Tal día como hoy del año 1480, hace 545 años, en el puerto de Sanlúcar de Barrameda (Corona castellanoleonesa), el navegante catalán Joanot Boscà, capitán de un convoy de tres naves, ordenaba zarpar rumbo al golfo de Guinea, con el objetivo de establecer una factoría de abastecimiento de oro, de especias y de esclavos, los tres productos estrella del comercio europeo del momento. Aquella expedición fue promovida por Fernando el Católico, rey de la Corona catalanoaragonesa y rey-consorte de la Corona castellanoleonesa, y zarpó junto con un convoy de dieciocho naves fletado por el mismo Fernando el Católico y procedente de los puertos de Vizcaya y de la baja Andalucía atlántica, que se dirigirían a las islas Canarias para intentar su conquista.

Según las fuentes documentales, la expedición de Boscà hizo escala en las Canarias, en las costas de Río de Oro (actual Sáhara Occidental) y en el delta del río Senegal. Las mismas fuentes relatan que llegó hasta el delta del río Volta, y que una vez allí intercambiaron productos que habían estibado en origen (vidrio, telas de lujo), por oro y esclavos. No obstante, aquella empresa que se aventuraba muy rentable, acabó de la peor manera posible. De nuevo, las fuentes relatan que se produjo un motín, liderado por el también catalán Berenguer Granell —segundo a bordo— y secundado, principalmente, por los marineros vascos y andaluces de un segundo convoy de ocho naves que se les había añadido posteriormente.

Según las fuentes, los amotinados pretendían navegar más al sur y acabar de llenar de oro y esclavos las bodegas de los barcos. Pero esta avariciosa prolongación fue un error que permitiría que una armada portuguesa —comandada por el capitán Jorge Correia y formada solo por cuatro naves, pero muy bien armadas, que vigilaban el tráfico entre sus factorías y la metrópoli—, los alcanzara. El grupo portugués, a pesar de su inferioridad numérica, consiguió rendir las tres naves de Boscà y las ocho vascas y andaluzas y les confiscaron toda la carga. Poco después, los portugueses —excepcionalmente— dejaron marchar a los hispánicos sin confiscarles las naves, pero aquella empresa se saldaría con un rotundo fracaso.