Cuando hace unas semanas el expresidente español Felipe González indicó que el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, era “un buen discípulo de [Julio] Anguita” tenía razón, en parte. El sueño eterno de Anguita fue dar el sorpasso al PSOE, y que Izquierda Unida (IU) alcanzara la hegemonía de la izquierda. No lo consiguió, y ninguna fuerza había vuelto a poner a los socialistas contra las cuerdas hasta la aparición de Podemos. Ahora, la repetición electoral estará marcada por el intento de Podemos de blindar la izquierda, aglutinándola bajo una misma candidatura, y empujar al PSOE a disputarse con Ciudadanos la batalla por el centro.

Una sola izquierda

Podemos quiere juntar todas las fuerzas de la izquierda en una misma lista, corrigiendo la tendencia histórica del comunismo a situarse en el extremo del PSOE, y contribuyendo a la fragmentación política. Recientemente, personas cercanas a Iglesias se han reunido con partidos como el PACMA, que no tiene representación parlamentaria, pero cuenta con 200.000 votos, para tejer alianzas. Pero la respuesta de la formación animalista fue negativa. "Podemos sigue dando apoyo a la tauromaquia, no ha tocado las leyes de caza y sigue sacrificando animales en las perreras. De hecho, en su programa electoral escasamente menciona a los animales", respondieron a través de la web del partido.

Pero si de sumar fuerzas se trata, el principal aliado de Podemos es a estas alturas IU, que cuenta con un millón de votos. Para los comicios del 20 de diciembre los de Alberto Garzón no entraban en los planes de los podemitas. Podemos era una fuerza emergente que tenía por delante elecciones municipales, autonómicas y generales, donde quería maximizar sus resultados, después de haberse hecho un agujero en las europeas del año anterior. La voluntad era el viaje hacia el centro, en el marco de las tesis del número dos de Podemos, Íñigo Errejón, que con su discurso de la “transversalidad" convirtió el partido en “una máquina de guerra electoral".

A Izquierda Unida no le convino el pacto, tampoco. Fuentes consultadas por El Nacional, consideran que Podemos se comportó entonces de forma "intransigente" obviando las condiciones de Garzón, dificultando un acuerdo "que parecía no deseara". Estas pasaban por respetar las siglas del partido y no quedar disueltos entre la lista de los podemitas. IU ha cambiado ahora de opinión. Las bases, que en todo partido son de discurso más extremo que el de la cúpula, aceptaron este jueves, con un 84% de los apoyos, presentarse conjuntamente a las elecciones del 26-J con la formación morada, respondiendo a la ambigua cuestión: "Apruebas una coalición electoral con Podemos y otras fuerzas de cara a las elecciones del 26 de junio?" El Consejo Político Federal de la formación en valorará este sábado la respuesta y los avances realizados, pero ambas partes apuntan la "voluntad" de acuerdo.

Íñigo Errejón y Pablo Iglesias /EFE

No han tardado en aparecer en IU los críticos por las renuncias que supondría, esta vez sí, el pacto con Podemos. El excoordinador federal del partido, Gaspar Llamazares, se posicionó en contra del acuerdo, asegurando que “la pregunta no era clara”. También el alcalde de Zamora, Francisco Guarido, reclamaba saber las condiciones de un acuerdo que todavía no se ha cerrado. Pero IU no tiene más opciones: primero, por los bajos resultados electorales, ya que ahora el partido sólo cuenta con 2 escaños, y segundo, por su presencia complicada en el grupo Mixto. No tener grupo propio implica recibir una cantidad de dinero inferior, lo que agrava la deuda histórica de la formación de Garzón con los bancos.

En tanto en cuanto Podemos quiere el sorpasso al PSOE, y no se esconde, el trato se cerrará antes del 12 de mayo, cuando se tienen que presentar las coaliciones electorales al Ministerio del Interior. Será un win-win. Las pasadas elecciones, los sondeos indicaron que si IU y Podemos se hubieran sumado, hubieran llegado a los 83 escaños, incluidas las confluencias, mientras que el PSOE tuvo 90. Sin embargo, a la luz del CIS, juntas las formaciones de Iglesias, confluencias, y Garzón podrían llegar a superar esta vez a los socialistas: los primeros obtendrían más de un punto y medio porcentual más que los de Ferraz.

