Una cosa es renovarse y otra es pasarse de modernidad. Parece que cuando alguien llega a un cargo tiene que deshacer o difuminar el legado anterior, ya sea para marcar territorio (independientemente de si lo que se encuentra estaba bien hecho o no), para que se hable más del quién que del qué (como los nombres de las consejerías que modifican cada dos por tres) o quizás también para despistar al personal (quien dice despistar, dice desnacionalizar). Diseño de minimalismo, lo llaman, y tanto han querido simplificar líneas y colores que vamos quedando desnudos y diluidos. Nos estamos topando con eso, como si fuera una pequeña plaga, en tres estructuras de Estado que van perdiendo sábanas a cada lavado: TV3, la Generalitat de Catalunya y el Ajuntament de Barcelona.
Las tres instituciones, recientemente, han iniciado campañas de marketing que, lejos de modernizarlas, las desvirtúan. En la era de los grandes avances tecnológicos y expertos en la materia, de las grandes pantallas y recursos audiovisuales, ahora que más medios técnicos tenemos y de más herramientas innovadoras disponemos, ahora resulta que llevamos hasta el extremo lo del reduccionismo, y los logos y marcas de los pilares del país se desmoronan y se difuminan y con ellas el sustrato, que nada debe ser gratuito ni casual. Tantas vueltas le han dado a la idea que se han pasado de rosca y no se sabe si es por ignorancia o voluntad, aunque podemos sospechar la respuesta. Se ensancha tanto la base que perdemos de vista el epicentro: la nación catalana.
Aún estábamos terminando de digerir que TV3 fuera 3Cat y ahora resulta que la tele y la radio nacionales son, todo junto, 3Catinfo. Tan lejos estamos del hecho diferencial que incluso Televisión Española en Catalunya ahora se llama 2Cat, que por el nombre no sabes si son la misma empresa que va numerando sus canales. En el cubo de los micrófonos de "la tuya" no cabe 3Catinfo, es demasiado largo, y a menudo se lee solo info, con el triángulo. No se ve ninguna referencia a Catalunya, ni a la señera, por mucho que en el triángulo pequeño se vean cuatro líneas simulando cuatro barras, pequeñas y en diagonal. Y no hablamos de los buenos profesionales que hacen bien su trabajo (delante y detrás de las cámaras, dentro y fuera de los despachos, que los hay y no pocos y ya se desgañitan bastante), nos referimos a los que toman decisiones, a la imagen corporativa y, desgraciadamente, a toda la degradación que se deriva de ello.
TV3, la Generalitat de Catalunya y el Ajuntament de Barcelona: tres estructuras de Estado que renovando marcas y logos han diluido la identidad del país. Se ensancha tanto la base que perdemos de vista el epicentro: la nación catalana.
Cuando se hace referencia a la Generalitat de Catalunya ya raramente vemos el Emblema, el emblema característico ovalado con los cuatro palos, creado por Bartomeu Llongueras en 1931. En cambio, hoy en día no hacen más que repetirnos e imprimirnos el eslogan: "el Govern de todos", como queriendo hacer creer que antes no lo era, de todos. Todo muy subliminal. Igualmente, el Ajuntament de Barcelona también se ha apuntado a la fiesta y ahora su nuevo logo es solo el nombre de la ciudad —en una tipología que dicen creada expresamente para la ocasión pero que a ojos del público es del todo convencional, por no decir poco agraciada— y en pequeñito el escudo, que sin lupa no ves la señera. Ya no aparece la palabra Ajuntament, así de pasada sacan el catalán de la ecuación. ¡Menos mal que no nos han colado ninguna palabra en inglés!, como sí ha hecho TV3 con Euphoria Dance Kids, como si el programa no se pudiera llamar Balla la canalla, La criassó que balla o Criatures i dansa. ¡Qué sé yo!, ¡pero en catalán, chico! Todo por la marca. Como bien define Pol Pérez en la red X: "Menos país y más producto".
También acertaba hace poco Josep Cuní, quien tiraba de ironía en una entrevista en RAC1 y preguntado sobre qué opinaba de tantos cambios de nombre, respondía: "Yo solo sé que la Coca-Cola sigue llamándose Coca-Cola. Si tú tienes la Coca-Cola, ¿por qué quieres dejar de llamarla Coca-Cola? Y además me sorprende que esto lo potencie gente que supuestamente viene del mundo del marketing". Tal cual. Cuesta tanto asumir esta despersonalización que incluso a Jordi González, el pasado sábado en la primera conexión de Col·lapse, aquella especie de tráiler que hacen anunciando que muy pronto empezarán, se le escapó esto: "Nos vemos en unos minutos aquí, en TV3". Pobre, debía pensar que estaba haciendo Les 1000 i una.
La desaparición progresiva de los símbolos de país, fruto de una política uniformadora (y no sé si atreverme incluso a decir españolizadora), por mucho que vaya disfrazada de rejuvenecimiento y de diseño actual, hace perder los orígenes y ya lo decía Raimon en la canción "Jo vinc d'un silenci", que quien pierde los orígenes, pierde la identidad. De tantos silencios venimos que ahora este ruido ofende y es ensordecedora la ruptura. Hemos pasado de la conjunción disyuntiva a la conjunción copulativa: el viejo dicho nos explica que renovarse o morir; ahora, sin embargo, más bien parece un renovarse y morir. Tendremos que creer en una futura resurrección... desde el laicismo. ¡Nos hacen hacer cada cosa!