En momentos de tensión, como durante la preparación de exámenes o ante situaciones de estrés, es habitual recurrir a snacks como patatas fritas, golosinas o chocolate con leche para calmar la ansiedad. Sin embargo, un reciente estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Sídney ha demostrado que esta elección, aparentemente inofensiva, puede tener consecuencias mucho más profundas de lo que imaginamos. El consumo común de alimentos altos en grasas saturadas y azúcares refinados no solo afecta a nuestra salud física, sino que también podría estar deteriorando nuestras capacidades mentales, especialmente en lo que respecta a la memoria y a la orientación.

Qué le pasa a tu cerebro si comes patatas fritas y chucherías

Esta investigación, publicada en la International Journal of Obesity, ha sido pionera en examinar cómo este tipo de dieta afecta al cerebro humano, concretamente al hipocampo, una región esencial para el aprendizaje, la memoria y la navegación espacial. Los resultados señalan una relación clara entre la alimentación poco saludable y una menor precisión en tareas que requieren recordar ubicaciones o rutas, como podría ser moverse por una ciudad nueva o encontrar el camino de regreso a casa.

Chucherías, en el punto de mira / Foto: Unsplash
Chucherías, en el punto de mira / Foto: Unsplash

El experimento, liderado por el doctor Dominic Tran de la Facultad de Psicología, incluyó a 55 jóvenes de entre 18 y 38 años, que participaron en una prueba de realidad virtual donde debían orientarse para encontrar un objeto escondido. Aquellos con mayor consumo de grasas y azúcares mostraron un peor rendimiento en comparación con quienes mantenían una dieta más equilibrada. La diferencia se mantuvo incluso cuando se tuvieron en cuenta otros factores como el índice de masa corporal o la memoria de trabajo, lo que sugiere que la dieta por sí sola ya puede alterar ciertas funciones cognitivas.

Patatas fritas / Foto: Unsplash
Patatas fritas / Foto: Unsplash

Aunque el estudio se centró en personas jóvenes, un grupo en el que se espera un alto rendimiento mental, los efectos negativos fueron evidentes. La buena noticia, según el Dr. Tran, es que estos daños podrían revertirse con cambios en la alimentación. Al adoptar hábitos más saludables, es posible recuperar la eficiencia del hipocampo y mejorar habilidades tan cotidianas como recordar caminos o procesar nueva información.

Lo que comemos influye más de lo que creemos en el rendimiento de nuestro cerebro

En definitiva, lo que comemos influye más de lo que creemos en el rendimiento de nuestro cerebro. Por eso, antes de abrir otra bolsa de patatas o un paquete de gominolas, quizás deberíamos preguntarnos si vale la pena el coste oculto que puede tener para nuestra mente. Cuidar lo que comes también es cuidar cómo piensas.