En el mundo de la alta gastronomía, la innovación y la extravagancia no tienen límites. Lo demuestra un sorprendente y viral vídeo compartido en Instagram por @engormix y @agropecuariatve, donde se muestra el proceso de elaboración del que ya se considera el jamón más caro del planeta. Su origen está en China, donde un grupo de productores ha llevado la alimentación animal a otro nivel: cerdos que no comen grano, ni pienso, ni restos… sino exclusivamente mariscos de lujo como langosta, centolla y camarón. Nada de sobras: se cocinan expresamente para ellos.

Así es el jamón más caro del mundo

Este régimen alimenticio inédito busca obtener una carne con propiedades organolépticas únicas. A lo largo del tiempo, los aminoácidos y minerales del marisco se van acumulando en el tejido muscular del cerdo, transformando no solo su sabor, sino también su textura y aroma. El resultado es un producto con un intenso sabor umami, ligeramente salino y con delicados matices marinos que recuerdan a la brisa costera. Es una explosión sensorial que los chefs más exclusivos del mundo valoran como una joya gastronómica.

Esta práctica representa una nueva frontera en el arte de la alimentación animal

Unos cerdos muy peculiares / Foto: Unsplash
Unos cerdos muy peculiares / Foto: Unsplash

Pero el secreto no acaba en la alimentación. La elaboración de este jamón también requiere una curación extremadamente lenta y cuidada, que puede prolongarse hasta cinco años. Durante este periodo, las piezas se tratan con sal marina y se someten a un control de temperatura y humedad muy riguroso, diseñado para preservar y potenciar todos los compuestos aromáticos que aporta la carne marinada desde su origen. Este meticuloso proceso ha convertido este jamón en un símbolo del lujo más sofisticado. Su precio puede alcanzar los 20.000 dólares, una cifra que lo coloca fuera del alcance de casi todos los bolsillos, salvo los de coleccionistas gastronómicos, hoteles de lujo o restaurantes con estrellas Michelin. Y, aunque parezca increíble, todo empieza en el chiquero, donde los cerdos reciben una dieta digna de los mejores banquetes marinos.


Más allá del impacto visual y mediático, esta práctica representa una nueva frontera en el arte de la alimentación animal como parte esencial del resultado final en la alta cocina. Ya no se trata solo de curar bien una pieza o de tener una buena genética animal, sino de controlar desde el primer bocado lo que será, años después, un producto gourmet sin comparación. Y sí, puede que, al final, lo que empezó como una rareza se convierta en una tendencia entre quienes están dispuestos a pagar lo que haga falta por una experiencia única.