Ya son 1.001 las mujeres asesinadas en manos de sus parejas o exparejas. El Gobierno ha confirmado esta semana que el último asesinato que ha habido en el Estado es otro caso de violencia de machista. Muchas mujeres no tienen claro si denunciar o no y otros no saben exactamente que la han sufrido hasta después de sufrir una serie de síntomas que las lleva a pedir ayuda.

"A veces vienen con casos de ansiedad, depresión, muy agitadas con una sensación de angustia y hay que rascar un poco para saber qué les pasa exactamente. Hay un paso previo que hay que trabajar para saber qué situación se está viviendo", explica la psicóloga de ARCO Marina Vivó. "Muchas veces no se es consciente y el paso previo es ayudarla a trabajar y que sea consciente de qué es lo que está pasando".

"La violencia física es muchas veces como una línea roja que se sobrepasa", detalla. "Me he encontrado con mujeres que sufren desde hace mucho tiempo una violencia psicológica potente pero que no la perciben como tal porque no ha habido violencia física evidente. Un empuje contra la pared acostumbra a ser el primer indicador", subraya. "Ellas lo tienen normalizado, la frase normalmente es 'si no me pega...'".

Vivó expone que la sociedad tiene un estereotipo muy marcado de lo que es una víctima: "Nos pensamos que se tiene que terminar con el brazo roto para hablar de violencia machista", e insiste en que "una mujer no aguanta violencia física si durante mucho tiempo no ha habido una violencia psicológica muy prolongada".

Pero detectar a un agresor es difícil. Sobre todo porque, como dicen las expertas, no muestran estas conductas de un día para el otro. "Todo empieza con una relación ideal, fantástica, el príncipe azul... persona que cumple con todas mis expectativas", describe. Después vienen "los malentendidos, técnicas de control, celos, 'me fío de ti pero de los otros, no' problemas con la ropa de ella... y ella lo entiende como que se preocupa y que mira por ella", y añade que "eso lleva a conductas de aislamiento".

La violencia machista no entiende de clases sociales

Se tiende a pensar que la violencia machista es un hecho que pasa solo en parejas de clase social baja. Aunque la realidad es bien diferente. La violencia machista no entiende de clases sociales.

"Seguramente, en nuestro entorno tenemos una mujer que sufre violencia machista en este momento", comenta Vivó. "He tenido pacientes que me han dicho que de repente su pareja les ha dejado de hablar durante días porque ellas han hecho alguna cosa de que no les ha gustado. Eso es agresivo porque instalas la duda en la otra persona. La mujer se siente culpable de lo que ha pasado. Se quedan atrapadas e intentan entender la conducta del otro. Tenemos un malentendido, me deja de hablar y pienso que no he hecho algo bien".

"Es posible que socialmente haya esta percepción", subraya a la psicóloga clínica EMDR Dolors Capellades. Nos gusta creer que no nos puede pasar a nosotros, que somos un grupo de personas a las que no les pasa. Es un estigma, una idea, un prejuicio e incluso una forma de liberarte pensarlo. Eso le puede pasar a alguien más pero a mí no".

¿Es difícil dar el paso?

"La persona a la que tú más amas y que es el amor de tu vida te está haciendo daño", comenta Vivó. "Va en contra de todo aquello que tú crees y eso genera una parálisis brutal".

"Hacer el click y cambiar de chip es muy difícil. Casi imposible", resalta Capellades. "Tenemos varios imperativos biológicos: el de comida, el de dormir, el de la protección... también buscamos el del vínculo. Cuando eres un bebé, estás vinculado a alguien. Cuando eres mayor este vínculo lo buscas o lo encuentras con alguien más. En una situación de peligro, este vínculo se activa. Cuando tú estás vinculado a alguien, este alguien tendría que ser una persona segura, tranquila, pero en estas situaciones, la persona que te pone en situación de peligro es la misma que con quién estás vinculado", explica.

"Lo único que se puede hacer es racionalizarlo, tomar distancia", comenta la psicóloga clínica. "Y se empiezan a poner excusas. Está enfermo, no lo hace expresamente... te pones estas excusas para poder resistir. Tú sabes que te ha hecho daño". Y subraya: "Pero no te puedes desligar".

¿Por qué cuesta tanto denunciar? Una posible respuesta, tal como apunta Capellades, podría ser la de proteger al agresor, por paradójico que pueda parecer. "Necesitas proteger al agresor porque estás vinculado. Las mujeres que han sufrido violencia machista quizás al final acaban explicado que han sido víctimas, pero decir el nombre es otra historia. En la mayoría de casos no se dice quién es. Cuando pones una denuncia legal, tienes que decir quién es, y eso da respeto".

Pero pedir ayuda también es difícil. "A veces vienen cuando todavía no saben ni que eso tiene nombre. Vienen culpabilizándose. No saben por qué su relación no funciona, por qué no consiguen que él no las trate mal". Donde está la complicación, apunta Capellades "es al darse cuenta de que ellas no son el problema, ni las culpables de esta situación".

¿Los agresores tienen alguna patología?

¿Por qué agreden los agresores? ¿Responde a un patrón? ¿Tienen alguna patología? "Sí", responde de manera contundente Capellades y matiza: "de vinculación". "No es una patología de enfermedad mental. Tiene una patología de vinculación. Seguramente, un agresor ya se ha vinculado mal con sus padres, por no recibir suficiente o simplemente por no haberlo hecho. Y por lo tanto, los vínculos que generen ya no serán correctos. Cuando dejan de estarlo con los padres, se vincularán a una pareja, pero con un modelo hecho que perpetuarán".

¿Pero de dónde viene todo eso? Vivó expone que el amor romántico ha hecho mucho daño. Disney y Hollywood han vendido siempre la idea de que la pareja está por encima de todo. "Nuestra relación nadie la vive como nosotros, el entorno es hostil, vendrá una relación que te salvará y vivirás perfecta en un castillo". Y recuerda que el mensaje de estas películas es que "el amor lo puede todo, lo salvará todo, he vivido una situación desagradable pero el amor me sacará de todo. Por este amor lo tengo que hacer todo". "Es falso que 'nuestro amor sea exclusivo y que a nadie de fuera lo puede entender'. Es falso y cuando estás allí lo perseveras a cualquier precio", y señala que se nos ha vendido la idea de que sin la media naranja no estamos completos. 

Y reconstruir la relación, ¿es posible?

Quizás alguien se puede preguntar si una vez llegados al punto de una agresión –sea psicológica o física– la relación se puede reanudar. Según Capellades, sí, pero si la problemática se coge desde el inicio. Es decir, siempre y cuando no se hayan cruzado líneas rojas o se haya llegado a las manos. Sin embargo, la experta no cree que sea recomendable. "Hay heridas que necesitan mucho tiempo para recuperarse. Depende del punto donde hayan llegado".

Pero todo tiene consecuencias. Y una experiencia así te genera una mochila y una carga emocional. "Tiene impacto en relaciones futuras, por descontado", detalla. "Se puede generar algún tipo de fobia, por ejemplo", describe. "Cada vez que la persona te ha herido, guardas una memoria. 'Aquel día me pegó'. Pero la memoria corporal no es fácil de borrar. El miedo que tienes de que te estampe contra la pared... todo eso lo tienes en el cuerpo cuando te relacionas con alguien, ya sea porque se parece, porque una situación es similar o cuando esta persona te dice alguno y se te activa una alarma en el cuerpo". "Cuando eso pasa, te empiezas a sentir mal, entonces te ves incapaz de salir adelante en general o bien en la situación concreta", concluye.