En este escenario, Garzón e Iglesias, que son amigos, toman cafés en el Congreso, mientras el secretario de organización de Podemos, Pablo Echenique, y a su homólogo de IU, Adolfo Barrena, hace días trabajan en una mesa para fijar las condiciones del acuerdo. Ambos quieren que las campañas sean diferenciadas, en tanto que “se dirigen a públicos diferentes” como han indicado fuentes podemitas a El Nacional. Por negociar, se encuentra la cuestión de las listas: en Podemos son cremallera, es decir, hombre-mujer, y el número 3 es Errejón. A discutir quedaría la posición de Garzón, las papeletas, como también las siglas: Errejón insiste qué "una sopa de siglas" no es lo más idóneo, sino que la idea es buscar una marca común, aunque Podemos no renunciará a su nombre. IU tampoco aceptará un acuerdo que no sea a escala nacional. En curso se encuentra la discusión de programas y políticas: Echenique y Barrena han creado un equipo de trabajo mixto para elaborar un documento conjunto de "mínimos" sobre qué medidas defenderían el 26-J. Quizás aquí tendrían cabida los deseos del PACMA y de otras formaciones.

El elemento de hacer campañas separadas no es menor. El efecto que para los votantes puede tener considerar a Podemos e IU como una sola lista podría desmovilizar a votantes de uno u otro lado: los pactos no siempre suman, pueden restar, multiplicar o dividir. Sin embargo, sin alianza, Podemos podría perder y mucho. Según el doctor en Ciencia Política por la Universidad de Oxford, Lluís Orriols, muchos electores que optaron por los podemitas el 20-D, presentan una tendencia de desplazamiento hacia IU. En consecuencia, el pacto beneficiaría a Podemos, ya que sería un tope a la opción de salida de su votante, que es IU.

El temor a unirse a IU recaería entonces en la posibilidad de perder votantes de centro. Pero según Orriols, "Podemos es un partido que difícilmente puede quedar más escorado en el extremo político, por ahora. En el corto plazo puede pactar con IU, ya que difícilmente puede perder al votante de centro, que ya no lo tiene”, explica al profesor de la Carlos III. Sin embargo, últimamente Iglesias ha hecho gestos que podrían colocarlo más cerca de este votante centrista que anhela.

Pablo Echenique y Pablo Iglesias /EFE

Rascando el centro-izquierda

La batalla para el 26-J y el sorpasso al PSOE no sólo transcurrirá en el terreno de la izquierda, sino también en el centro-izquierda. Podemos ha relizado una serie de gestos recientes, destinados a arañar votos indecisos con el PSOE, con el fin de ganarse el favor de ciudadanos de centro que querrían un pacto de gobierno progresista. Si les deja la pista libre, sólo hará falta que aterricen.

Esta semana, Iglesias rectificó afirmando que se había equivocado a la hora de decir pronunciar la referencia a la "cal viva" de los GAL, durante la ceremonia de investidura del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. Según su opinión, las palabras formaban parte del "calor del debate parlamentario". Precisamente, es el tono áspero aquello que lo diferencia de su número dos, Errejón, "más dialogante y racional", según fuentes consultadas por El Nacional, y no el hecho de que uno quisiera abstenerse para investir a Sánchez y que gobernara con C's, y el otro no.

Tras este cambio de actitud, está con mucha probabilidad la voluntad de presentar a los socialistas como "aliados" y posible alianza "postelectoral". Los ciudadanos que deciden el voto con la campaña son entorno al 25%, según ilustra el CIS, de manera que Iglesias quiere suavizar las formas para presentarse como opción real delante de este grupo. Una muestra es el ofrecimiento de una vicepresidencia a Sánchez dentro de su gobierno hipotético: reafirma la posibilidad de tenderles la mano para una coalición después de las elecciones.

El PSOE, lucha en el centro

En este escenario, la izquierda está blindada y los socialistas temen el sorpasso, por lo que se verán empujados a luchar por el centro. ElDiario.es explicó hace unas semanas que fuentes del PSOE habían intentado disuadir a Garzón de pactar con Podemos, mostrándole unas encuestas que le eran favorables. Parece que habrían intentado tantear también a Compromís. Ferraz tiene miedo y practica el divide te impera: llevaban días defendiendo a Errejón, personificando en Iglesias y no en su formación, la culpa por la investidura fallida. El número dos lo negó, afirmando que en Ferraz lo tenían por "un objetivo a batir".

El PSOE también sabe que el pacto con C's le ha perjudicado. Existe una brecha generacional, según la cual, los votantes nacidos después de la transición tienden a votar a formaciones emergentes. Aparte de los que se marchan a Podemos, ahora sus votantes desfilan hacia la formación de Albert Rivera, parte del 'gran centro'. Su pacto ha hecho que los ciudadanos los vean más parecidos. No es de extrañar, pues, que los socialistas ahora enarbolen la bandera "de un proyecto para España" para el 26-J, que es el mismo eslogan a que apelaba C's en la anterior campaña.

"Las fuerzas de progreso y cambio", como las llama Sánchez, le muerden por todas partes, mientras que González podría reconsiderar si después del 26-J, Iglesias habrá sido más un discípulo de Anguita, o un maestro para la izquierda.