Tal día como hoy del año 1863, hace 158 años, en València, moría el abogado y funcionario Pasqual Maria Estruch i Mayor (Millena, País Valencià, 1787), que en el transcurso de su vida había acumulado una considerable fortuna y que, poco antes de morir, había dictado un testamento que se convertiría en el más polémico de su época. Las disputas legales entre los que se consideraban sus herederos legítimos, cuando menos de una parte de aquel lote, y las instituciones beneficiarias tardaron diez años en resolverse y, en varias ocasiones, llenaron las primeras páginas de la prensa valenciana de la época.

Estruch, durante su vida profesional, había sido alcalde mayor (un cargo de nombramiento gubernativo) de Zahara de la Sierra (Andalucía), de Agramunt (Urgell) y de Xàtiva (País Valencià). Fue en aquella primera localidad donde contrajo la única unión legalmente constituida que se le conocía: con la viuda y empresaria ganadera María del Rosario Valiente, que aportó varios hijos de un anterior matrimonio. Después de treinta y cinco años de matrimonio, Estruch enviudó, y en València inició una nueva relación conyugal: con Diega de San Hipólito, que no fue nunca legalmente formalizada.

El testamento de Estruch legaba su extensa biblioteca (que había heredado de su tío y formada por casi mil volúmenes de los siglos XVI en XIX) a la Universidad de València y ordenaba que su abundante fortuna fuera destinada íntegramente a la construcción de un gran panteón que tenía que ser el más vistoso y el más lujoso del cementerio de València. Los hijos de Rosario Valiente iniciaron una guerra judicial que pondría a debate las bondades del régimen castellano de sociedad de bienes: Estruch estaba disponiendo libremente del patrimonio que había recibido de su difunta esposa.

Durante aquellos diez años de guerra judicial, la prensa conservadora presentó la figura de Estruch como la de un hombre piadoso, ejemplar, y la de un fiel funcionario de la monarquía española. Pero, en cambio, la prensa liberal lo presentó como el prototipo del hombre egoísta y egocéntrico, que se permitía disponer de una parte de un patrimonio que moralmente correspondía a sus hijastros. Finalmente, un laudo arbitral de 1873 dictó que la biblioteca de Estruch fuera depositada en la Universidad de València y la fortuna fuera repartida entre la construcción del panteón y los hijos de su difunta esposa.