Tal día como hoy, hace 752 años, Jaime I –rey de la corona catalano-aragonesa– iniciaba la conquista militar de Murcia. En aquellos días la taifa de Murcia era un reino musulmán bajo la órbita política de la corona castellana. Su independencia estaba condicionada por el pago de elevados tributos que eran una más de las fuentes de ingresos de la corte de Toledo. Esta práctica, denominada "paria", fue muy habitual durante aquella etapa. Y la llevaron a cabo todos los reinos cristianos peninsulares que habían conseguido una posición de superioridad militar con respecto a la media luna.

El incremento abusivo de la paria murciana provocó una rebelión interna que tenía el propósito de liquidar el sistema. Alfonso X, el monarca castellano, impotente para detener la revuelta pidió ayuda a su suegro, el rey Jaime I. Y el monarca catalano-aragonés, que temía un contagio revolucionario entre la población morisca que había quedado en el País Valencià, tomó la iniciativa de aplastar la revuelta. En aquella empresa militar la nobleza aragonesa se negó a colaborar. En pocos meses, Jaime I y la nobleza catalana habían reducido la revuelta. Y para consolidar el dominio definitivo de la cruz, estableció un contingente de 10.000 colonos procedentes de la Catalunya central.

Poco después cedió el territorio al rey castellano, en virtud de un tratado anterior. El valle del Segura quedaba para Castilla, pero sus pobladores –que pasaban a ser súbditos de la monarquía castellana– durante siglos conservarían la lengua catalana. Más tarde, la Vega Baja del Segura (de Orihuela a Guardamar) pasaría al País Valencià. Pero en la Huerta de Murcia y el Campo de Cartagena los Amate, Monserrate, Pujalte, Reverte, Puche, Reche, Rosique, Andreo, Arnao, Grao, Guirao, Montolío, Palao y muchos más crearon un sistema lingüístico propio –resultado del catalán meridional en contacto con el castellano– que forjaría el actual dialecto murciano.