La Organización Mundial de la Salud ha estimado que para el año 2030, aproximadamente el 89% de los adultos tendrá sobrepeso y el 48% serán obesos. Unas cifras espectaculares que han puesto a trabajar a la comunidad científica mundial para establecer cuáles son las mejores pautas de alimentación para la población, con el objetivo de acabar con el principal problema médico de las sociedades occidentales y, dentro de poco tiempo, también los países en vías en desarrollo.

En todo el mundo se están analizando las diferentes formas de alimentación y por eso están bajo estudio algunas de las más famosas del planeta, como la mediterránea, la DASH, la keto, el ayuno intermitente, la paleo… De momento, las dos primeras ganan por goleada, por eso la OMS las ha situado como el tipo de alimentación que más ha demostrado sus beneficios para la salud.

Dieta paleoLa dieta paleo es una de las más destacadas de los últimos años

Ahora, un nuevo estudio llevado a cabo por la Universidad de Princeton acaba de poner valor la dieta paleo, conocida por proclamar la necesidad de volver a alimentarnos cómo hacíamos en la prehistoria.  La teoría que subyace a esta dieta es la del desajuste, que sostiene que lo que comen los humanos ha evolucionado durante milenios para procesar una determinada dieta que ya no coincide con las pautas de alimentación que seguimos desde hace 50 años.

El estudio

Probar esa teoría ha sido el objetivo de este estudio publicado en la revista Science Advances. La investigación analizó al pueblo Turkana, una población del noroeste de Kenia, donde su población está dividida entre aquellos que todavía siguen un estilo de vida tradicional de subsistencia y aquellos que se mudan a la ciudad y adoptan una dieta más moderna.

Al observar a 1.226 adultos en 44 ubicaciones, los investigadores encontraron que aquellos que aún vivían sus estilos de vida pastorales tradicionales obtuvieron mejores puntuaciones en los 10 biomarcadores para la salud, incluida la salud cardiometabólica. Aquellos que vivían en ciudades, sin embargo, tenían biomarcadores de salud más deficientes, incluidas tasas más altas de obesidad, enfermedades cardíacas, diabetes e hipertensión arterial.

“Los seres humanos evolucionaron en un entorno muy diferente al que vivimos actualmente”, ha asegurado Amanda Lea, autora principal del estudio e investigadora en Princeton. Por tanto, existe un desajuste entre la historia evolutiva y nuestra alimentación.

La mayoría de las dietas ancestrales se basaban en tomar una gran cantidad de verduras y frutas y algún cereal en función de la zona geográfica: el arroz en Asia, las papas y el maíz en la América precolombina, el trigo en los antiguos egipcios… La mayor diferencia con la actualidad es la incorporación de los alimentos procesados ​​que consumimos ahora.

Carne y verdurasLa mayoría de las dietas ancestrales se basaban en tomar una gran cantidad de verduras y frutas y algún cereal

Según los expertos que han participado en la investigación, este tipo de alimentos procesados ​​son más altos en sal, calorías, grasas y tienen menos fibra y nutrientes necesarios para una salud óptima. Y además, afectan gravemente a la microbiótica intestinal. Por lo tanto, los investigadores proponen consumir más cereales integrales, frutas y verduras orgánicas, animales salvajes alimentados con pasto y grasas naturales saludables como el aceite de oliva y los aceites de aguacate.