Tal día como hoy del año 1948, hace 77 años, en Tánger (en aquel momento, una ciudad de administración internacional), moría Marga d'Andurain, que había sido la primera mujer europea en crear un hotel en el desierto de Siria, y la primera mujer europea, también, en intentar entrar en La Meca. Marga d’Andurain había tenido una vida muy romántica —con el componente trágico que forma parte de esta condición—. Se había casado tres veces, dos con el mismo hombre —un primo suyo vascofrancés que se hacía pasar por conde— y otra con un jeque beduino. Y había sido detenida y acusada de asesinato tres veces, recluida en dos ocasiones en las terribles cárceles de Oriente Próximo y condenada a muerte —y finalmente amnistiada— en una de esas ocasiones.
Marga había nacido en 1893 en Bayona, capital de Iparralde —el País Vasco francés—, en una familia vascofrancesa convencional, tradicionalista y acomodada. Pero ella siempre fue una especie de verso libre. Expulsada de los colegios de enseñanza primaria por su actitud desafiante con el sistema, acabaría interna en una escuela religiosa muy rígida en Hondarribia (Guipúzcoa). No obstante, tampoco cambió, y sus padres la hicieron exorcizar por el obispo de Bayona, con el mismo resultado decepcionante. A los 17 años (1910), se casó con un primo de Biarritz (Iparralde-País Vasco francés) veinte años mayor que ella y que había falsificado un título nobiliario. En ese momento, empezaría su aventura.
Marga y su marido se establecieron en Oriente Próximo. Coincidiendo con su estancia en Damasco, Marga heredó parte de la fortuna familiar y abrió en Palmira el primer hotel regentado por una persona de origen europeo. Estuvo allí entre 1927 y 1936, y en su hotel alojó a oficiales de alta graduación de los ejércitos francés, británico, alemán y turco, dirigentes de la Resistencia judía y ricos comerciantes árabes. Con algunos mantuvo una relación personal, lo cual crearía el rumor de que era una espía. Durante esa etapa, se separó de su marido, se casó con un jeque beduino, fue acusada y condenada por el asesinato de su segundo marido —y liberada por las presiones del gobierno francés— y volvió a casarse con el primero.
Tras la inesperada muerte de su primo y marido, fue, de nuevo, acusada de asesinato, y recluida, también de nuevo, en una cárcel de Oriente Próximo. Liberada por falta de pruebas, abandonaría Palmira y regresaría a Francia, etapa durante la cual se dedicó al tráfico de opio, de diamantes y de obras de arte. Al terminar la Segunda Guerra Mundial (1945), ancló su yate particular en el puerto de la ciudad internacional de Tánger, en ese momento un nido de espías y de contrabandistas. Fue asaltada y asesinada a bordo de su yate, y su cuerpo fue lanzado al mar y, misteriosamente, nunca fue recuperado. También, misteriosamente, no se detuvo nunca a nadie por ese hecho. Se dijo que su desaparición obedecía a una operación de Estado.
