La política profesional (como manera de ganarte la vida, no en el sentido de "bien hecha") tiene el efecto en los mediocres de hacerles sentir que caminan a diez metros del suelo. De ese por el que pisamos el común de los mortales. 

La grandeza de cualquiera que ostente responsabilidad en cualquier sitio es, precisamente, la de mantener la capacidad de seguir pisando el suelo. Ahí es donde se ve la pasta de la que está hecho cada uno. 

No es a los políticos a los únicos que les pasa, ojo. Porque hay mucho "encargao", "jefe" o "heredero" que funciona de manera similar: mirando por encima del hombro a toda persona que no le suponga interés/beneficio. 

De mis tiempos de militancia política, recuerdo aquella frase: "Si quieres conocer a Manolito, dale un carguito". Era muy representativa de lo que sucedía en la vida de las organizaciones políticas: los partidos, plagados de gente que no mostraba mayor interés que figurar, "tener un cargo" y "salir en la foto", que no aportaba absolutamente una idea, ni una propuesta, ni un gesto medianamente reseñable —por bueno—, se organizaban (y veo que nada ha cambiado) en base a los trepas, los que hacían lo que hiciera falta para conseguir "colocarse". Evidentemente, cuando conocías los perfiles de aquellas personas te podías hacer una composición de lugar: normalmente sin oficio ni beneficios reseñables, o con situaciones que se verían mejoradas de manera notable (a nivel de ingresos económicos) si conseguían ubicar sus posaderas en algún tipo de silloncete. 

Para compensar esa terrible "balanza", están los que son todo lo contrario: gentes formadas, discretas, que siempre aportaban argumentos, análisis interesantes y que jamás querían ostentar cargo alguno, porque se daban por muy satisfechos con sus vidas profesionales. Porque precisamente evitaban ponerse "a tiro" de los trepas, que les consideraban rivales a los que abatir. 

Ese son el tipo de guerras intestinas que se dan en la mayoría de las organizaciones que amasan el poder. Es siempre lo mismo. Y se perpetúan por la "ley de hierro de la oligarquía". 

Por todo este tipo de comportamientos, tenemos la política que tenemos, tenemos los dirigentes políticos que tenemos y, en definitiva, tenemos a supuestos representantes de la ciudadanía que únicamente se preocupan por hacer su papel

Los tontos útiles que vienen siendo, dan mucho juego, suelen servirle al partido para hacer todo aquello que cualquiera con un poquito de decencia, escrúpulos y ética no sería capaz de hacer. A veces, suelen tener premio y se pasarán la vida saltando de sillón en sillón generando "familias" y derrocando a los que abran mínimamente la boca. Conocía algunos y los hay más elegantes que otros. Pero, en definitiva, los partidos políticos suelen estar infectados hasta la médula de este tipo de "sicarios" que hacen irrespirable el ambiente. 

Son fundamentalmente la principal razón por la que la gente sana, la gente honesta, la que va a servir y no a servirse se termina marchando asqueada. Y por eso, al final, en muchos casos vemos que quienes tienen "mando en plaza" suelen ser personas cuyos comportamientos nos chirrían. 

Por todo este tipo de comportamientos, que se alimentan y se jalean en no pocas organizaciones, tenemos la política que tenemos. Tenemos los dirigentes políticos que tenemos y en definitiva, tenemos a supuestos representantes de la ciudadanía que únicamente se preocupan por hacer su papel, por cumplir su objetivo -que no es otro que mantenerse con sus nalgas pegadas a la silla y recibir sus ingresos mensuales en la cuenta bancaria-. Ingresos que obviamente no obtendrían si tuvieran que ganarse el pan como la mayoría de los mortales y jugando con reglas basadas en la ética y en los principios que deberían regir en una sociedad democráticamente avanzada. 

Con nuestros impuestos estamos pagando estos salarios, sus viviendas, sus desplazamientos (sus dietas), a gentes que, más allá de la ideología que dicen profesar, evidencian tener una falta de principios, de formación, de criterio que les hiciera merecedores de semejantes privilegios. 

Porque muy gustosa puedo ser contribuyente para sostener a políticos de distintas ideologías siempre y cuando se comporten con respeto hacia toda la ciudadanía. Que se trabajen con rigor los temas, que sus intervenciones sirvan de algo más que un zasca, un titular, un clic para beneficio de los medios que tan contentos están con esta mediocridad. 

La indignación que me produce el nulo nivel político queda lejos ya de la ideología. Muy lejos. Ya ni siquiera pido coherencia en base a unos estatutos, a unos idearios. Qué va. Eso a estas alturas me parece ya parte de los ideales que quedaron lejos. 

Solamente pido un mínimo de decencia, de rigor, de educación. Que para eso les pagamos. Que para eso se supone que tienen estatus de "señorías". 

Como ciudadana me gustaría que pisasen el suelo, que fueran humildes, que dejasen las poses cursis y los comportamientos pueriles. En definitiva, que dejen de tratarnos como si fuéramos gilipollas. 

Y especialmente, alguno debería ir más a Waterloo. Ya que estamos. A ver si durante el viaje le da por pensar en lo que significa tener un poquito de conciencia. Aunque seguramente el viaje sea corto, porque eso de ir varios metros sobre el suelo seguramente le haga moverse rápido.