Anteriormente...

Capítulo 1: Decálogo de la farsa del sector musical

Capítulo 2: Cuando se té pasa el arroz, ¡en la mierda los principios!

Capítulo 3: El 'statu quo' se el enemigo de laso redes sociales: voy a reabanicar Twitter

Capítulo 4: La polémica vende, el periodismo aburre y la piel se cae con los años
 

Mi artículo más barato

“Diez ideas sobre un sector musical sin principios”. La verdad, nunca se me dio muy bien vender el pescado. Su propuesta era claramente más comercial –y algo tendenciosa: “Décalogo de la farsa del sector musical”. No habían pasado ni dos horas desde la publicación del artículo y había quintuplicado seguidores. El móvil se me había colapsado con las menciones. A medida que las iba leyendo, iban entrando otras tantas. Los mensajes de la bandeja también estaban petados. Empezaba a entender cuando los influencers dicen eso “es imposible responderos a todos, lo siento chiquis”. 

Los había que me bendecían por decir las cosas claras. Como si un nuevo Iñaki Gabilondo hubiese nacido. Un salvador del periodismo, yo, en mi artículo más barato

Los había que me bendecían por decir las cosas claras. Como si un nuevo Iñaki Gabilondo hubiese nacido. Un salvador del periodismo, yo, en mi artículo más barato. Otros, directamente, me tachaban de calaña. Sobre todo artistas y empresas del sector. Eran los mismos que habían empezado a escribirme correos diciéndome que le había hecho un flaco favor a la industria musical, “muy maltrecha desde la pandemia”. ¿Ni un Dios, ni el culpable de todas las plagas, no? Me sentía el culpable de todas las plagas. Empezaba a tener un nudo en el estómago, preocupante como el enredo de unos auriculares después de una semana pululando por la totebag. No paraban de crecer los seguidores. Era trending topic en Barcelona. Las personalidades de los principales festivales se habían metido en el debate. Los Cupra supporters, todos los festivales molones están patrocinados por Cupra hoy, iban a machete. Después de tirar el móvil a la cama, me dije: 

“¿Qué foto tengo de perfil?”. ¡Mierda!

Toda –adapté rápido mi lenguaje– mi comunidad me estaba viendo con una foto de Julio, así se llamaba mi mastín, por el gran Julio Anguita. La –seguía con el lenguaje preciso– pic era en La Mola, de cuando lo subimos el verano pasado. Nos encantaba el trekking a Claudia y a mí. Bien, más el Decathlon que el trekking. Me puse una de un día pinchando con unos amigos en un casa rural. Era oscura, misteriosa. En el copy sustituí el triste “Periodista y papá de Julio (mi perro)” por un, tal vez osado, “Periodista y autor de decálogos”. Muy osado: lo dejé en “Periodista”. Y fijé allí mi correo electrónico. 

—Dani, ese artículo es una mierda. —intervino Claudia, que me despertó de mi sueño en redes sociales. Ya me había creado Instagram y TikTok. No sabía ni qué era un reel.

—¿Una mierda, por qué?

—Porque no citas ninguna fuente. Lo dejas todo a medias. ¿Por qué has hecho eso? —dijo, con el gesto decepcionado. Algo que me contrarió. ¿Qué he hecho mal?

—¡Qué sabrás! —cerré la puerta de la habitación. A los pocos segundos recibí un correo: “Dani, la serie de verano es tuya. La gente está entusiasmada con lo que cuentas. Queremos otro así en una semana”. Y otro. Desconocido: “Dani, te hemos leído, ¿te vienes mañana al VIP del concierto de Coldplay? Habrá catering y meet and greet con los artistas”.