Es incontrovertible que la confianza de los socios habituales hacia Pedro Sánchez está bajo mínimos. El estadillo del caso Santos Cerdán a raíz del escandaloso informe de la Guardia Civil ha supuesto un auténtico estruendo en el seno del PSOE y en el horizonte de la legislatura. El socio de coalición ha hecho patente su incomodidad, los partidos que permitieron la investidura se han alejado más que nunca de los socialistas y el PP aprovecha el contexto para hurgar insistentemente en la herida. Sánchez se ha quedado solo. Sin embargo, no está previsto que ningún actor rompa la inercia para hacer un paso al frente para dar la vuelta definitivamente a la legislatura. Ni moción de censura impulsada por el PP ni cuestión de confianza planteada por Pedro Sánchez. Ningún paso adelante porque sería un paso en falso. El presidente español invita y anima al líder del PP a intentar censurarlo, consciente de que una derrota del popular sería un triunfo socialista. Pero Génova evita regalarle un “balón de oxígeno”. Y el presidente español, consciente de la desazón de sus socios, huye de una cuestión de confianza. El enfrentamiento, pues, se circunscribe en la batalla dialéctica.

La realidad es que los dos mecanismos que la Constitución pone encima de la mesa para hacer frente a crisis de credibilidad de un presidente español se avistan inviables y están lejos de entrar en acción por motivos paralelos y contrapuestos. “Llegaremos solos en dos años o con alguno de los socios ahora”, esgrimen desde el entorno de Alberto Núñez Feijóo, alejando una hipotética moción de censura sin visos de prosperar. El núcleo duro del líder del PP defienden que los populares no van a “hiperactuar” y asumen que los socios no tienen incentivos para dejar caer al presidente español. “Es un negocio para ellos. Es la máquina tragaperras, siempre caen monedas”, esgrimen las mismas fuentes. El PP comprueba que los socios están marcando distancias con el PSOE, pero constata que su alejamiento no es a costa de un acercamiento a Feijóo.

“No debemos buscar un desahogo que dura 48 horas, debemos establecer una estrategia para echar a Sánchez y que se vaya”, argumentó Alberto Núñez Feijóo el martes en una entrevista en Herrera en COPE. No me faltan ganas, me faltan cuatro votos. Si aparecen, no lo dudaré ni un instante”, añadió el miércoles durante la sesión de control al Gobierno en el Congreso. “Para los socios, la debilidad es una oportunidad”, añade una voz de la dirección del PP, que insta a los aliados parlamentarios de Sánchez a “retirar la confianza” al presidente español más que mostrar una confianza en que se sumen a una moción de censura. “Lo más razonable es esperar”, añade otro miembro de la cúpula de Génova. Y desde el entorno de Feijóo apostillan que, estando en la oposición, los populares tienen “tiempo”. “No tenemos ansiedad ni prisa”, remachan.

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Alberto Núñez Feijóo acompañado de la dirección del PP después de que se filtrara el informe de la UCO sobre Santos Cerdán / Foto: Europa Press

La realidad es que en los últimos meses Feijóo ha apelado en varias ocasiones a los socios habituales del PSOE, especialmente a Junts y PNV, para que se suman a una moción de censura. Sin embargo, siempre ha sido una alianza que ha estado lejos. El enfrentamiento público y notorio entre el PP y el PNV en el Congreso (con Miguel Tellado como máximo exponente y el palacete en París como gran caballo de batalla) han alejado más que nunca a los jeltzales de los populares. Y los obstáculos que Génova ha puesto a la oficialidad del catalán, el vasco y el gallego en la Unión Europea y la cruzada contra la amnistía no contribuye a un clima de futuro entendimiento con los juntaires. El PP necesita seducir a alguno de los socios, pero espera con pasividad (una llamada) mientras se tira piedras a su mismo tejado. “Somos incapaces de convencer a cuatro diputados porque tenemos principios. Eso hará que nos cueste más tiempo llegar a la Moncloa. Pero es una manera de llegar mucho más limpia, mucho más sana y mucho más edificante para la ciudadanía”, reconoció hace unos días Borja Sémper.

El riesgo de someterse a una cuestión de confianza

Queda claro, pues, que Alberto Núñez Feijóo no tiene números para censurar a Pedro Sánchez y que no se atreverá a hacer un salto al vacío. Opta por permanecer impávido por si algún socio se descuelga, sin muchas esperanzas de que eso suceda. En paralelo, el presidente español tampoco hace uso del mecanismo que tiene en sus manos para ratificar y cohesionar la mayoría de la investidura: la cuestión de confianza. Para superar el examen, necesitaría más síes que noes y, en caso de suspenderlo, tendría que dimitir y el rey haría una nueva ronda de consultas para buscar un candidato a la investidura para sucederlo.

