La dieta del ayuno intermitente consiste, básicamente, en realizar una dieta con intervalos de tiempo reducidos para las comidas y espacios más amplios de ayuno al día. Hay diversos modelos, como por ejemplo el llamado 16:8, en el que la persona que lo sigue ha de mantenerse 16 horas en ayunas (coincidiendo principalmente con la noche) y comer en las 8 restantes; el de 24 horas, por el que se realiza una sola comida al día. O también el de días alternos, en el que la dieta debe realizarse mediante un ayuno un día y alimentación el siguiente.

Se ha convertido en una de las dietas más populares en todo el mundo. Recientemente, un equipo de expertos de la Universidad de Vanderbilt en Nashville ha publicado un estudio en el que queda de manifiesto que no solo la cantidad de calorías que consume una persona puede influir en el aumento de peso, sino también cuándo la persona las consume. La investigación ha sido publicada en la revista PLOS Biology y, según se recoge, todo tiene que ver con el reloj biológico, es decir, el ciclo circadiano.

Carne brasa

El reloj interno del cuerpo modula cientos de procesos, desde dormir y comer hasta la temperatura corporal y los niveles hormonales. La investigación ha asociado un ritmo circadiano interrumpido, como el que afecta a los trabajadores por turnos, con efectos adversos para la salud, incluida la obesidad. Estos efectos sobre la salud pueden deberse a patrones de alimentación alterados, lo que sugiere que el momento del consumo de alimentos tiene un efecto importante sobre el organismo.

El estudio

Para probar esta hipótesis, los investigadores analizaron el metabolismo de un grupo de personas cuando comían en diferentes momentos del día. Todos los participantes tenían 50 años o más, por lo tanto, pertenecían a un grupo que podría estar en riesgo de sufrir trastornos metabólicos.

Cada uno de ellos realizó tres comidas al día durante dos sesiones separadas de 56 horas, ambas con el mismo período de ayuno nocturno. En una de las sesiones, los participantes desayunaron, almorzaron y cenaron. En la otra sesión, los participantes se saltaron el desayuno pero recibieron una comida extra como refrigerio al final del día. El desayuno y la última ingesta del día contenían 700 calorías y eran nutricionalmente equivalentes. La cantidad de actividad física que hicieron los participantes también fue la misma en ambas sesiones. 

Alcachofas

Cuando registraron el metabolismo con una cámara especial que mide la tasa metabólica y la descomposición de carbohidratos y grasas, encontraron que, a pesar de tener un consumo constante de calorías y un nivel de actividad, el momento de la ingesta de alimentos tuvo un efecto significativo sobre la cantidad de grasa que quemaron los participantes. Cuando los participantes tomaron un refrigerio nocturno, este retrasó la capacidad del cuerpo para descomponer la grasa, lo que provocó la descomposición de los carbohidratos.

En promedio, los participantes que desayunaron quemaron 15 gramos más de lípidos en 24 horas que los que comieron por la noche. Con el tiempo, esto conduce a una importante acumulación de grasa. En otras palabras, cualquier comida ingerida antes de acostarse retrasa la quema de grasa durante el sueño.