Cuando el huerto produce en abundancia, el reto es encontrar la mejor manera de aprovecharlo todo y no dejar perder nada. Los tomates y los ajos son dos de esos productos que a menudo se recogen en cantidades muy superiores a las que consumimos diariamente. Pero con un poco de ingenio y paciencia se pueden convertir en auténticos tesoros gastronómicos que durarán todo el año. Carlos Gómez (@charlito_cooks) ha compartido una técnica casera y sorprendentemente efectiva para transformar estos ingredientes en conservas de sabor intenso y de gran versatilidad.

Cómo convertir tomates secos en una golosina 

El primer paso es centrarnos en los tomates. La idea es secarlos de manera natural, aprovechando el sol y un sistema muy sencillo de conservación. Se trata de cortarlos por la mitad y colocarlos dentro de una caja de madera que tiene una rejilla en la base. De esta manera, se garantiza que no traspasen ni humedad ni insectos. Encima de la caja se coloca una lámina de vidrio que hace de tapa protectora. El sistema es rudimentario, pero muy efectivo: se podría decir que es “tecnología punta” con toda la ironía.


Después de un día entero al aire, se añade un poco de sal, que ayuda tanto a potenciar su sabor como a conservar mejor el producto. A partir de aquí, los tomates se dejan reposar tres o cuatro días más hasta que alcanzan una textura seca y firme. Cuando están listos, se convierten en una especie de golosina salada e intensa, que se puede utilizar tanto en platos fríos como calientes: desde ensaladas hasta guisos, pasando por bocadillos gourmet.

Con una caja de madera, una rejilla y una lámina de vidrio puedes transformar los tomates y los ajos en conservas sabrosas y prácticas

El segundo paso es aplicar una técnica similar con los ajos, aunque con algunos matices. El gran reto de este ingrediente es pelar grandes cantidades. Aquí entra en juego un truco tan simple como brillante: ponerlos en el microondas durante 30 o 40 segundos a potencia máxima. Después de este proceso, la piel sale casi sola, ahorrando tiempo y esfuerzo. Una vez pelados, los ajos se cortan en láminas finas o se rallan, según la textura que se quiera obtener. Se colocan de nuevo dentro de la misma caja de madera con rejilla y lámina de vidrio, dejando que el sol haga su trabajo. El tiempo de secado dependerá del calor del momento, pero el resultado es siempre un producto intenso y concentrado. Cuando ya están secos, solo queda triturarlos hasta obtener un polvo fino y muy aromático.

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Dientes de ajo en la sartén dorándose / Foto: La Gourmeteria

La manera más práctica de conservar estos productos es almacenarlos en tarros de vidrio bien cerrados. Los tomates secos mantienen toda su potencia de sabor, y el ajo en polvo se convierte en un condimento imprescindible en la cocina de cada día. Con este sencillo método, lo que en un principio podía parecer un exceso de cosecha se transforma en una despensa llena de sabores concentrados y listos para enriquecer cualquier receta. Así, con paciencia, sol y un toque de astucia, el huerto se convierte en una fuente inagotable de ingredientes que no solo se aprovechan, sino que se reinventan.