Tarragona, 13 de febrero de 1468. Palacio Real. La condesa-reina Juana Enríquez, segunda esposa del conde-rey Juan II y madre del infante Fernando, futuro Rey Católico, moría a la edad de cuarenta y tres años a causa de un cáncer de mama. Juana Enríquez ocupó el trono de Barcelona (como reina consorte y como lugarteniente de Catalunya) durante el escaso periodo de una década (1458-1468). Pero su gobierno coincidió con una de las etapas más convulsas de la historia de Catalunya: la Guerra Civil del siglo XV, la revolución remensa y el conflicto de la Biga y la Busca. Juana nunca se escondió, y fue uno de los motores de un amplio partido que ambicionaba liquidar el régimen feudal (hundir a la nobleza latifundista) y transportar el país hacia un nuevo estadio de modernidad gobernado, exclusivamente, por la corona y las clases mercantiles.

Representación coetánea de Juan II y de Fernando II (esposo e hijo de Joana Enriquez). Fuente Ministerio de Cultura y Kunsthistorisches Museum Viena
Representación coetánea de Juan II y de Fernando II (esposo e hijo de Juana Enríquez) / Fuente: Ministerio de Cultura y Kunsthistorisches Museum Viena

¿Quién era Juana Enríquez?

Juana Enríquez había nacido el año 1425 en Torrelobatón (corona castellanoleonesa). Era hija de Fadrique Enríquez, almirante de Castilla. Este detalle es muy importante, porque revela que los Enríquez no eran, tan sólo, una estirpe oligárquica, sino que desde las Atarazanas Reales de Sevilla ejercían el control sobre la marina castellanoleonesa y sobre las flotas extranjeras que, desde los puertos de la Baja Andalucía atlántica, se proyectaban hacia el Atlántico. El almirantazgo castellano los había situado en una posición de privilegio que les permitía intervenir en los grandes asuntos de estado. Y en el conflicto que durante buena parte del siglo XV enfrentó las dos ramas Trastámara (la de Toledo y la de Barcelona por el trono castellanoleonés), los Enríquez jugaron un papel importantísimo como aliados de los avariciosos hijos del conde-rey Fernando I.

¿Por qué la casaron con Juan II?

Los Trastámara habían alcanzado el trono catalanoaragonés (1412) con la inestimable colaboración de las potentes clases mercantiles de Barcelona y de València; las mismas que en 1444 (año de la boda) estaban plenamente inmersas en las empresas atlánticas (viajes a Inglaterra, a Irlanda, a Canarias, a Río de Oro, a Guinea) que partían desde los puertos de la Baja Andalucía atlántica. Además, Juan II, que había heredado el trono de Barcelona por la muerte sin descendencia de su hermano Alfonso y que había usurpado el trono de Pamplona a su hijo primogénito Carlos de Viana, ambicionaba derrocar a su primo de Toledo con la inestimable colaboración de su futuro suegro Enríquez; y reunir sobre su cabeza tres de las cuatro coronas peninsulares. Por lo tanto, el matrimonio de Juan (46 años) y Juana (19 años) se explica por evidentes razones políticas y comerciales.

Representación coetánea de Blanca I de Navarra y de Carles de Viana (antecesora e hijastro de Joana Enriquez). Fuente Ministerio de Cultura y MNAC
Representación coetánea de Blanca I de Navarra y de Carlos de Viana (antecesora e hijastro de Juana Enríquez) / Fuente: Ministerio de Cultura y MNAC

¿Qué se encontró Juana cuando llegó a Catalunya?

Los Trastámara tenían una ideología política preabsolutista que perseguía la liquidación del dibujo tradicional del régimen feudal (el equilibrio entre los tres estamentos del poder: corona, nobleza e Iglesia). Esta particular ideología se explicaría porque la gran crisis sanitaria de la peste negra (1348-1351) había tocado de muerte, en todas partes, el régimen feudal. Y porque en la corona castellanoleonesa el régimen feudal no había arraigado nunca con fuerza y los reyes no habían compartido el poder con nadie. En Catalunya, país feudal, la política Trastámara encontró la oposición de las poderosas clases nobiliarias feudales y, cuando Juana llega a Barcelona, las relaciones entre los estamentos del poder están tan deterioradas que la sociedad vive en un clima de preguerra civil.

