicida con el cáncer. Hecha esta pincelada, y con todo el respeto hacia el señor Johnson y las decenas de miles de personas que posiblemente fallezcan de cáncer por culpa de este herbicida, quisiera dejar bien clara una cosa: si el glifosato es o no cancerígeno es lo de menos aquí. Si se demuestra que lo es, algo muy plausible, es evidente que deberá retirarse del mercado y que las acciones de Bayern caerán en picado. Pero el gran problema lo tendremos si se demuestra lo contrario. Porque, más allá de los posibles efectos cancerígenos sobre las personas, el glifosato es altamente perjudicial para el suelo y el medio ambiente. foto2

Aplicación de herbicidas en un cultivo / Foto: BBVA

¿Qué costaría hacer como Alemania o Austria y prohibir el uso de glifosato? O, incluso como Francia, que subvenciona a aquellos agricultores que declinan su uso?

El suelo, qué palabra tan técnica. Hay quien prefiere llamarlo ‘tierra’, por ser una palabra menos científica. Pero da igual. Llamamos suelo a la capa más externa de la corteza terrestre, resultado de la alteración mineral de las rocas bajo la influencia de microorganismos (nematodos, hongos, bacterias...), así como de otros agentes abióticos, como la erosión meteorológica o las reacciones químicas relacionadas con el agua. El suelo tiene muchas propiedades. Donde hay suelo, hay vida. Se retiene el agua y germinan las plantas que, al morirse, generan la materia orgánica que alimenta nuevamente a los microorganismos. Por la presencia de las raíces, disminuye la erosión. Y, dado que los microorganismos respiran, saturan su entorno de dióxido de carbono y hacen del suelo un reservorio de gases de efecto invernadero que ayuda a paliar los efectos del cambio climático. En el suelo reina un equilibrio. Hay agentes potencialmente patógenos, por supuesto. Pero como éstos no se multiplican exponencialmente, no desarrollan plagas ni enfermedades. Ahora bien, cuando echamos glifosato al suelo, pongamos en cualquier cultivo, la vida desaparece y con ella todas sus ventajas. Y en Cataluña, concretamente, estamos ebrios de glifosato.  ¿Qué costaría hacer como en Alemania o Austria y prohibir el uso de glifosato? O, incluso como en Francia, donde se subvenciona a aquellos agricultores que declinan su uso? Por el momento, la Agencia Catalana para la Seguridad Alimentaria recomienda reducir su uso. Pero esto no es suficiente; hacen falta políticas públicas a favor del bien común que acompañen a nuestras campesinas y campesinos en la transición de una Cataluña sin glifosato. 'Oh, qué cansado estoy de mi cobarde, vieja, tan salvaje tierra' escribió Espriu. Y yo añadiré: 'y cancerígena, erosionada, tan llena de glifosato'.