La rapidez con que se están produciendo a nivel internacional algunas reacciones, como la de la FIFA suspendiendo a Luis Rubiales de su cargo de manera provisional y ordenándole que se abstenga de contactar con la futbolista Jenni Hermoso, contrasta con la respuesta al tram-tram de los estamentos oficiales españoles. El viernes el presidente del Consejo Superior del Deporte (CSD) invitaba al Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAD) si tenía a bien adelantar su reunión semanal de los jueves al lunes para pronunciarse sobre la denuncia que le ha sido presentada por falta muy grave de Rubiales. La Comisión Disciplinaria de la FIFA lo ha hecho el sábado y eso que el tema no tiene para ellos la repercusión directa que tiene para España, en el ojo del huracán del mundo entero.

De entre las muchas caras que cada día nos ofrece este espinoso episodio y de la huida hacia ningún sitio de Rubiales, que corre descabezado sin dirección alguna, está la condición humana de su equipo, dispuestos a saltar del barco y ofreciendo algunas situaciones lamentables. La más clara, sin duda, la del seleccionador español Luis de la Fuente que el viernes aplaudía de pie el discurso de Rubiales en la asamblea de la Real Federación Española de Fútbol, en la que comunicó que no dimitía y que 24 horas después ha sacado un comunicado condenando el comportamiento de Rubiales. Sin duda, De la Fuente busca salvarse y continuar en la RFEF, en la que lleva desde 2013, una vez la FIFA ha apartado a Rubiales, pero, incluso, estas acciones deshonestas se han de hacer con un poco de elegancia.

Otro que se encuentra en una posición de absoluta soledad es el seleccionador femenino Jorge Vilda, también elogiado por Rubiales en la asamblea en la que le renovó por cuatro años con un salario de 500.000 euros. Pues bien, la práctica totalidad de su equipo técnico en la selección femenina ha dimitido, en una medida que también debe tener algo que ver con las actitudes del seleccionador. A ello hay que añadir que todo el equipo ganador del mundial ha confirmado que no regresará a la selección española mientras esté Rubiales, de una u otra manera, al frente de la federación española.

Todo lo que estamos sabiendo, y que a buen seguro es solo la punta de iceberg de tantas cosas tapadas durante años en el organismo federativo, obliga a, al menos, dos reflexiones: no puede haber un cambio meramente formal al frente del fútbol federativo y que en un coto tan cerrado, caciquil y comprando lealtades que siempre están a la venta acabe habiendo actitudes despóticas, de abuso de poder y claramente machistas. Si no, las denuncias de las futbolistas y todo lo que se ha puesto patas arriba en el funcionamiento del fútbol femenino no habrán servido prácticamente de nada. 

En segundo lugar, en el fútbol femenino de alta competición se habían producido situaciones anómalas que ya habían desembocado en que un total de quince jugadoras renunciaran a ir a la selección si su entrenador Jorge Vilda no dimitía y reclamaran un entorno más profesional. Algunas de ellas, un total de 12, acabaron enmendándose y yendo al mundial de Australia. Las tres que no volvieron —Mapi León, Patri Guijarro y Clàudia Pina— no tienen un título en sus vitrinas, pero su decisión y sacrificio cobra hoy todo el sentido del mundo. Los estamentos oficiales han mirado hacia otro lado durante todos estos años y si no hubiera sido por el exhibicionismo de Rubiales, su machismo y su grosería, aún seguiría en el cargo. Son, por tanto, también responsables.