Ha llovido, y con fuerza, de hecho estaba bastante y bien anunciado, y a pesar del precedente de la DANA valenciana, de todavía no hace un año, el actual president de la Generalitat de Catalunya, Salvador Illa, se marchó el domingo a Madrid a la desfilada militar para arrodillarse ante el rey y conmemorar como es debido, según la españolidad rancia, el día de la Hispanidad. Incluso Carlos Mazón —el presidente valenciano, que nunca podrá arreglar lo que hizo— no fue; tampoco otros presidentes y presidentas, cuyas comunidades estaban en alerta, también, por el mal tiempo.
El desastre ha sido grande, con muchas y muchos afectados, aunque no nos lo parezca tanto porque en Valencia fue peor; y además, no sabemos cuándo se repetirá y en qué magnitud. E insisto, hay que estar tanto para uno o una, como para muchos y muchas; ¡y no conmovernos solo por las cifras escandalosas!
En este caso, no es porque las Terres de l’Ebre estén lejos de Barcelona, porque para Illa todos estamos demasiado lejos de España
Que Illa estuviera o no en Catalunya, no cambia nada de lo que ha pasado. No habría ahorrado ni una gota de barro ni una lágrima a los afectados, pero, al menos, estos habrían sabido que al president le preocupaba el aguacero que venía y las consecuencias que podía tener sobre la población. Sé que no consuela a los municipios afectados, pero, en este caso, no es porque las Terres de l'Ebre estén lejos de Barcelona, porque para Illa todos estamos demasiado lejos de España.
El actual president de Catalunya solo hace de masovero, y por eso observa —desarrolla diligentemente— las servidumbres hacia la capital. Incluso la vice primera secretaria del PSC, Lluïsa Moret, lo ha dejado bien claro ante las críticas por la ausencia de Illa a pesar de la alerta: el president Illa "siempre está donde debe estar". Y le tengo que dar la razón, con un matiz: está donde le conviene a él, no donde le conviene al país.
La presencia de Salvador Illa en el desfile de Madrid era más que prescindible para nuestro país, pero no para él. No podemos decir a estas alturas que no tengamos clara su línea, que es aún más a la derecha de la que sigue su propio partido. Aunque viendo el paseo de Gràcia de Barcelona este mediodía surcado de banderas españolas, me parece que ya no queda nada de catalán en el PSC.
Demasiada gente forma parte del colectivo de figuras tipo Loquillo; pero claro, Salvador Illa, como es president, me parece mucho más grave. Loquillo ha hecho fama y fortuna en Madrid, al menos últimamente, gracias a ir en contra de Catalunya y las y los catalanes. Siempre dice que se le ha tratado mal, pero para mí que puede que le pasen dos cosas diferentes; ninguna de ellas, a mis ojos, demasiado buena. La primera es que no quiere que los españoles lo confundan con un independentista o sencillamente con un catalán, y de ahí la necesidad de hacerse perdonar por ser catalán o haber crecido en Catalunya, o incluso por haber hablado alguna vez catalán. Esta última, una de las cosas más feas que hay, pudiendo hablar el magnífico castellano al que ahora llamamos español.
La otra, en el caso del ascenso social, del éxito, en España, hay que contemplar esta vía de hacer bandera de la catalanofobia —que no se clasifica así— como otro tipo de palanca social; te da ministerios, te da programas de tele, te hace llenar estadios... Todo esto independientemente de tus capacidades o aptitudes —quiero decir de su existencia o calidad—, y es especialmente bueno para impulsar carreras, más aún si estas van de bajada o no tienen posibilidad de llegar a la cima.