Esta semana es una semana diferente para muchos científicos, ya que se conceden los Premios Nobel. Cuando llegas a clase y ves las caras medio dormidas de los alumnos, es gratificante explicarles que aquel tema que les parece especialmente aburrido o árido, resulta que es tan importante, que los científicos que empezaron a investigar y de los cuales explicamos sus resultados tienen un premio Nobel. No es que a los alumnos les interese mucho el glamour del premio, porque seguramente actrices y actores, cantantes, deportistas y mucha gente del mundo de la farándula de las redes (blogueros, instagramers...) son mucho más "glamurosos", tienen muchísimos más seguidores y ganan mucho más dinero que cualquier científico, pero tiene algo especial darse cuenta de que el prestigio que aporta un premio Nobel (al menos, en ciencia) sólo lo recibe alguien que ha aportado alguna cosa realmente importante a la sociedad (aunque la sociedad no lo sepa todavía, todo se tiene que decir). La mayoría de científicos premiados no sobresaldrían en medio de una multitud, y quizás no daríamos un duro por ellos, pero han pasado horas y horas estrujándose el cerebro, trabajando en temas que para la mayoría de mortales son esotéricos, generalmente en laboratorios no muy bien equipados, cuando todavía no eran famosos ni tenían mucho dinero para hacer investigación. Quizás por eso el resto de científicos los mira con respeto y, los alumnos, como héroes.

Hay que recordar que en el campo de la Física, hacía 55 años que ninguna mujer ganaba o compartía el Premio Nobel

En primer lugar, este año las mujeres estamos de enhorabuena. Los premios Nobel de este año en las disciplinas de ciencias experimentales –que me son más próximas– Física, Química y Medicina, han galardonado a dos mujeres. Esperamos que algún día no haya que remarcarlo tanto, pero hoy por hoy, hay que recordar que en el campo de la Física, hacía 55 años que ninguna mujer ganaba o compartía este premio. De hecho, la canadiense Donna Strickland, es la tercera mujer que nunca lo ha ganado y no es ni siquiera catedrática en la universidad donde trabaja, a pesar de los méritos sobrados. Una excepción que no suele pasar entre los ganadores masculinos de los premios Nobel. Pasa una cosa similar a Química, en la que Frances Arnold es la quinta ganadora de un premio en su disciplina. Las dos son un buen ejemplo para seguir para las nuevas generaciones de estudiantes femeninas que quieran dedicarse a la investigación científica (os recomiendo leer los enlaces adjuntos que llevan hacia el resumen divulgativo de sus contribuciones científicas).

En lugar de cuidar el cáncer por destrucción directa propusieron que se podía actuar sobre el sistema inmunitario del mismo paciente

Por otra parte, el premio Nobel de Fisiología o Medicina de este año recae en dos investigadores que, a pesar de hacer investigación básica sobre el sistema inmunitario, las aplicaciones de lo que descubrieron han revolucionado el tratamiento del cáncer, en particular de los cánceres más agresivos, como el melanoma. Su idea revolucionaria fue cambiar el paradigma. En lugar de cuidar el cáncer por destrucción directa con agentes físicos (radiación) o químicos (quimioterapia), estos científicos, de manera independiente, propusieron que se podía actuar sobre el sistema inmunitario del mismo paciente, activándolo de forma que fueran sus linfocitos los que buscaran, reconocieran y destruyeran las células. La inmunoterapia, la activación del sistema inmunitario del paciente para hacer frente al cáncer que sufre, ha venido para quedarse en todas sus variaciones. Me hace una particular ilusión hablar de este premio Nobel porque justamente en mi primer artículo para este periódico digital, escogí hablar de la inmunoterapia como tratamiento muy prometedor contra el cáncer. Siendo mi primer artículo de divulgación para lectores de todo tipo, no necesariamente acostumbrados a leer literatura científica, busqué un título que me pareció atractivo, "Harry Potter y las terapias anticáncer".

Por si no cliqueáis en el enlace, os hago cinco céntimos a continuación, en este artículo explicaba con un poco más de pausa el porqué de la inmunoterapia, y como esta activación del sistema inmunitario del paciente fue reconocido como el mejor avance terapéutico el año 2013 y 2015 por la revista Science, y como desde los 2011 hasta el 2017, se han ido aceptando varias aplicaciones de la inmunoterapia para el tratamiento de cánceres muy resistentes a los tratamientos convencionales. Para entender cómo funciona la inmunoterapia, os explicaba que las células tumorales agresivas se escapan de la vigilancia continua del sistema inmunitario poniéndose "una capa de invisibilidad", de forma que las células del cáncer pasan desapercibidas y pueden seguir creciendo descontroladamente, haciendo metástasis y comprometiendo la vida del paciente. ¿Cómo consiguen las células cancerosas esta "invisibilidad"? Pues lo hacen expresando una proteína inhibitoria, PD-L1, que desactiva la actividad de los linfocitos T que las destruirían. Esta proteína actúa sobre el receptor PD-1 de los linfocitos, como una clave en un broche, y apaga la función del linfocito T, como un interruptor. La inmunoterapia es una estrategia de tratamiento anticáncer que impide esta inhibición por parte de las células cancerosas y permite que los linfocitos T estén siempre activos y atentos. Hasta ahora, la mayoría de tratamientos de inmunoterapia en humanos han utilizado un anticuerpo específico, que impide que la clave entre en el broche. Y el éxito ha sido variado, porque cuando triunfa, triunfa de verdad, pero es cierto que no todos los pacientes responden igual.

Hay otras proteínas que controlan la actividad de los linfocitos T, nuestros vigilantes perpetuos del sistema inmunitario, por ejemplo CTLA-4. En este caso, también actúa como una clave en un broche, pero en un momento muy anterior de la activación del sistema inmunitario. Uno de los galardonados con el premio Nobel, fue el primero a proponer una posible inmunoterapia, y en los ensayos clínicos se usaba un anticuerpo por evitar que "el interruptor o freno" CTLA-4 inactivara la actividad de los linfocitos T. Pero la inmunoterapia contra CTLA-4 tiene efectos secundarios que pueden ser graves, ya que este tratamiento deja los linfocitos T permanentemente activos, podríamos decir que exacerbadamente activos y, entonces, no sólo destruyen las células cancerosas sino que también actúan contra las células sanas y causar una enfermedad autoinmune grave. Como veis, hay que ir con cuidado porque el sistema inmunitario es nuestra defensa, pero también puede ser nuestra destrucción. Se tiene que encontrar el difícil equilibrio.

Ahora ya sabemos que hay gente con cánceres muy graves y adelantados, incluso con metástasis (melanoma, cáncer de pulmón, carcinoma de Merkel...) que se pueden cuidar de forma definitiva o casi definitiva con inmunoterapia. Más todavía, se cree que combinando varios tratamientos dirigido, lo que se llama medicina oncológica de precisión, incluyendo la inmunoterapia, podremos cuidar la mayor parte de cánceres. Y por eso tenemos que estar contentos por el premio Nobel del 2018, porque sabemos que esta investigación básica de hace 20 años ha supuesto un paso de gigante revolucionario cabe al tratamiento y cura del cáncer, una enfermedad que todavía causa una elevada mortalidad a nuestra sociedad y que nos puede afectar a todos.