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Capítulo 1: Decálogo de la farsa del sector musical

Capítulo 2: Cuando se té pasa el arroz, ¡en la mierda los principios!

Capítulo 3: El 'statu quo' se el enemigo de las redes sociales: voy a reventar Twitter

Capítulo 4: La polémica vende, el periodismo aburre y la piel se cae con los años

Capítulo 5: ¡Cómo mola ser viral!

 

Capítulo 6: Funado en redes, puto amo en las zonas VIP
 

 

Un episodio de Fariña

Nunca había visto tan poca ropa para tantos cuerpos. En aquella fiesta, todo eran rejillas, blusas, crop-tops, bikinis. Como si un caimán hubiese arrancado parte del outfit a los invitados. Eduardo me introdujo al directivo de una empresa de ticketing, a una periodista de un medio que sólo publicaba en Instagram, a la manager de una banda de Barcelona muy “petona”, a la directora de podcasting de un festival. A todos les había atacado el mismo cocodrilo, palabra. Eduardo me cogió del hombro y no me soltó hasta llevarme al lavabo. No le había dicho que tuviese ganas de ir al lavabo. No me había dado tiempo de decirle nada, de hecho. 

—Aquí dentro tienes tooodo lo que necesitas.
—¿Lo que necesito?
—Dani, me encanta tu humor. 
—¿Qué humor?
—De verdad, eres lo más

Eduardo entró en el lavabo y salió con una mueca todavía más extraña. Mi madre siempre me dijo que yo era muy inocentón, que fui el único niño del barrio que se empecinó en creer en los Reyes Magos hasta el Instituto. Sería inocentón, pero sabía que allí dentro se estaba grabando un episodio de Fariña

Eduardo me introdujo al directivo de una empresa de ticketing, a una periodista de un medio que sólo publicaba en Instagram, a la manager de una banda de Barcelona muy “petona”, a la directora de podcasting de un festival

Una lentejuela en un mar de lentejuelas

En los festivales la gente se droga. Muchísimo. Pero a mí nunca me había hecho falta. Para eso estaba la música, ¿no? Los pocos conocidos que tenía que se drogaban me decían que eso era una parida. Precisamente, si teníamos la música, ¿por qué no añadirle un poco de magia? Pero allí no había siquiera música. La gente hablaba tan alto que no se oía prácticamente el hilo musical, un house comercialucho que todos los coolhunters del lugar hubieran despreciado sobrios. Me pedí una cerveza en la barra. Qué estúpido estar en ese lugar. No le había dicho a Claudia. Si se despertaba y no me veía en casa… Pensé en escribirle. Saqué el móvil, pero me interrumpió… ¡El mítico Miki Sánchez! “¿El del artículo?”. 

Miki era EL buen gusto. Había estado al frente de una revista abanderada de lo alternativo durante 30 años. La publicación había cerrado en quiosco por la pandemia y ahora la web estaba patrocinada por una empresa de ticketing. La independencia y el mercado. “Estoy aquí porque conozco a Juan Pablo, aquel, el de los tickets. Coldplay ha ido genial, por lo visto. Al grano. Buen artículo: hacen falta verdades en este sector de bienquedas. Me voy con Juan Pablo, disfruta”. Se echó la chaqueta al hombro y desapareció. Era el único que llevaba más ropa que yo: iba en pantalón largo. Él no sudaba. No se había empolvado. 

Sus palabras me dieron subidón. Por un momento olvidé la funada del día. Tal vez tenía razón y hacía falta gente como yo. No había escrito a Claudia. Decidí irme igualmente, era tarde. Y tenía que escribir el segundo artículo de la serie. Busqué a Eduardo entre la muchedumbre, pero era imposible localizar una lentejuela en un mar de lentejuelas. “¿Dani?”, pronunciaron a mi espalda. “¿Cata? ¿Eres Cata? ¿Qué haces aquí?”. “¡Lo mismo digo! ¡Dos besos! Ven afuera, hace una noche estupenda, estamos con dos amigas”.