Tal día como hoy del año 1665, hace 359 años, en Ágreda (Corona castellanoleonesa), moría María Coronel y Arana, más conocida como María de Jesús de Ágreda, abadesa del convento de las Madres Concepcionistas de Ágreda, confesora y consejera del rey hispánico Felipe IV entre 1643 y 1665. Durante esos 22 años, María Jesús de Ágreda y el rey Felipe IV intercambiaron más de 600 cartas, donde la monja ejerce un rol de consejera privilegiada en aspectos como la Guerra de Separación de Catalunya (1640-1652/59), la Paz de los Pirineos (1659-1660) o la caída del poderosísimo ministro plenipotenciario Olivares (1643) y su sustitución por Luis de Haro, del partido cortesano rival.

María Jesús de Ágreda ejerció una gran influencia sobre el rey Felipe IV. Tanto es así que, a la muerte de la primera esposa del rey —Isabel de Francia—, convenció a Felipe IV para concertar un segundo matrimonio con la ultracatólica María Ana de Austria. También, en el momento en el que enfermó el príncipe Baltasar Carlos, en ese momento único hijo varón de Felipe IV, el rey pidió la presencia de la monja-consejera en Zaragoza, donde el heredero se debatía entre la vida y la muerte. María Jesús de Ágreda —que no tenía ningún conocimiento de medicina— hizo traer el cadáver momificado de Santo Diego de Alcalá (muerto hacía dos siglos) y ordenó que lo introdujeran en la cama del príncipe moribundo.

Los pretendidos métodos curativos o milagrosos de la monja-consejera no dieron ningún resultado y el príncipe heredero acabaría muriendo al cabo de unos días debido a la enfermedad venérea que lo había postrado en cama (Zaragoza, 9 de octubre de 1646). Pero la influencia de la monja sobre el rey no disminuyó. De hecho, su postura personal, absolutamente contraria a encontrar una salida negociada en el conflicto catalán, y totalmente partidaria de incrementar la presión militar sobre Catalunya, alargaría esa guerra durante seis años más, hasta causar la destrucción del aparato productivo del país. Los historiadores modernos la señalan como un personaje tóxico que contribuyó poderosamente a alimentar la leyenda negra de la monarquía hispánica.