Sevilla es famosa por los 47.000 naranjos que llenan sus calles, pero existen otras muchas ciudades españolas, y Tarragona o Valencia son dos de ellas, en las que este árbol forma parte también del paisaje urbano. En todos los casos, se trata de naranjas amargas y su sabor, que las hace perfectas para elaborar mermeladas, no es la única razón por las que comérselas es una mala idea.

1671023492naranjas NoticiaAmpliada
 

No crecen en un entorno adecuado

Más allá de su sabor, las naranjas que crecen en árboles que forman parte de la trama urbana de cualquier ciudad no son aptas para el consumo humano. La circulación de vehículos genera gases de efecto y la piel de estas frutas está formada en un porcentaje importantísimo por celulosa, un material muy absorbente. De hecho, el problema de las naranjas urbanas no está sólo en que absorban gases (que también): radica, principalmente, en que absorben metales pesados. Por eso, se trabaja ya en sistemas en los que, precisamente la piel de las naranjas, se puede utilizar como base para fabricar bioproductos capaces, incluso, de depurar aguas.

¿Y para qué se usan?

En Sevilla (y en Tarragona) las naranjas urbanas se recogen y se destinan, principalmente, a fabricar abonos naturales, alimentar al ganado o, también, a generar biogás. En Sevilla, en concreto con las que crecen en los jardines del Alcázar, se hace mermelada, pero no se elabora aquí: las naranjas se recogen y, en cajas de 30 kilos, se envían a la Embajada Británica. Luego, ya el Gran Bretaña, se supone que la Casa Real inglesa prepara mermelada con ella.