Lloret de Mar (Selva); 7 de agosto de 1979. Las 9 y media de la mañana. Hace 46 años. En un lugar boscoso situado entre las urbanizaciones de Lloret Blau y Pinars (6 kilómetros al norte del núcleo urbano) se originaba un incendio forestal, más que probablemente intencionado, que quemaría centenares de hectáreas de bosque y de sotobosque y se llevaría la vida de 21 personas (7 hombres, 5 mujeres y 9 niños y niñas). El fuego de Lloret, el más mortífero de la historia de Catalunya, se inició, al mismo tiempo, en tres focos diferentes (los parajes del Àngel, de Can Daura, y de Montbarbat) y por ese motivo enseguida se trabajaría con la hipótesis que había sido intencionado pero, sorprendentemente, nunca se practicó ninguna detención. Pasados 46 años, el fuego de Lloret sigue siendo un misterio. ¿Qué y quién podía estar detrás de aquella tragedia?

Mapa del fuego publicado por la prensa / Fuente: Blog Memento Muera

Todos los elementos necesarios

En aquel incendio se dieron todos los elementos necesarios para causar una catástrofe. Los presuntos causantes de aquella tragedia prendierion fuego, de forma simultánea, a tres parajes separados (Àngel, Can Daura i Montbarbat), pero conectados por vías naturales y lo bastante próximos (la distancia que los separaba era inferior a un kilómetro) como para que los tres focos de ignición se reunieran enseguida. Además, las condiciones meteorológicas de las semanas anteriores habían sido muy adversas, dominadas por una ausencia de lluvias que había resecado el bosque y lo había convertido en una gran masa inflamable. Y, además, poco rato antes del inicio del incendio se alzó una ventolera con rachas de 50 km/h, que dificultaría enormemente su extinción. Se tardó veinticuatro horas en controlar el incendio.

Equipos de rescate inspeccionando la zona siniestrada en busca de los cuerpos de las víctimas / Fuente: Blog Memento Mori

¿Por qué tantas víctimas mortales?

La prensa de la época (La Vanguardia, El Correo Catalán, Los Sitios) en sus ediciones del día siguiente del incendio (08/08/1979) publicarían que el frente del fuego —conducido por el viento y por la orografía— se dirigió hacia el este, hacia la carretera Lloret-Vidreres, y en poco rato la saltó y se propagó con mucha fuerza por las viviendas de las urbanizaciones Lloret Blau i Els Pinars, especialmente por las casas y construcciones de la última. Estas urbanizaciones, totalmente rodeadas por masa forestal y, en aquel momento (primera semana de agosto) con un alto nivel de ocupación de familias que pasaban unos días de vacaciones, se convirtieron en una trágica trampa mortal. Las escasas dotaciones de los parques de bomberos municipales de la época, con unos medios migrados y obsoletos, poco pudieron hacer.

Localización y retirada de los cuerpos de las víctimas / Fuente: TV3

Urbanizaciones ratonera

El trazado de estas urbanizaciones contribuyó, notablemente, a crear un escenario de ratonera mortal. Jordi Vilamitjana (1957-2014), profesor de instituto y articulista de prensa, con motivo del 30.º aniversario del trágico incendio de Lloret, publicó un reportaje en el Diari de Girona (2009). En esta pieza periodística de investigación se decía que las urbanizaciones Lloret Blau i Els Pinars no tenían bocas de agua ni cortafuegos. Sin embargo, lo peor, según Vilamitjana, era que Els Pinars —que se había desarrollado amparada en una ley del régimen franquista que autorizaba la urbanización de terreno rústico sin ningún tipo de criterio ni de exigencia (1966)— era un macabro laberinto listo para la tragedia: la calle principal culminaba, de repente, en un acantilado sostenido por un margen, y las otras calles eran puramente callejones sin salida. Cuando las llamas abarcaron estas urbanizaciones, sus residentes quedaron, literalmente, atrapados.

Traslado de los cuerpos de las víctimas / Fuente: TV3

Las víctimas

La relación de víctimas mortales que la misma prensa publicaría poco después era aterradora. La familia formada por Albert Pons (39), Teresa Castillo (35) y su hijo Albert (3); la familia formada por Pere Garcia (40), Anna Maria Sànchez (40), y sus hijos Anna Amàlia (9), Santiago (8), Daniel (4) y Juan Carlos (1); la familia formada por Andreu Caparrós (40), Joana Caba (37) y sus hijos Sergi (17), Andreu (16), Virginia (11) y un amigo de la familia, Josep Ezequiel Pérez (18). Francesca Sànchez (21) —hermana de Anna Maria— y su hijo Raül (1); la pareja formada por Joan Josep Gordillo (30) y Carme Molina (25); Joan Hernández (31) y Salustià Aranda (40). La mayoría eran vecinos de Badalona y de Sant Adrià del Besòs, y la casa donde los alcanzó la muerte era su segunda residencia.

Familiares de las víctimas, días después del incendio (1979) / Fuente: Blog Memento Muera

Ninguna detención. Ningún responsable

Hace 16 años (2009) Jordi Vilamitjana se preguntaba, devastado, cómo era posible que, pasados treinta años (1979-2009), la policía nunca hubiera practicado ni una sola detención con relación al fuego de Lloret que, repetía, era un incendio intencionado que se había cobrado 21 vidas humanas. Desde entonces, han pasado 16 años más y nos acercamos al medio siglo de aquel terrible incendio, y la investigación no tan solo no ha avanzado ni un milímetro, sino que aquella tragedia ha pasado a engrosar el archivo de casos cerrados (no resuelto, pero cerrado) y ha caído en el olvido de la memoria de la sociedad. Incluso cuando a nivel institucional o periodístico se hace eco de aquella tragedia a modo de efeméride, curiosamente ya no se habla con la contundencia y la rotundidad de Vilamitjana (2009): ahora se utiliza, a menudo, el tren de adjetivos "probablemente intencionado".

Homenaje a las víctimas, dos años después del incendio (1981) / Fuente: Diputació de Girona

¿Quién podía estar detrás de aquel incendio?

Durante el régimen franquista y los primeros años del régimen constitucional, las normativas de transformación de uso del suelo eran terriblemente absurdas. Tanto, que se había fabricado y estimulado una cultura de picaresca que únicamente perseguía el beneficio personal. Durante las décadas de 1960 y 1970, época de expansión urbanística desbocada, se permitía la transformación de una zona rústica a industrial o a residencial simplemente justificando —por ejemplo— la desaparición de la mata forestal protegida que impedía el cambio de uso. Durante estas décadas, los incendios forestales provocados se convirtieron en una lacra recurrente. No sabemos si es el caso del fuego de Lloret. Pero sí que sabemos que aquel incendio —que causó la muerte de 21 personas, carbonizadas por el fuego cuando intentaban escapar de aquella ratonera—, nunca fue investigado a fondo.