La forma de comer puede dar indicios de la personalidad de un niño y de cómo va a ser cuando sea adulto. Así queda reflejado en un estudio llevado a cabo por la Universidad de Buffalo y el Hospital Infantil de Filadelfia, que concluye que los niños que comen más lento tienen menos probabilidades de ser extrovertidos e impulsivos.
Esta investigación buscaba descubrir la relación entre el temperamento y los comportamientos alimentarios en la primera infancia, pero también concluye que los niños que respondían mucho a las señales externas de la comida (la necesidad de comer cuando se ve, se huele o se saborea la comida) son más propensos a experimentar frustración y malestar y tiene dificultades para calmarse a sí mismos.
Estos hallazgos son importantes porque una alimentación más rápida y una mayor capacidad de respuesta a las señales alimenticias se han relacionado con el riesgo de obesidad en los niños, según Myles Faith, coautor y profesor de consejería, psicología escolar y educativa en la Facultad de Educación de la Universidad de Búffalo.
El estudio aporta datos novedosos sobre la relación entre la alimentación y el carácter
La investigación, publicada en junio en la revista Pediatric Obesity, respalda la integración del temperamento en los estudios y el tratamiento de la obesidad infantil. “El temperamento está relacionado con muchos resultados del desarrollo y el comportamiento infantil; sin embargo, a pesar de la evidencia emergente, pocos estudios han examinado su relación con la obesidad pediátrica”, aseguran los expertos.
El estudio
Los investigadores encuestaron a 28 participantes que comenzaban un programa de intervención familiar para reducir la velocidad de alimentación entre niños de 4 a 8 años con obesidad o en riesgo de padecerla. El estudio examinó las asociaciones entre tres conductas alimentarias y tres facetas del temperamento. Los comportamientos alimentarios incluyeron la capacidad de respuesta a la sensación de saciedad (señales alimentarias internas); capacidad de respuesta para ver, oler y saborear los alimentos (señales externas de alimentos); y velocidad para comer. El temperamento consistía en extroversión e impulsividad, autocontrol y la incapacidad para apaciguar las emociones negativas como la ira, el miedo y la tristeza.
Se demostró que los niños que responden bien a la sensación de saciedad exhiben más autocontrol. Pero los expertos creen que se necesita más investigación para comprender el papel que juegan los padres en el temperamento y la conducta alimentaria de sus hijos. “Los padres pueden usar la comida para calmar a los niños temperamentales y aliviar las emociones negativas", aseguran. “Las investigaciones futuras deberían examinar las diferentes formas en que los padres alimentan a sus hijos en respuesta a su temperamento, así como explorar si la relación entre el temperamento y las conductas alimentarias es una calle de dos vías. ¿Podría el hábito de comer más lento, con el tiempo, conducir a una menor ¿impulsividad?”