Una bolsa de plástico para ir a comprar, una botella de agua o los envases de la comida. La cotidianidad está llena de plásticos y de microplásticos que nos facilitan la vida y al mismo tiempo complican.

La revista médica The Lancet alertaba a principios de semana de la amenaza que suponen los plásticos para la salud de las personas. Lo hace en un contexto en que gobiernos y entidades de todas partes se reúnen estos días, y hasta el 14 de agosto, en Ginebra (Suiza). Tienen un objetivo: cerrar un tratado mundial de las Naciones Unidas sobre plásticos.

Estos días son la ronda final de unas negociaciones que tuvieron el pistoletazo de salida el año 2022. La idea de desarrollar un instrumento internacional jurídicamente vinculante para poner fin a la contaminación de los plásticos en un plazo de dos años. Con la voluntad de erradicar este material de larga durabilidad incluso en los mares y océanos, que presentan un gran volumen de plásticos a sus profundidades y no existe una manera viable de extraerlos.

Con el encuentro en Ginebra, delegaciones de 179 países, con más de 1.900 asistentes y 618 organizaciones observadoras, se ponen manos a la obra para un acuerdo que abrace el ciclo de vida completo de los plásticos desde que se diseñan hasta que se eliminan por completo. También para compartir métodos para reducir el uso de plástico, con propuestas de sustitutos y otras alternativas.

 

 

Los residuos plásticos se triplicarán en el 2060

Los expertos participantes en el estudio de The Lancet calculan que hay más de 8.000 millones de toneladas de plástico en el mundo. Con un crecimiento acelerado en la producción de plástico, prevén que la producción de este material de larga durabilidad se triplique hasta el 2060. Las consecuencias de su uso, sin embargo, ya no se hacen esperar. Según The Lancet, los materiales utilizados en los plásticos causan enfermedades generalizadas en todas las etapas del ciclo de vida del plástico. También de los humanos, aunque son más vulnerables los bebés y los niños.

The Lancet pone el acento en el peligro que representan las emisiones generadas durante la producción de plástico, destacando la presencia de partículas finas en suspensión (PM2,5) —relacionada recientemente con un aumento del riesgo de demencia—, así como dióxido de azufre, óxidos de nitrógeno y otras sustancias químicas nocivas que pueden afectar a los trabajadores expuestos. Muchas de estas sustancias están vinculadas a graves efectos sobre la salud, y la revista denuncia la falta de transparencia con respecto a su composición, cantidad producida, usos industriales y toxicidad conocida.

Además, se señala que se han detectado microplásticos en varios tejidos y fluidos del cuerpo humano, aunque todavía hay que profundizar en las investigaciones para establecer sus efectos reales sobre la salud. También se destaca que casi el 60% de los residuos plásticos no tratados se acaban quemando al aire libre, contribuyendo significativamente a la contaminación atmosférica, especialmente en los países con menos recursos.

Finalmente, el informe alerta que los plásticos pueden actuar como soporte para la puesta de huevos de mosquitos y la proliferación de microorganismos, que facilitan la propagación de enfermedades y la resistencia en los antibióticos.

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