Juana y los campesinos de remensa 

No hay ninguna duda de que las clases campesinas aragonesas, navarras, castellanoleonesas o portuguesas del siglo XV vivían en unas condiciones sociales y económicas infinitamente más favorables que sus colegas catalanes, franceses, bretones, ingleses, o de cualquier país europeo donde el feudalismo había arraigado con fuerza. Es muy probable que Juana se quedara sorprendida por las pesadas condiciones de servidumbre que el campesinado catalán sufría desde el año 1000. Pero, en cambio, es del todo seguro que cuando se posicionó, públicamente, a favor de las reivindicaciones remensas (abolición de las servidumbres conocidas como "malos usos") no lo hizo por simpatía o por solidaridad con la causa campesina; sino por una evidente razón política: la principal fuente de recursos de la nobleza era la explotación de aquellas masas de campesinos que malvivían en un estado de semiesclavitud.

Juana, la Biga y la Busca

Algo similar pasó en Barcelona. La capital catalana estaba inmersa en una guerra civil de baja intensidad que enfrentaba las oligarquías urbanas (la nobleza rentista), denominado partido de la Biga; contra las clases populares (el estamento mercantil y los gremios de fabricantes), denominado partido de la Busca. En este caso, también es del todo seguro que Juana nunca sintió simpatía por los comerciantes y por los artesanos. Sin embargo, vio la posibilidad de arruinar económica y políticamente a la nobleza y se implicó en la misma medida que con el conflicto de los remensas. Durante aquellos conflictos, la intervención de Juana fue decisiva. Enérgica y autoritaria, utilizó todos los recursos a su alcance: ordenó envenenar a su hijastro Carlos, hijo primogénito del primer matrimonio de Juan II con Blanca I de Navarra.

Representación coetánea de los conflictos sociales que asolaron Europa durante los siglos XV y XVI. Fuente Archivo ElNacional
Representación coetánea de los conflictos sociales que asolaron Europa durante los siglos XV y XVI

Juana Enríquez y Carlos de Viana

La historiografía nacionalista española siempre había defendido que Carlos de Viana había muerto a causa de una tuberculosis contraída en Sicilia. Y la historiografía romántica catalana siempre defendió que Juana Enríquez había ordenado el asesinato de Carlos para dejar paso franco al trono a su hijo Fernando (el futuro Católico). Pero la investigación moderna demuestra que ni una cosa ni la otra. Por una parte, todo apunta a que Juana Enríquez habría urdido la muerte de su hijastro Carlos de Viana. Por lo tanto, en este capítulo interpretaría el papel de madrastra malvada. Y Viana, el de una Blancanieves desmejorada. Sin embargo, también, todo apunta a que no fue tanto para franquear el camino de Fernando al trono, sino para eliminar el icono del involucionista partido aristocrático catalán, que proyectaba devolver Catalunya y su poder condal a la tétrica tiniebla del año 1000.

¿Una visionaria o solo una madrastra malvada?

Y en este punto es importante recordar que la victoria remensa, es decir, la derrota de la nobleza feudal latifundista y maltratadora (1486), en la cual Juana tuvo tanto protagonismo, abrió la puerta al futuro. Las clases mercantiles catalanas, aliadas de la Corona —y especialmente de Juana y de sus atrevidas decisiones— conducirían el país hacia un escenario inédito. Catalunya sería el primer país de Europa que iniciaría el desmantelamiento del régimen feudal. Y el país que surgiría de aquel episodio sería el que impulsaría los grandes acontecimientos que han marcado nuestra historia moderna y contemporánea: las revoluciones sociales, políticas, económicas y nacionales de 1640, de 1705 y de 1713; y las revoluciones industriales de los siglos XIX y XX. ¿Juana Enríquez, una visionaria o sólo una madrastra malvada?