No fue una relación de verano, sino más duradera. Y la ruptura cuando llegó el otoño fue especialmente traumática. Desde entonces, los puñales, críticas y reproches han volado de un lado a otro entre Esquerra Republicana y Junts per Catalunya. Los frentes de conflicto han sido diversos: desde la propuesta de acuerdo de claridad del president Pere Aragonès hasta el juicio y sentencia de Laura Borràs por el caso de la Institución de las Letras Catalanas. Sin embargo, a las puertas de las elecciones municipales del 28-M, el clima ha virado considerablemente. Al menos por parte de los republicanos, que ahora evitan la beligerancia con los junteros y ponen el foco en la alcaldesa Ada Colau, de la que quieren desmarcarse. Porque buena parte de las miradas están fijadas en la apretada batalla de Barcelona. Y hay muchos electores en la frontera.

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Los republicanos han rebajado la beligerancia en el ámbito nacional. El caso más reciente fue este lunes, cuando la exconsellera y eurodiputada Clara Ponsatí —a diferencia de la consejera|consellera Meritxell Serret— decidió plantar la citación del juez Pablo Llarena en el Tribunal Supremo. La portavoz nacional Marta Vilalta, más allá de las discrepancias, expresó su "respeto absoluto y todo el apoyo a las estrategias anti-represivas de todo el mundo". También se ha visto en el Parlament de Catalunya. Desde la Mesa, presidida en funciones por la vicepresidenta Alba Vergés, se ha impulsado que los servicios jurídicos defiendan el escaño de Laura Borràs ante la voluntad de la JEC de que sea apartada de diputada sin sentencia firme. También desde el órgano de gobierno de la cámara catalana, ERC ha recuperado la fórmula del "voto telemático transitorio" para que el diputado juntero Lluís Puig pueda votar desde el exilio.

En paralelo, ERC también se ha desmarcado tanto de los socialistas como de los comunes. La beligerancia que antes se dirigía a Junts per Catalunya ahora se dirige contra el gobierno de Pedro Sánchez, especialmente después del desembarque de ministros durante la festividad de Sant Jordi. En el caso de Barcelona, también han puesto énfasis en desmarcarse de la alcaldesa Ada Colau, a quien han facilitado los últimos dos presupuestos municipales y con quien han llegado a varios acuerdos a lo largo de la legislatura. A finales de la semana pasada, el republicano Ernest Maragall dejaba claro que no la haría alcaldesa después del 28-M "en ningún caso". "Vengo a sustituir Colau", remachaba. Contra la líder de los comunes se han dirigido la mayoría de los dardos durante la última semana.

Maragall contra Trias

La batalla de Barcelona es donde están centrados la mayoría de los esfuerzos de los partidos catalanes en estas elecciones. Desde el equipo de Maragall apuntan que se está volviendo a una situación de empate a cuatro y defienden que ganará quien mejor sepa diferenciarse del resto de propuestas. Consciente de la frontera de voto que comparten, el alcaldable republicano sí que ha polarizado con Xavier Trias. Y lo ha hecho para acusarlo, entre otras cosas, de querer esconder las siglas de su partido o de pretender rehuir el debate nacional. "Hoy sabemos que hay una renuncia explícita a hablar de la libertad del país", denunciaba Maragall.