El terremoto de los últimos años ha dinamitado las principales organizaciones políticas de Catalunya. Ha cambiado el mapa de partidos, pero la metamorfosis es bastante complicada como para prever el futuro: nadie sabe aún dónde se ubicarán definitivamente las fichas que saltaron por los aires por la patada en el tablero que ha significado el procés y las consecuencias que aún están por venir. Todo está por hacer, pues, y todo es posible, incluso algo tan inimaginable como que la plana mayor del socialismo catalán se rindiera el lunes a la presentación del libro de Josep Antoni Duran i Lleida, El riesgo de la verdad (Planeta).

Hay actos político-editoriales en los que lo más interesante es pasar lista de los presentes y los ausentes, porque unos están para hacerse ver y los que no van también quieren que conste en acta el significado de su ausencia.

Llegando con el acto comenzado uno podía pensar que se había equivocado de lugar porque enseguida se distinguían en las primeras filas al expresident Montilla, a la delegada Tere Cunillera, al primer secretario del PSC, Miquel Iceta, y no muy lejos al exalcalde de Lleida Antoni Siurana y al exvicepresidente del Parlament Higini Clotas, entre otros socialistas, como también Maurici Lucena, el exportavoz del PSC, ahora presidente de Aena, que acaba de fichar a Duran como consejero. Círculo cerrado.

Sin embargo, no era un acto estrictamente socialista. Aparte de los incondicionales de Unió Democràtica, también en la primera fila estaba un tal Manuel Valls, que hace tiempo que dejó de serlo. De ser socialista y de ser educado, porque poniéndose él y su pareja en primera fila decidieron marcharse sin escuchar al anfitrión. ¿Y quién más? Enrique Lacalle, del PP de toda la vida, y los líderes patronales. Lógicamente Josep Sánchez Llibre, antes sufrido lugarteniente de Duran en Unió Democràtica y ahora flamante líder de Foment del Treball, y Joan Rosell, expresidente de la CEOE. Bueno y, por supuesto, la plana mayor del Grupo Godó.

Hubo una ausencia, la de Miquel Roca, que de hecho no era tal, si tenemos en cuenta que en la primera fila también se sentaba Maria Eugènia Cuenca, referente del roquismo en la CDC de sus buenos tiempos, pero era prácticamente la única convergente que había en la sala. Bueno, también estaba Pere Macias, pero ahora ya no cuenta como convergente, reconvertido en técnico especialista en proyectos imposibles como Rodalies Renfe a las órdenes del PSOE y antes con el tranvía de Colau. Y faltaron, significativamente, los apellidos históricos de Unió, Gispert, Carrasco o Vila d'Abadal.

Así que la lista de presentes y ausentes dibuja un retrato de lo que podríamos llamar en sentido figurado el nuevo partido de Duran i Lleida, que audazmente los socialistas intentan capitalizar y parece que lo van a conseguir. ¿Qué ideas hacen converger esta heterogeneidad de conservadores, democristianos, liberales y socialistas con las organizaciones patronales y La Vanguardia? Las desgranó el propio Duran i Lleida en su intervención y en su libro: "El independentismo ha colapsado la política en España" y "el problema lo tenemos que resolver en el seno de España". La frase más aplaudida de Duran fue: “El procés ha sido un fracaso colectivo que no nos ha llevado la independencia y nos puede hacer perder la autonomía".

Duran dice cosas que son ciertas, formula críticas a los dirigentes que lideraron el procés que se pueden discutir e incluso compartir, como el paso al lado de Artur Mas. También es legítimo que esté en contra de la independencia de Catalunya y ahora incluso de la autodeterminación, pero no es democráticamente honesto adoptar una posición supuestamente equidistante a base de repartir nueve de cada diez culpas a los débiles y una de cada diez a los poderosos. El establishment sufre la crisis política, pero nunca es ni actúa como un observador externo e imparcial. Han pasado muchas cosas en Catalunya y en España como para pasar de puntillas por la represión, la deriva autoritaria del Estado, los abusos de poder y la utilización política de los tribunales y las instituciones. Como advertía el obispo Desmond Tutu, la neutralidad no es una actitud aceptable en situaciones de injusticia