A día de hoy, cualquier persona cuenta con información de sobra acerca de cómo debe alimentarse de forma saludable. Las autoridades de los diferentes países promueven campañas para informar a la población, los médicos hacen cada vez más hincapié en ello, existen todo tipo de herramientas para crear un menú, facilidades a través de aplicaciones, vídeos, programas cuentacalorías… Tenemos todo lo que necesitamos para hacerlo, sin embargo, la obesidad avanza sin freno.

Según la Organización Mundial de la Salud, desde 1975 la obesidad casi se ha triplicado en todo el mundo. Aproximadamente, el 39% de las personas mayores de 18 años tiene sobrepeso y el 13% es obesa.

La mayor parte de las personas que padecen esta patología tienen información y acceso a alimentos saludables y cuentan con medios por parte de los sistemas de salud públicos, especialmente en la Unión Europea. Sin embargo, cada vez es más difícil mantener un peso ideal. Pero, ¿por qué? ¿Por qué es tan difícil desterrar los productos nocivos para nuestra salud?

Las dificultades

Hay una doble respuesta que está relacionada entre sí: en primer lugar, los ingredientes de estos alimentos y las consecuencias que generan en nuestro cerebro. Y, en segundo lugar, el sistema de recompensas rápidas a través de malos hábitos que hemos generado y que es tan difícil de desterrar.

En cuanto a la reacción de nuestro organismo a la comida basura, el estudio más famoso hasta la fecha fue desarrollado por el Departamento de Neurociencia del Centro de Investigación Scripps en Florida.

La investigación demostró que cuando una persona lleva a cabo una alimentación rica en azúcares procesados y grasas saturadas se produce un progresivo deterioro en los circuitos cerebrales de la recompensa, similares a los que se producen en los casos de dependencia a la heroína o la cocaína, que llevan a alimentarse cada vez de forma más compulsiva y a perder el control sobre este tipo de dieta. Es decir, que nos volvemos adictos a estos productos y cada vez se nos hace más difícil dejar de consumirlos.

Por otro lado, está la cuestión de los hábitos. Un equipo de expertos del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) publicó una investigación en la que quedó patente cómo nuestro cerebro adopta estas rutinas que lleva a cabo de forma automática.

Según explican, existe una serie de neuronas en los ganglios basales cerebrales que cuando realizamos un comportamiento por primera vez asociado a una recompensa, están activadas durante toda la acción. Sin embargo, a medida que lo repetimos, se activan únicamente al principio y al final de la tarea.

De esta forma se crea el hábito formado por un patrón de señal (activación que induce al comportamiento), rutina y recompensa que obtenemos al llevar a cabo esa acción. Una vez que se forman estos patrones, se vuelve extremadamente difícil romper el hábito.   

Y eso es lo que ocurre con la comida basura. Asociamos su consumo a determinadas rutinas y la recompensa que obtenemos en nuestro cerebro es inmediata. Por lo que nos resulta muy difícil abandonarla.

El cambio

Pero difícil no es sinónimo de imposible. El periodista Charles Duhigg, graduado por Yale y ganador de un premio Pulitzer, es el autor del libro El poder de los hábitos, en el que analiza toda la evidencia científica acerca de su formación así como los programas más importantes que se han llevado a cabo por diferentes organizaciones para cambiarlos o utilizarlos para desarrollar conductas positivas. Por ejemplo, Alcohólicos Anónimos. Como recuerda el escritor, los hábitos nunca desaparecen, porque el cerebro los asimila, y además no distingue cuáles son adecuados y cuáles no. Pero se pueden cambiar teniendo en cuenta sus fases: señal, rutina y recompensa.

En el caso de la alimentación, hay que buscar primero cuáles son las señales que nos llevan a alimentarnos de comida basura: soledad, aburrimiento, ansiedad… Una vez reconozcamos cuándo aparecen, debemos desarrollar otra rutina alternativa más saludable que a su vez lleve aparejada una recompensa distinta una vez finalice. Tal y como describe el autor, es la forma más efectiva para lograr el cambio.