Noventa minutos mal contados, si descontamos el tiempo obligado para las salutaciones y las fotos de rigor, han estado reunidos los presidents Salvador Illa y Carles Puigdemont en la delegación de la Generalitat en Bruselas. La foto que tanto ha molestado a la derecha rancia española, al considerar un acto de vasallaje que el president de la Generalitat se haya tenido que desplazar hasta la capital comunitaria para reunirse con el president en el exilio, no tiene, por ahora, un balance definitivo. Básicamente, porque Illa y Puigdemont se limitaron a hacer sendos tuits sobre el encuentro, en los que el primero hacía un elogio del diálogo como motor de la democracia para que Catalunya continúe avanzando, y el segundo agradecía la amabilidad y la conversación. También recordaba en la red social X que, en situación de normalidad democrática, esta reunión se habría celebrado hace muchos meses y no en Bruselas sino en el Palau de la Generalitat y concluía que era un ejemplo de que no vivimos en una situación de normalidad.

La reunión de Bruselas supone hacer evidente que la ley de amnistía no ha cumplido todo su propósito. Ni tampoco su objetivo prioritario: devolver a la vida civil y política a todos los actores del referéndum del 1 de octubre, la proclamación de independencia por el Parlament de Catalunya y los casos judiciales relacionados con el procés. La alta magistratura española ha segado hasta la fecha esta posibilidad, desautorizando lo aprobado por las Cortes Generales y convirtiéndose en un poder plenipotenciario, donde sus tentáculos van mucho más allá del poder constitucional encomendado a los tribunales. También abre la puerta a una futura cita entre Pedro Sánchez y Puigdemont la portavoz del gobierno español, la ministra Pilar Alegría, que al término del Consejo de Ministros reiteró que este encuentro se produciría, aunque no había una fecha fijada.

La reunión de Bruselas supone hacer evidente que la ley de amnistía no ha cumplido todo su propósito. Ni tampoco su objetivo prioritario: devolver a la vida civil y política a todos los actores del referéndum, la proclamación de independencia y los casos judiciales del procés

Una fuente conocedora del desarrollo de la reunión resumía el encuentro como educado, pero sin nada concluyente y sustancial a destacar. Es evidente que, más allá de esta valoración sobre los resultados, se abordó la complejidad de la política española, con la mayoría de investidura hecha mil pedazos, y la situación de la política catalana, donde Junts es el principal partido de la oposición, aunque en algunos aspectos está más cerca el PSC de Junts, y viceversa, que de los dos socios, Esquerra Republicana y los comunes, que apoyan parlamentariamente al Govern de Salvador Illa. Respecto a la política española, Illa no debió obtener una foto muy diferente de la recogida por el presidente José Luis Rodríguez Zapatero tras la reunión celebrada en Suiza a finales de la pasada semana. Reproches por los incumplimientos y una valoración muy negativa de los casi dos años de diálogo entre el PSOE y Junts. En este contexto, los presupuestos generales del Estado que proyecta Pedro Sánchez es, hoy por hoy, una utopía que prosperen.

La jornada del president Illa en Bruselas fue realmente un visto y no visto: encuentro con Puigdemont y visita al Parlamento Europeo, donde se inauguraba una exposición sobre el milenario de la abadía de Montserrat, cuyo máximo responsable, el abad Manel Gasch, se reunió con Puigdemont en Waterloo. En total, unas seis horas en la capital comunitaria. El president en el exilio ha convocado para este miércoles primero una reunión de la restringida comisión permanente de Junts y más tarde otra reunión de la comisión ejecutiva. Será allí donde se hará el primer balance de la reunión Illa-Puigdemont y donde se encontrarán los más partidarios de seguir negociando con el PSOE, porque las expectativas del PP son de una enorme dependencia de Vox y aquellos más partidarios de no votar nada de los socialistas en el Congreso hasta que haya un cambio de actitud real en las carpetas que han sido objeto de diálogo estos dos últimos años. Entre medio de todo ello, el temor de Junts a que los casos de corrupción del PSOE acaben salpicándolos electoralmente por no haber sabido distanciarse a tiempo.