En 1938, tres familias levantaban la persiana de la Casa de la Estilográfica, una tienda de materiales de escritura que a lo largo de los años pasaría a formar parte de una red comercial emblemática. Los Tellez, Flores y Candales, bajo la marca TEFLOCAN (las primeras letras de cada apellido) se instalaban por primera vez en la avenida de la Luz de Barcelona. 87 años más tarde, dos generaciones después, y con el negocio reubicado en la calle Fontanella, 17 su historia sigue escribiéndose, quizás con más bolígrafo y menos pluma, pero preservan la misma esencia. En el centro de Barcelona, donde los comercios de siempre cada vez están más amenazados, la Casa de la Estilográfica resiste para recordar que hay tiendas que todavía estan y que la ciudad conserva establecimientos diferenciales como este.
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Casa de la Estilográfica, un negocio familiar desde 1938 / Foto: Carlos Baglietto
El camino de la escritura, de la pluma a los dispositivos móviles
De las tres familias, solo tres primos Candales han seguido el negocio familiar, Alicia y Roberto, que son hermanos, y Àlex, su primo, el resto de socios han ido desapareciendo a lo largo de los años. "Seguimos con lo que se empezó, la reparación y venta de materiales de escritura, antiguamente también ofrecíamos mecheros, pero ahora ya no" explica Roberto Candales. La irrupción de internet y el mundo digital, sin embargo, provocó un punto final en el auge del negocio, "nos hemos ido cayendo, hasta hoy en día, que escribimos todos mucho menos".
Productos que combinan el uso práctico y el simbolismo propio de la escritura más antigua
No tuvieron ninguna otra alternativa que reinventarse, procurando conservar la esencia fueron incorporando nuevos artículos y productos que combinan el uso práctico con el simbolismo propio de la escritura más antigua. Tenemos "desde el más antiguo, que sería la pluma estilográfica, hasta la última novedad de escritura digital, un dispositivo con el cual escribes y te pasa directamente al móvil, a la tableta o al ordenador". También ofrecen portaminas, bolígrafos o rollerballs, que utilizan tinta líquida, y así se ahorran todos los inconvenientes de la pluma. Otra novedad del sector son los lápices de escritura infinita, que al tener la punta de una aleación de metales, en vez de grafito, pueden escribir hasta 15 kilómetros seguidos.
Aunque el boli desbancó la pluma, la pluma es un símbolo distintivo
A pesar de eso, la Casa de la Estilográfica conserva su rasgo más característico, la venta de plumas, que a pesar de ser el producto más antiguo, sigue siendo el más solicitado, junto con los recambios de tinta y minas. "Aunque el boli desbancó la pluma, la pluma es un símbolo distintivo", remarca Roberto. Este es precisamente uno de los motivos por lo que la tienda es un referente para los coleccionistas, especialmente para los de proximidad, que son uno de los clientes más habituales del negocio. Otro punto diferencial del comercio son los grabados, se pueden escribir las iniciales o el nombre de la persona tanto en bolígrafos como en plumas, un servicio que ofrecen muy pocos sitios de la ciudad.
"Todavía hay gente que escribe a mano", dice Roberto y mientras eso sea así, su negocio tiene un cliente objetivo. Su perfil habitual, sin embargo, confiesa que es más bien mayor de 50 años y con un nivel sociocultural medio-alto, gente que al final ha crecido con otra concepción de la escritura del actual y quieren continuar con esta pequeña tradición suya. "Sé que somos una tienda de otra época", confiesa Roberto, y aunque tiene sus inconvenientes eso es justamente lo que los convierte en diferenciales, "no vendemos cannabis, no vendemos fundas de móvil o hamburguesas, somos un comercio antiguo, que ante la situación actual, da riqueza a la ciudad y a la variedad de su comercio".
Se mantiene la tradición de probar los productos, de preguntar, dejarte asesorar
Los clientes de siempre con el producto de siempre
Uno de los pilares que ha permitido mantener la viabilidad del negocio es la fidelidad de sus clientes. "Llevamos muchos años, nos conoce mucha gente, además, desde otros comercios nos recomiendan a los que no han encontrado allí lo que buscaban". Otra clave es la proximidad y el trato que reciben los que pasan por la tienda, "nosotros con un cliente nos estamos 20 minutos, media hora, una hora, o lo que haga falta para que se marche satisfecho y tenga una experiencia próxima," remarca Roberto. Además, a diferencia de otras tiendas o del comercio en línea, aquí se mantiene la tradición de probar los productos, de preguntar, de dejarte asesorar, "es otro tipo de venta".
Roberto, junto con su hermana y su primo, son la tercera generación a cargo de la emblemática tienda del centro de Barcelona. "Lo había llevado nuestro abuelo y después nuestros padres, cuando se jubilaron sentimos un poco de responsabilidad de continuar la empresa familiar", explica. Sin embargo, no creen que sus hijos quieran seguir, "no quieren este tipo de trabajo, quieren vivir mejor y trabajar menos, y el comercio es muy esclavo".
Dure lo que dure, el cierto es que, 87 años de historia no se escriben rápidamente, y la Casa de la Estilográfica ha conseguido mantener la pluma como referente del comercio en un presente contrapuesto, cada vez más inmediato y digitalizado. Roberto dice que los clientes vuelven, y eso es la clave del negocio, "hay gente que nos lleva cosas que han heredado de sus padres que llevan el sello de aquí, cuando miramos la garantía vemos que fueron comprados hace 40 años".