Las cifras que se pagan en el mundo tecnológico a menudo dejan al público —e incluso a muchos analistas— boquiabiertos. Empresas sin beneficios, con futuros inciertos y con plantillas diminutas son valoradas en miles de millones de dólares. ¿Qué lo explica? ¿Es una burbuja o una apuesta racional por parte de los grandes jugadores?

Estas últimas semanas lo hemos vuelto a ver: OpenAI ha adquirido Windsurf por 6.400 millones de dólares, y Meta ha hecho lo mismo con Scale AI por 13.400 millones. No hace mucho, OpenAI también sorprendió comprando io Products, la nueva empresa de diseño de Jony Ive —el mítico creador del iPhone y del Mac— por 6.500 millones. ¿Qué tienen en común estas operaciones? ¿Y qué nos dicen sobre la nueva fase del capitalismo tecnológico?

Scale AI: una apuesta por controlar el recurso más escaso

Scale AI es la empresa de Alexander Wang, un joven drop-out del MIT que con solo 28 años ha levantado un gigante de los datos. Nació como Scale API, ofreciendo interfaces para empresas, pero se reinventó al detectar una necesidad crítica en el mundo de los coches autónomos: la creación de conjuntos de datos anotados.

Estos datos —imprescindibles para entrenar IA— requerían millones de vídeos etiquetados manualmente: quién es un peatón, qué es un semáforo, cómo se mueve un coche... Scale escaló rápidamente subcontratando personal, primero en EE. UU. y luego en países como Filipinas, Kenia o India, lo que le valió críticas por las condiciones laborales.

Empresas sin beneficios, con futuros inciertos y con plantillas diminutas son valoradas en miles de millones de dólares

Con el avance de la IA generativa, la demanda de datos anotados no solo no ha desaparecido, sino que se ha vuelto mucho más compleja. Ya no basta con saber si un objeto es una bicicleta o una farola, sino que se trata de responder preguntas técnicas, escribir código, revisar textos... Tareas que exigen conocimiento especializado y personal altamente cualificado.

Meta, con dificultades con su serie LLaMA —que ha quedado por debajo de modelos chinos como Qwen o DeepSeek— ve en Scale una oportunidad para acceder a datos de calidad, músculo humano y talento ejecutivo. Y no ha dudado: ha creado un nuevo departamento de “superinteligencia”, liderado por el propio Wang, para recuperar el terreno perdido.

Windsurf: dominar el primer mercado consolidado de los LLMs

La adquisición de Windsurf por parte de OpenAI es menos intuitiva, pero quizá aún más significativa. Windsurf es uno de los agentes de programación más populares del momento. Aunque Codex —el producto de OpenAI— también es potente y se utiliza internamente, está pensado para grandes equipos estructurados. En cambio, Windsurf es el agente predilecto de pequeños equipos y programadores freelance.

Y ahí está la clave: estamos presenciando la consolidación de un nuevo mercado profesional. Programar hoy ya no se hace en solitario. Se hace con copilotos. Saber programar ya no basta para conseguir empleo; hay que conocer y dominar herramientas como Cursor, Copilot, Codex o Windsurf. Esta nueva realidad ha transformado los procesos de contratación en muchas empresas tecnológicas: se exige experiencia con agentes de IA, no solo conocimientos de Python o JavaScript.

Cursor, por ejemplo, ha crecido 100 veces en un año, generando 500 millones de dólares en ingresos anuales recurrentes con solo 12 trabajadores. Es un ejemplo de lo que puede pasar cuando se lidera un nicho que está explotando. OpenAI sabe que conquistar este segmento puede garantizar ingresos sólidos y sostenidos. Y por eso ha pagado lo necesario por Windsurf, asegurándose también un equipo de altísimo rendimiento.

io Products: la batalla por el dispositivo post-smartphone

Finalmente, tenemos io Products. Aquí no hay ingresos, ni productos en el mercado, ni usuarios. Pero hay una visión compartida por toda la industria: el teléfono inteligente está llegando al final de su ciclo. El próximo gran dispositivo no será un móvil. Será un aparato con IA integrada, quizá unas gafas, un pin, una interfaz portátil… Nadie sabe cuándo ni qué será. Pero todos coinciden en que llegará.

OpenAI lo sabe, y con io Products compra un equipo de diseñadores con una capacidad única de imaginar el futuro. En un mercado donde el dispositivo que sustituya al móvil puede ser la clave para controlar todo un ecosistema (como lo fue el iPhone con la App Store), esta apuesta puede convertirse en el nuevo Apple. Y nadie quiere quedarse atrás.

Más allá del producto: la naturaleza del mercado

Pero ninguno de estos casos justifica por sí solo estas cifras. Lo que realmente las explica es la forma de los mercados en los que operan estas empresas.

Los mercados tradicionales siguen una distribución normal: la mayoría de los actores ganan de forma similar, con algunos que tienen más éxito y unos pocos que fracasan. En cambio, los mercados digitales siguen una power law: unos pocos jugadores dominan casi todo el mercado, mientras que el resto se quedan con las migajas.

El próximo gran dispositivo no será un móvil. Será un aparato con IA integrada. Nadie sabe cuándo ni qué será. Pero todos coinciden en que llegará.

Este tipo de mercado es propio de productos digitales de altísima escalabilidad: redes sociales, buscadores, navegadores, sistemas operativos, cloud, chips, smartphones... y ahora también modelos de lenguaje, plataformas de agentes, copilotos de programación y futuros dispositivos post-smartphone.

Ser uno de los elegidos no es una medalla: es una condición para sobrevivir. Quedar fuera de la carrera no significa perder cuota de mercado; significa desaparecer. Y por eso, estas empresas pagan lo que sea. Para mantenerse en la pole. Porque, en estos mercados, quien no corre… muere.

Vivimos un momento en el que las tecnologías fundacionales están redefiniendo las reglas del juego. La inteligencia artificial, los agentes, los nuevos dispositivos... no son solo innovaciones, son infraestructuras. Quien las controle, controlará el futuro de la computación y, con él, enormes flujos económicos.

La economía digital premia a los que se atreven a jugar fuerte. Y por eso, las empresas más poderosas del mundo están comprando talento, datos y visión a precio de oro

En este contexto, pagar 6.000 o 13.000 millones puede parecer mucho... o puede ser barato, si la apuesta sale bien. La economía digital no premia a los prudentes: premia a los que se atreven a jugar fuerte. Y por eso, las empresas más poderosas del mundo están comprando talento, datos y visión a precio de oro.

En un futuro próximo, muchos más mercados funcionarán bajo esta lógica de power law... y eso suele pillar por sorpresa a casi todos los participantes. ¿Será el tuyo uno de ellos?