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Pedro Sánchez abandonando el hemiciclo del Congreso / Foto: Europa Press

Sin embargo, reeditar la confianza de todos los socios parlamentarios sería una labor de alta complejidad. Casi una quimera. “Le hemos explicado que, desde diciembre, estábamos al límite de la confianza con el PSOE y le hemos querido explicar directamente por qué considerábamos que hay tantos déficits en el cumplimiento del Acuerdo de Bruselas y que eso nos planteaba muchas dudas de la continuidad de apoyar el Gobierno”, sostuvo el martes el secretario general de Junts, Jordi Turull, después de reunirse con Pedro Sánchez en la Moncloa junto con Míriam Nogueras. “Hay que aprovechar el tiempo que nos quede aquí para avanzar”, verbalizó el día siguiente el líder de ERC en Madrid, Gabriel Rufián. “No nos hagan escoger entre corruptos cutres y corruptos premium. Les diremos que la gente decida y no nos responsabilicen de lo que tenga que pasar”, había proclamado unas horas antes durante la sesión de control en un tono mucho más desafiante.

Y la tónica de todos los socios ha sido la misma en los últimos días. Podemos y el BNG plantaron al presidente español y no asistieron a la reunión en la Moncloa. “No vamos a participar de una operación de lavado de cara de un partido corrupto”, justificó el portavoz de Podemos, Pablo Fernández. Y el diputado del BNG Néstor Rego se expresó en los mismos términos: “El Gobierno no puede buscar una foto de respaldo que desvíe la atención o pretenda diluir responsabilidades. […] No vamos a participar en el intento de blanqueo”.

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Ione Belarra (Podemos) y Néstor Rego (BNG) en el Congreso dels Diputados / Foto: Europa Press

Sobre una hipotética cuestión de confianza, hay socios que la reclaman y socios que la ven como una vía muerte dadas las dificultades de que Sánchez la supere. “No se va a atrever porque es muy difícil que la gane”, reconoce una voz de peso de Podemos. “Nuestra distancia con el Gobierno es cada vez mayor”, admiten los morados. La realidad es que la confianza se tambalea. Para Gerardo Pisarello, de los Comunes, está “rota” hasta que “no se conozca toda la verdad”. Para Àgueda Micó, de Compromís, está “totalmente rota” y el camino debería ser, abiertamente, someterse a una cuestión de confianza. “Si quiere nuestra confianza, se la tiene que ganar con medidas y cambios reales”, avisa.

El precedente de la moción de censura de Felipe González: un “deber moral” que lo catapultó a la mayoría absoluta

Hablando sobre la idoneidad de una moción de censura, siempre viene a colación el ejemplo de Felipe González. La presentó en 1980 contra Adolfo Suárez, le faltaron 24 votos para ganar, pero la historia cuenta que fue un revulsivo para que dos años más tarde consiguiera la mayoría absoluta que lo llevó a la Moncloa. Seguro que ayudó que, por primera vez, el debate se retransmitiera en directo íntegramente por RTVE. “La moción de censura ha sido ya útil como procedimiento de dinamización de la vida política, como fórmula de creación de una ilusión colectiva que ha terminado con el mito del desencanto político”, defendió Alfonso Guerra, que era portavoz del PSOE, desde la tribuna. “Es también un deber moral cuando la oposición considera que el Gobierno no ha defendido los intereses de la nación y de los intereses de los ciudadanos”, añadió. “Una moción de censura es un impulso para la clarificación y para que cada partido tome posición sobre lo que ocurre políticamente en nuestro país”, remachó.

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Felipe González y Alfonso Guerra durante la moción de censura de 1980 / Foto: EFE

En su discurso, Felipe González esgrimió que dos de los objetivos de haber presentado la moción de censura eran que su “proyecto global como socialista” fuera “debatido por las fuerzas políticas” y que sirviera de “base para trazar un camino por el cual pueda discurrir la mayoría” de la cámara y para “expresar la voluntad de que pueda hacerlo la mayor parte de la sociedad española”. “Hoy más que nunca, los ciudadanos necesitan conocer cuáles son las razones de su esperanza y también las de su propia seguridad. Solo así se nos puede integrar con ilusión en el proyecto de la España nueva que queremos todos”, apostilló. Dos días más tarde, antes de la votación, el líder socialista reprochó al líder de UCD que el Gobierno se había “quedado solo”. Suárez solo recibió los 166 votos de su formación, mientras que González obtuvo 152 síes.

