Carta abierta

Sra. vicepresidenta del Gobierno Carmen Calvo,

Haciendo ostentación de su temple democrático y de su estima por la historia y las instituciones de Catalunya, en una entrevista en Canal Sur Radio, se ha quejado, de nuevo, del president de la Generalitat Quim Torra i Pla. Le parecen "alharacas" que, en el mensaje institucional de la Diada, considere que los jefes de estado y de gobierno tendrían que pedir perdón, en acto solemne, por el fusilamiento del president Companys, ahora hace 80 años. El president Torra lo fundamentaba en precedentes históricos y en un político sin el cual no se puede entender el siglo XX en Europa. Hans-Dietrich Genscher (que en 1990 recibió el premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional, entre otras cosas por su defensa de los derechos humanos) era "un maestro de la diplomacia" y un arquitecto clave de la Europa de hoy. Por muy lejos que uno esté —como es mi caso— de la ideología de quien fuera ministro de Asuntos Exteriores alemán, se le tiene que reconocer que sabía hacer política. Y lo demostraba. No como ahora. No como usted.

Haciendo ostentación de las "diferencias", no solamente ha querido dar lecciones al president de Catalunya, sino que también ha querido enmendar la plana al exministro de Asuntos Exteriores alemán. Usted dijo: "En democracia no se resuelven las cosas así (en actos solemnes de reconocimiento), porque eso no sirve de nada (...) se resuelven con la ley que llevaré al Consejo de Ministros el martes y donde consideraremos nulos los juicios y sentencias sin garantías juridicoprocesales (...) Eso es serio y propio de una democracia, y lo otro son alharacas". Y se ha quedado tan ancha después de hacer un poco de trilera, y descubrir América.

A Martín Villa, actualmente acusado por crímenes de lesa humanidad, lo condecoraron en la Carrera de San Jerónimo de Madrid el día antes de la ilegalización de juicios, consejos de guerra, de instrumentos de represión y muerte franquistas por el Parlament de Catalunya

Sra. vicepresidenta Calvo, déjeme que le diga dónde están las diferencias. Y que le demuestre que, en su caso, no es para estar demasiado orgullosa. Escuche: el 29 de junio del 2017 fue una jornada histórica en el Parlament de Catalunya. La presidenta del Parlament era Carme Forcadell. El del Govern, el president Carles Puigdemont. El pleno, por unanimidad, aprobó la ley de reparación jurídica de las víctimas del franquismo defendida por Montserrat Palau (JxSí) como relatora de la ponencia. Palau puso de manifiesto su agradecimiento a los grupos impulsores, pero de manera muy especial a las víctimas y a la Comisión de la Dignidad, dirigida por Josep Cruanyes i Tor, auténtico motor de la iniciativa. Con la ley se declaraban ilegales los juicios del franquismo practicados en Catalunya entre los años 1938 y 1978, se daba un paso pionero en políticas de reparación anulando los 63.961 consejos de guerra del franquismo por ilegales, y se autorizaba al Arxiu Nacional de Catalunya a elaborar un listado exhaustivo de todas las personas condenadas. Textualmente, se declaran ilegales los tribunales de la Auditoría de Guerra del Ejército de Ocupación, denominado posteriormente Auditoría de la IV Región Militar, que actuaron en Catalunya, por "ser contrarios a la ley y vulnerar las más elementales exigencias del derecho a un juicio justo". Se denunció la injusta muerte del president Companys y la del diputado de ERC Josep Fàbrega, entre otros, delante de familiares y amigos de los también condenados a muerte Salvador Puig Antich y Juan Paredes Manot Txiki.

No eran "alharacas". Era un acto solemne de reparación que dignificó el Parlament en una jornada que era un privilegio vivir. Pero usted, señora vicepresidenta, es de otra cultura política. La que en lugar de diplomacia utiliza "defensas" extensibles y proyectiles que vacían ojos. ¿Cree que exagero? No. Me quedo corta. Y le daré un ejemplo ignominioso que muestra lejanías y diferencias: el día antes del pleno del Parlament de Catalunya se celebraron en la cámara española los 40 años de las primeras elecciones después del franquismo. Por cuestiones que después se irán viendo más claras de corrupción indefendible, no fue invitado el exrey. Y se enfadó mucho. En cambio, sí que ocupaba un lugar de honor el exministro franquista Rodolfo Martín Villa, actualmente acusado por la jueza argentina María Servini por los hechos de Vitoria de 1977 y crímenes de lesa humanidad. A Martín Villa lo condecoraron en la Carrera de San Jerónimo de Madrid, en acto solemne, el día antes de la ilegalización de juicios, consejos de guerra, de instrumentos de represión y muerte franquistas en el Parlament de Catalunya.

En el Palau de la Ciutadella dijo Mireia Boya, cuando habló en nombre de la CUP-CC, que en nuestra república no habrá lugar para los crímenes de la dictadura, ni para Martín Villa, ni pensiones vitalicias para Billy el Niño. Y tiene razón: pero aquel día tendrá que durar años.