El tomate de árbol, también conocido como tamarillo, es una de esas frutas que sorprenden incluso a quienes creen haberlo probado todo. Con su combinación entre sabores cítricos, notas tropicales, matices agridulces y una textura tan jugosa como inesperada, es una fruta que despierta curiosidad desde el primer bocado. Aunque en España todavía es un producto muy poco habitual, en países como Ecuador, Perú, Colombia, Bolivia, Argentina o Venezuela forma parte del día a día culinario. Su aspecto recuerda al tomate tradicional, pero su carácter es radicalmente distinto: más aromático, más expresivo y más versátil, capaz de transformar desde una ensalada hasta un postre. Su identidad botánica también es fascinante: pertenece a la familia de las Solanáceas, la misma de la patata o la berenjena, y su nombre científico es Solanum betaceum.
Qué es el tomate de árbol: deliciosa fruta
El tamarillo aparece en tres variedades principales: piel roja, naranja o amarilla, cada una con matices de sabor diferentes. Las variedades rojizas y anaranjadas suelen ser más dulces y con semillas más tiernas, mientras que las amarillas tienden a tener un punto más ácido y refrescante. Su interior, siempre brillante y lleno de jugo, es lo que conquista a quienes buscan frutas con personalidad fuerte y un equilibrio natural entre dulzor y acidez.

A nivel nutricional, el tomate de árbol es casi un tesoro. Su contenido en vitamina A, vitamina C, vitamina B6, potasio, hierro, folato y una buena cantidad de carbohidratos saludables lo convierten en un alimento de enorme interés. Es un fruto bajo en calorías, compuesto sobre todo por agua, y aporta una generosa cantidad de fibra, especialmente pectina, que ayuda a regular el azúcar en sangre al ralentizar su absorción. Esto lo hace perfecto para dietas enfocadas en la saciedad, la digestión, la estabilidad glucémica y el bienestar metabólico.
El tamarillo aporta una generosa cantidad de fibra, que ayuda a regular el azúcar en sangre
También es conocido por su impresionante poder antioxidante, gracias a la presencia de compuestos que contribuyen a reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares, degenerativas o relacionadas con el envejecimiento. Su perfil nutricional lo ha asociado a beneficios anticancerígenos, cardioprotectores, antiinflamatorios, inmunitarios, antimicrobianos, adelgazantes e incluso quimioprotectores, una lista que sorprende para una fruta tan pequeña y tan poco conocida fuera de Sudamérica.

En la cocina, el tamarillo es un verdadero camaleón gastronómico. Su sabor agridulce lo convierte en un ingrediente magnífico para mermeladas, salsas, jugos, postres, batidos y también para platos salados, donde aporta un contraste brillante y muy fresco. Crudo, pelado y ligeramente aliñado con sal o un toque de azúcar, es un bocado delicioso. Cocinado, se transforma en un potenciador natural de sabor que combina muy bien con carnes, quesos, especias aromáticas y preparaciones tropicales. Una fruta singular, expresiva y sorprendente que merece mucha más fama de la que tiene. ¿Quién iba a pensar que un “tomate” podía ser tan extraordinario?