Antonio Hernández Mancha, contra la mayoría absoluta del PSOE para ganar visibilidad

Siete años después de la moción de censura de Felipe González, que le acabó abriendo las puertas de la Moncloa, Antonio Hernández Mancha quiso repetir la misma estrategia. Pocas semanas después de ser elegido líder de Alianza Popular cogiendo el relevo de Manuel Fraga, su partido registró una moción de censura contra Felipe González. En esa ocasión, había un añadido: no tenía escaño en el Congreso (era senador) y era la forma de darse a conocer y contraponer directamente su modelo al del Gobierno socialista. Sin embargo, no cumplió su objetivo frente a un PSOE que tenía mayoría absoluta: se tuvo que enfrentar a las críticas de todos los partidos y la Moncloa tuvo un perfil bajo y una actitud pasiva (González no llegó ni a intervenir). “Si de lo que se trata es de iniciar una campaña electoral o de popularizar a un líder, lo que parecía inexplicable empieza a tener explicación”, le lanzó el vicepresidente Alfonso Guerra.

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Antonio Hernández Mancha en un momento de su discurso en la moción de censura / Foto: EFE

En 2017, Hernández Mancha recordó esos momentos. “Necesitaba atraer la atención del electorado de centroderecha y mostrarme como líder de ese espectro para frenar el ascenso de Adolfo Suárez con el CDS”, aseguró a El País. “Sabía que era imposible, pero fui tan osado y loco de ir a por Felipe González y logré cosas importantes como frenar a Suárez, que no volvió a levantar cabeza”, expresó. Sin embargo, dos años más tarde, no solo no consiguió ganar las elecciones, sino que fue relevado al frente de AP por Manuel Fraga, que retomó las riendas de la formación para pilotar su refundación hasta el Partido Popular.

Pablo Iglesias contra Mariano Rajoy para “señalar el camino del entendimiento”

Más ejemplos. En plena tormenta de corrupción del PP y después de la vuelta de Pedro Sánchez al frente del PSOE, Pablo Iglesias presentó una moción de censura contra Mariano Rajoy. El líder de Podemos quiso marcar perfil propio para erigirse en una alternativa viable al PP y ganar puntos en la pugna por el liderazgo de la izquierda. “Hoy vamos a tratar de señalar un camino en el que esperamos que pronto nos acompañen otros. Quiero dirigirme a la bancada socialista. Tras las elecciones del 20-D nuestra falta de entendimiento abrió la puerta a la conformación de un Gobierno con Rajoy al frente”, recordó. Y les tendió la mano: “Las circunstancias de hoy nos obligan a buscar el entendimiento. Quiero pedirles que intenten ponerse de acuerdo con nosotros”.

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La banca de Unidos Podemos aplaude a Pablo Iglesias durante el pleno de la moción de censura / Foto: Europa Press

En nombre del PSOE, José Luis Ábalos cuestionó los objetivos de la moción de censura. “No se va a conseguir un resultado en el que se pueda visualizar una alternativa. La moción no va a prosperar y, al final, lo único que se va a conseguir es que esta bancada [la del PP] se levante a aplaudir como si hubiera superado un ataque feroz y una prueba dificilísima”, criticó. “Lo vamos a consolidar un poquito más. Esa es la foto que va a quedar. Vamos a fortalecer a aquel que queríamos censurar y no me parece la vía más adecuada”, añadió. El diputado socialista pidió no generar una “falsa expectativa” con un “acto fallido en origen”. Por su parte, Mariano Rajoy desacreditó lo que calificó de “parodia de censura” y de “moción de fogueo”. “No tiene razón ni en el fondo, ni en la forma, ni en las excusas que alega ni en el uso improcedente y caprichoso que hace”, lamentó. “Su moción no tiene carácter constructivo, simplemente mediático, para ocupar más cuota de pantalla”, añadió el portavoz del PP en el Congreso, Rafa Hernando.

La única moción que ha triunfado: Sánchez contra Rajoy por la Gürtel

En los 47 años de vigencia de la Constitución Española, solo ha habido una moción de censura que haya prosperado en el Congreso. Y es recordada por todo el mundo. Fue la que impulsó Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy en mayo de 2018 después de la sentencia de la Gürtel. El líder socialista consiguió llegar a la Moncloa con el apoyo del independentismo ocho meses después del referéndum del 1O. Fue presentado por José Luis Ábalos, que defendió que no era una “moción instrumental”, sino una “respuesta serena y firme “ y un “mecanismo que reprocha y repudia las prácticas” del PP.

Pedro Sánchez se expresó en una línea parecida: “Esta moción nace de la incapacidad de Rajoy para asumir las responsabilidades políticas y es consecuencia de hechos gravísimos que han ido sacudiendo a la opinión pública a golpe de imágenes que provocan bochorno, incredulidad e indignación”. Por cierto, el entonces número 3 del PSOE, que ahora está investigado por el Supremo por formar parte de una presunta trama de cobro de comisiones en adjudicaciones de obras públicas, se erigió como valuarte contra la corrupción: “La diferencia es que unos se enriquecen y otros no. […] Los españoles no podemos tolerar la corrupción como algo normal”.

