Hay determinados sectores de la población que lo pasan especialmente mal en estos días de confinamiento. Niños, personas mayores y todos aquellos que sufren determinadas patologías que les provocan una mayor ansiedad. El Gobierno modificó una serie de puntos del decreto de alarma, emitiendo una instrucción, publicada hoy en el BOE, que “habilita a las personas con discapacidad, que tengan alteraciones conductuales, como por ejemplo personas con diagnóstico de espectro autista y conductas disruptivas, el cual se vea agravado por la situación de confinamiento, y a un acompañante, a circular por las vías de uso público, siempre y cuando se respeten las medidas necesarias para evitar el contagio”. 

En principio, no se recoge nada sobre trastornos como la claustrofobia pero, en todo caso, las personas que lo sufran y cuenten con un diagnóstico, deberían ponerse en contacto con su psiquiatra para establecer una valoración y un plan de acción para estos días. 

Ansiedad

La claustrofobia es una forma de trastorno de ansiedad, tipificada como tal, en el que un miedo irracional a no tener escapatoria o estar encerrado puede provocar un ataque de pánico. Generalmente, afecta a los que la padecen cuando están en un espacio reducido. Los síntomas generalmente aparecen durante la infancia o la adolescencia y suelen provocar que al estar dentro de un espacio o pensar que se puede estar en él, se despiertan temores de no poder respirar adecuadamente o quedarse sin oxígeno, lo que genera una grandísima angustia por la situación. 

Cuando los niveles de ansiedad alcanzan cierto nivel, la persona puede comenzar a experimentar síntomas como la sudoración y escalofríos, aceleración de la frecuencia cardíaca, aumento de la presión arterial, mareos, desmayos, aturdimiento boca seca, hiperventilación, sensación de asfixia opresión y dolor en el pecho y dificultad para respirar. 

En algunos casos, el trastorno se produce como consecuencia de una experiencia pasada, muchas veces en la infancia, que hace que una persona asocie espacios pequeños con una sensación de pánico o peligro inminente. El trauma provoca la incapacidad de la persona para hacer frente a una situación que le parezca similar de forma similar. Se ha investigado acerca de su origen debido a causas fisiológicas, como el hecho de tener una amígdala más pequeña –la parte del cerebro que controla cómo el cuerpo procesa el miedo– o factores genéticos que afectan al mecanismo de supervivencia evolutivo de las personas. Pero todavía hace falta más investigación al respecto. 

Claustrofóbico

Las personas diagnosticadas suelen llevar a cabo una terapia cognitiva conductual, cuyo objetivo es volver a entrenar la mente del paciente para que ya no se sienta amenazado por los lugares a los que teme. También se suele prescribir terapia farmacológica: los antidepresivos y los relajantes pueden ayudar a controlar los síntomas, aunque no resuelven el problema subyacente. 

En cualquier caso, son muy recomendables los ejercicios de relajación y visualización: respirar profundamente, meditar y hacer ejercicios de relajación muscular pueden ayudar a lidiar con los pensamientos negativos y la ansiedad. En definitiva, en una situación de confinamiento como la que vivimos actualmente, estas personas deben seguir el tratamiento que determine su médico con las vías telemáticas que la Sanidad pone a disposición de los pacientes.