Mientras en Madrid el ministro de Consumo, Alberto Garzón, de Izquierda Unida, se permite despotricar contra el turismo, señalando que es un sector con bajo valor, estacional y precario, lo que ya ha provocado la petición de dimisión inmediata por parte de la Mesa del gremio afectado, el gobierno francés acaba de anunciar por boca de su primer ministro, Edouard Philippe, un plan de 18.000 millones para ayudar al sector y ha considerado el rescate del turismo "una prioridad nacional". Oyendo a Garzón, a uno no le debería sorprender tanto la posición de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, compañera ideológica, que con tanto desprecio ha tratado desde su llegada al ayuntamiento a un sector fundamental para la ciudad, primero con la moratoria a los hoteles y después con la batalla de los cruceros, donde una de sus concejales llegó a comparar a los cruceristas con una plaga de langostas. 

Uno puede pensar que eso se puede deber al peso que tiene el turismo en Francia que, obviamente, lo tiene, y se mide en una aportación del 7,3% del PIB, unos 50.000 millones de euros de ingresos; y, aproximadamente, dos millones de empleos. No son cifran menores, claro está. Pero si uno hace este ejercicio en España se encuentra que, con datos del 2019, su aportación al PIB fue superior al 12%, el número de empleos por encima de los 2,6 millones y el peso del turismo se calcula en unos 150.000 millones de euros. En Catalunya, las cifras no son muy diferentes y representa el 14% del empleo, después de siete años de máximos históricos.

Si en Francia representa el 7,3% del PIB y en España por encima del 12%, ¿cómo puede entenderse el desprecio del Gobierno por un sector capital en vísperas de la temporada turística? ¿Cómo puede ser que se imponga una cuarentena de 14 días a todos los extranjeros que visiten España y un cierre de fronteras aéreas y marítimas cuando hasta la fecha solo lo estaban las interiores terrestres? ¿Como puede ser que Europa dicte unas normas para el turismo diferentes a las españolas? ¿Alguien ha pensado que, automáticamente, se está desviando el turismo extranjero, poco o mucho, hacia Grecia o Portugal?

La respuesta francesa no se ha hecho esperar y el Palacio del Elíseo ha argumentado la imposición a los ciudadanos que lleguen a Francia procedentes de España de una cuarentena idéntica por razones "sobre todo políticas". El gobierno catalán tiene que distanciarse inmediatamente de la posición española que lleva a la ruina a un sector que, entre otras cosas, necesita imperiosamente, por razones geográficas, la permeabilidad fronteriza entre ambos países. No solo eso, claro está. Es imprescindible acabar con las bromas, las improvisaciones y las ocurrencias por parte del equipo Sánchez.

A la inaceptable pérdida total de competencias a que está sometiendo el gobierno socialista y de Podemos a Catalunya desde el mes de marzo, la ausencia de libertades impuestas por el estado de alarma y la legislación ad hoc que diferentes ministerios están preparando, no puede sumarse una estocada tras otra a la economía productiva catalana. 

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