Tal día como hoy del año 1590, hace 434 años, en Roma, moría el pontífice Giovanni Batista Castagna, que había reinado como Urbano VII y que había sido el papa con el pontificado más corto de la historia: trece días (había sido elegido el 14 de septiembre anterior). Oficialmente, murió de malaria, pero desde un primer momento, cernió la sospecha de un envenenamiento, que se habría producido en el contexto de las atávicas luchas intestinas en la cancillería vaticana por el control del sitial de San Pedro. Todavía en la actualidad, transcurridos más cuatro siglos y 38 pontífices después, Castagna sigue ostentando ese récord.

Castagna había nacido en Génova en el año 1521 en una influyente familia de la nobleza local. Su brillante carrera eclesiástica (a los 32 años ya era arzobispo de una archidiócesis en el sur de la península Itálica), sumada a la tradicional alianza política de Génova y la Corona castellanoleonesa, lo llevó a ejercer las funciones de nuncio apostólico ante la monarquía hispánica (1565-1572). En el transcurso de esta misión se enfrentó repetidamente a la Inquisición hispánica, en el marco de la guerra sorda entre el partido cortesano que había servido a Carlos de Gante y el partido cortesano de su hijo y sucesor, el radical y ultracatólico Felipe II.

Tras su muerte, las miradas se dirigieron hacia los agentes de Felipe II. Durante su estancia en Madrid, Castagna habría mediado para evitar la condena y ejecución del cardenal Carranza, exconsejero de Estado de Carlos de Gante, que había sido acusado de hereje por la Inquisición hispánica al servicio de Felipe II. Pero también se dirigieron hacia el cardenal Bonelli, su principal rival en la elección pontificia, que estaba muy vinculado a los intereses políticos de la monarquía francesa, y hacia el cardenal Colonna, representante de las familias nobiliarias romanas que habían monopolizado el pontificado durante décadas.

Urbano VII fue relevado por el cardenal Nicoló Sfondrati, uno de los siete candidatos a pontífice que había impuesto al cónclave el rey hispánico Felipe II, y que reinaría como Gregorio XIV (1590-1591). Sfondrati solo reinó once meses, y fue relevado por el cardenal Facchinetti, otro de los candidatos impuestos por Felipe II, y que reinaría como Inocencio IX, también, solo durante once meses (1591-1592). Tras la muerte de Facchinetti, el Colegio Cardenalicio maniobró para librarse de la presión de Felipe II y eligió al cardenal Aldobrandini, que se situaría en la órbita política de la monarquía francesa y que reinaría durante siete años.