Hace solo un par de años, el presidente francés, Emmanuel Macron, consideraba que la OTAN estaba en "muerte cerebral". Ese era el diagnóstico no de un analista, sino de uno de los tres políticos más relevantes de Europa y de los diez del planeta. Esta semana en Madrid, más allá de la parafernalia que suele acompañar siempre este tipo de citas internacionales, y que ha ofrecido imágenes entre chabacanas y decadentes, ha servido justo para todo lo contrario de lo que había pronosticado Macron.

La invasión de Ucrania por parte de Rusia ha sido la excusa para acordar una mayor presencia estadounidense en Europa como parte del rearme militar, una revisión de lo que han sido hasta la fecha las relaciones con Rusia —que pasa de socio a amenaza— pero también con China —que la OTAN considera un desafío sistémico para la seguridad euroatlántica— y, por lo que respecta a España, el compromiso de doblar el gasto de Defensa que pasaría a unos 25.000 millones si el Congreso de los Diputados aprueba lo acordado por el presidente del gobierno. Sería pasar del 1 % del PIB al 2 % y dejar de ser el tercer país de la OTAN que menos gasta en defensa si lo comparamos con el tamaño de su economía.

Más allá de la estrategia torticera del Partido Popular —que primero lo apoye Unidas Podemos y ellos se subirán al carro después— y de que la formación morada vea con recelo, por cuestiones ideológicas, una inversión tan fuerte en defensa, hay razones económicas de política interior que aconsejarían alargar a después de 2030 el compromiso adquirido. También sorprende que no se dé ninguna posibilidad a la diplomacia y a la negociación política y que Occidente contemple como única vía para la salida de cualquier conflicto la armamentística y de ahí el incremento presupuestario y el despliegue de tropas —Rumanía—, submarinos —Rota— y aviones de combate —Reino Unido— de Estados Unidos en puntos estratégicos del viejo continente.

La conjunción de guerra en Ucrania, rearme militar y mayor gasto económico, alejamiento de Rusia y mayor dependencia de Estados Unidos deja a Europa en una posición más débil y supone un retroceso de varias décadas. Todo ello en un momento en que Estados Unidos está en ciernes de hacer oficial que se encuentra en recesión, el pronóstico en Alemania es que será inevitable que no entre en recesión tras el corte de suministro de gas ruso y que otras economías europeas sigan este camino.

Con este panorama económico, una reciente noticia de que uno de cada cuatro españoles habría cancelado sus vacaciones a causa de la inflación, el 40 % las ha pospuesto y el 57 % esté pensando en acortarlas no hace sino confirmar lo lógico: el miedo y la crisis está llegando a toda velocidad al conjunto de la sociedad.