Castillo-palacio de Arbeca, 15 de abril de 1763. Luis Antonio Fernández de Córdoba y Spínola, duque de Medinaceli (la casa nobiliaria castellana que había absorbido a los Cardona catalanes), firmaba un decreto donde se comprometía a pagar un real de vellón (el equivalente en la época a 1,20 libras catalanas, unos 1.200 euros actuales) por cada olivo arbequino plantado de nuevo. Este estímulo inversor era una compensación a los arrendatarios de sus dominios de Arbeca para sustituir los cultivos tradicionales (cereal y viña) por una variante de olivo muy productiva, pero, a la vez, de crecimiento muy lento. La baronía de Arbeca vivió cierto impulso de colonización de olivo arbequino, pero Medinaceli nunca pagó las compensaciones prometidas.
¿Por qué se incentivaba la plantación de esta nueva variante?
Las fuentes documentales describen la olivera arbequina como un cultivo de rendimiento (cantidad y calidad) muy superior a la variante nativa. Las mismas fuentes describen su fruto como una aceituna más oscura y más pequeña, pero con una capacidad de producción y un nivel de calidad de aceite superior al aceite de las oliveras autóctonas. Los incentivos de plantación de esta nueva variante se producirían en el contexto político y cultural de la Ilustración del XVIII, que estimulaba la innovación de cultivos y la mejora de las tecnologías para aumentar el rendimiento agrario y la productividad del campo. Medinaceli era un curioso ilustrado que pretendía la “felicidad” de sus campesinos y, al mismo tiempo, el incremento de los alquileres que cobraba a sus agricultores arrendatarios.
La tradición local atribuye el origen del olivo arbequino a la colonización impulsada por el duque de Medinaceli. Pero, en cambio, investigaciones recientes han probado una década antes -hacia 1752- Procope François de Bassencourt, militar del régimen borbónico español de origen valón, creado conde de Santa Clara por Felipe V y, en aquel momento, gobernador del castillo de Montjuic; adquirió un gran latifundio, llamado “la Devesa” que ocupaba buena parte del término de Maials (bajas Garrigas históricas y, actualmente, Segrià) y convenció a sus campesinos arrendatarios para sustituir los cultivos tradicionales por una variante de olivo muy productiva que generaba grandes expectativas. Aún no se sabía que, poco más tarde, sería llamada arbequina.
La investigación moderna desmiente la tradición y deja patente y claro que Fernández de Córdoba -el duque de Medinaceli, que nunca pagó lo que había prometido- no fue el introductor de esta nueva y revolucionaria variante de olivo

¿Quién es el verdadero introductor de la arbequina, Medinaceli o Santa Clara?
Bassencourt, conde de Santa Clara, también era un ilustrado. Pero, como Medinaceli y tantos otros, de aquella pintoresca ilustración española dominada por el rancio régimen borbónico. Y el rey Fernando VI premió su iniciativa nombrándolo barón de Maials, título de nueva creación (1754). A partir de entonces, el flamante barón de Maials se convertiría en un entusiasta promotor de las políticas agrarias del régimen, consistentes en introducir nuevos cultivos y nuevas tecnologías en el mundo agrario. En 1761, el rey Carlos III, -sucesor de Fernando VI- nombraría a Bassencourt nuevo corregidor del corregimiento (veguería borbónica) de Lleida. Y en 1763, Bassencourt crearía la Academia de Agricultura de Lleida para experimentar nuevas variantes agrícolas, como el olivo de Maials.
Pero, por otro lado, la misma investigación moderna revela que la iniciativa de Bassencourt -la primera plantación de esta nueva variante de olivo en su finca “la Devesa” de Maials (1752)- se llevó a cabo con 3.600 plantones de árboles adultos, ¡procedentes de Arbeca! Y 800 plantones más procedentes de Torrebesses (bajas Garrigues históricas) y Riba-roja (Ribera d’Ebre). Por lo tanto, la investigación moderna desmiente la tradición y deja patente y claro que Fernàndez de Córdoba -el duque de Medinaceli, que nunca pagó lo que había prometido- no fue el introductor de esta nueva y revolucionaria variante de olivo. Pero tampoco lo fue el barón de Maials, que sería, tan solo, el pionero de una gran plantación (1752).
El gran promotor de la expansión del olivo arbequino sería el Príncipe Belmonte Calabro, un siciliano de Palermo que había llegado al reino español de la mano de Carlos III
El barón de Maials, desde su sillón gubernamental de Lleida y desde la poltrona de la Academia de Agricultura, estimuló la colonización de la arbequina. Pero con resultados muy dispares. Porque mientras la iniciativa de Medinaceli -en Arbeca- se situaría en este contexto político y económico (1763), los campesinos de l'Horta de Lleida desarrollaban otra idea de cultivos, como el trigo o la viña (los árboles de fruta dulce llegarían más tarde). Las fuentes documentales, otra vez, revelan que durante la década de 1760, a pesar de los estímulos de Bassencourt, la cofradía de labradores de Lleida no siguió las recomendaciones del corregidor. Poco después, el barón de Maials moriría (1768) y la Academia y su proyecto desaparecerían.

Entonces, ¿cuándo llega este olivo a Arbeca y quién lo introduce?
La olivera arbequina es de Arbeca. Pero su origen remoto está lejos de Catalunya. Siempre se ha considerado así. Sin embargo, últimamente se ha abierto un debate al respecto. Según el ingeniero agrónomo, escritor e investigador Joan Tous Martí, habría llegado a Arbeca a caballo de los siglos XV y XVI, cuando Joan Ramon Folc IV, duque de Cardona, trajo, desde Grecia, plantones de esta variante y los plantó alrededor de su castillo-palacio de Arbeca. En cambio, el mismo Ayuntamiento de Arbeca sostiene que esta hipótesis no ha sido verificada documentalmente. Pero si se acaba confirmando, desmentiría la versión que hacía venir la arbequina de la región de Palestina y de manos de Medinaceli, mucho antes de que este mismo decidiera incentivar su plantación masiva (1763).
El gran promotor de la expansión del olivo arbequino sería el Príncipe Belmonte Calabro, un siciliano de Palermo que había llegado al reino español de la mano de Carlos III (el Borbón que cambió el trono de Nápoles por el de Madrid en 1760). Entre 1777 y 1803, Belmonte -también un personaje ilustrado- impulsaría la recuperación agraria de los despoblados de Vimpeli, Vilaplana y Carrassumada; en Torregrossa (Pla d’Urgell) arruinados durante la Guerra de Separación de Cataluña (1640-1652/59). Las casi 1.000 hectáreas de estos lugares arruinados las recuperó con una plantación masiva de olivo arbequino. Y la producción de esta plantación sería el origen del primer aceite de oliva arbequino que se situaría en los mercados locales del país.