El papa Francisco es una persona que te escucha, pero no al estilo del psicoanalista o de la policía. Hablar con él no es el equivalente de participar en un interrogatorio. Lo ha confesado en Barcelona la teóloga Emilce Cuda (Buenos Aires, 1965), secretaria de la Pontificia Comisión para América Latina, una institución vaticana donde Cuda tuvo como jefe al entonces Robert Prévost, hoy papa Francisco.

Cuda, que también era amiga del papa Francisco, recuerda cuando el papa argentino la envió a trabajar a la curia vaticana “para que se divirtiera”. Hoy es una de las mujeres más cercanas que pueden observar y colaborar con el papa León, a quien define como de talante cálido y que quiere superar la polarización. La Iglesia católica está contracturada y necesita paz y unidad, y un papa religioso, misionero, viajero y con conocimientos de la curia es un perfil de fisioterapeuta pastoral y diplomacia quirúrgica que lo puede conseguir.

La Iglesia católica está contracturada y necesita paz y unidad

Cuda ha participado en un acto sobre el cónclave en la parroquia de Santa Anna de la ciudad de Barcelona, animados por sor Lucía Caram, recientemente condecorada por el presidente de Ucrania, Zelenski, con la Orden de la Princesa Olga de III grado. Caram es la monja que va recordando el espíritu del papa Francisco de "hagan lío". Los vaticanistas que participaron, entre ellos el matrimonio de Elisabetta Piqué y Gerard O’Connell, autores del libro El último conclave, destacaron la continuidad con Francisco, la firmeza pastoral, la escucha atenta y la capacidad de tomar decisiones poniendo a los pobres en el centro que tiene el nuevo papa agustino. El papa León XIV era, según los presentes, la apuesta de Bergoglio, la persona que cumplía los requisitos para esta misión universal.

Los enemigos de León XIV ya empiezan a sacar las uñas. Los obispos de EE. UU. pro Trump están enfurecidos contra el pontífice, a quien ven como una continuación populista de su predecesor argentino. León XIV reclama una profunda revisión de las políticas migratorias y de cómo se está tratando a las personas. En concreto, ha dicho que hay que “tomar posición” y modificar la realidad para convertir la indignación en comunión y en acción, en palabras de la periodista Dorothy Day, una mujer que se convirtió al catolicismo y que se implicó en las personas más descartadas de Nueva York: “Escribía y servía: es importante unir la mente, el corazón y las manos. Esto es tomar posición. Escribía como periodista, es decir, pensaba y hacía pensar. Escribir es importante. Y también leer, hoy más que nunca. Y luego Dorothy servía las comidas, daba ropa, se vestía y comía como aquellos a quienes servía: unía la mente, el corazón y las manos. De esta manera, esperar es tomar posición”. El Papa, con esta última frase pronunciada como quien no quiere la cosa en una catequesis de noviembre en el Vaticano, ha dejado caer una auténtica perla programática. Esperar es tomar posición. Tiempo al tiempo.