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Pedro Sánchez y Mariano Rajoy se saludan después de la votación de la moción de censura / Foto: EFE

Mariano Rajoy, en su última intervención en el pleno del Congreso de los Diputados, intentó desacreditar el uso de la figura de la moción de censura: “Es un ejercicio de oportunismo al servicio de una ambición personal. […] Han presentado una moción impulsiva. […] Sánchez percibió la moción como una epifanía”, proclamó. “Quiere ser presidente sin aparecer por las urnas, porque sabe que en las urnas no ganará. […] Ha buscado todos los atajos hasta encontrarlo”, remachó.

Las dos mociones de censura de Vox contra Pedro Sánchez

En los últimos años, el partido que ha hecho uso de esta prerrogativa ha sido Vox, que lo ha hecho en dos ocasiones. La primera fue en octubre de 2020, en plena pandemia, y la formación de extrema derecha se quedó sola. “Es una moción de impostura que nada tiene que ver con el debate sobre el interés general que exige la política con mayúscula. Nos hace venir a perder el tiempo en plena segunda oleada de la pandemia”, recriminó Pablo Casado, entonces líder del PP, a Santiago Abascal. “Todo ello mientras el Gobierno aprovecha esta moción para ocultar el fracaso de su gestión, su arbitrariedad y la amenaza de imponer la excepcionalidad constitucional de nuevo”, añadió.

En esa ocasión, el PP votó en contra. El escenario cambió ligeramente en marzo de 2023. Vox volvió a presentar una moción de censura, pero invitó a Ramón Tamames, que había sido diputado del Partido Comunista, a encabezarla como gesto para sumar apoyos. Y el PP se abstuvo. Pero también hizo un discurso muy crítico con el uso de la herramienta: “Estamos ante un inexplicable regalo al Gobierno porque podrá exhibir una unidad que no tiene”, lamentó la secretaria general del PP, Cuca Gamarra. La formación de extrema derecha ahora no puede promoverla porque tiene 33 diputados y no llega al mínimo de 35 que exige la Constitución. De hecho, Feijóo se encargó de recordarlo para rebatir la presión que ejercía Abascal: “No entiendo cuál es su estrategia. Ha planteado dos mociones de censura y el resultado es que ahora no tiene los votos. La gente no les ha dado la legitimidad parlamentaria para presentarla”.

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Santiago Abascal y Ramón Tamames, antes de empezar el debate de la moción de censura / Foto: Europa Press

Dos cuestiones de confianza para salir reforzados: Adolfo Suárez en 1980 y Felipe González en 1990

En la historia reciente de España, solo hay dos experiencias de cuestión de confianza a nivel español. Y las dos, planteadas en contextos diferentes, fueron fructíferas. El primero en someterse a ella fue, en 1980, Adolfo Suárez, que esgrimió que era “necesario y beneficioso” que el pueblo español conociera el respaldo que el Congreso otorgaba a “determinados propósitos” de su gobierno sobre cuestiones “fundamentales y urgentes”. Se refería, concretamente, a superar la crisis económica, desarrollar la Constitución y “construir el estado de las autonomías”. “Exigen la definición de unas líneas de acción y la adopción de numerosas decisiones difíciles e inevitables que deben contar con el respaldo suficiente de la cámara porque solo la confianza otorgada y la conciencia compartida de la magnitud de los problemas permitirá la creación y desarrollo de un clima social capaz de superar la dificultad del momento”, proclamó.

Diez años más tarde, fue el turno de Felipe González, que quiso examinarse después de que los tribunales se pronunciaran sobre los resultados electorales. Inicialmente, fue investido en una votación en la que solo participaron 332 diputados (en lugar de los 350 que conforman la Cámara Baja) a causa de la anulación de las elecciones en las circunscripciones de Murcia, Pontevedra y Melilla bajo acusaciones de irregularidades. Los tribunales sentenciaron que se tenían que repetir los comicios parciales en esas tres provincias, pero el TC lo acabó circunscribiendo a Melilla. Ya en su debate de investidura, anunció que se sometería a una cuestión de confianza cuando se hubieran elegido a los 350 parlamentarios. “Doy cumplimiento a aquel compromiso en la sesión de hoy”, afirmó nada más empezar su discurso, en el que también recalcó que la mayoría de la que disponía el Gobierno era “suficiente para garantizar su estabilidad durante la legislatura” y reiteró su “voluntad de mantener un clima de diálogo con las fuerzas parlamentarias”.