Aunque el lenguaje parlamentario ha cambiado mucho en España, en cualquier parlamento del mundo, que un grupo parlamentario se dirija al presidente del gobierno tildándole de cínico —que actúa con falsedad o desvergüenza descarada— e hipócrita —alguien que finge cualidades, sentimientos o intenciones que no tiene, mostrando una fachada falsa para engañar o manipular— sería más que suficiente para que se entendiera que se ha llegado a un punto de no retorno en las relaciones. Si además se añade, solemnemente, como ha hecho este miércoles Míriam Nogueras en el Congreso de los Diputados, que la relación se ha acabado, poco más habría que añadir. Siendo así, ¿qué sucede para que el gobierno socialista siga actuando como si tal cosa en sus relaciones con Junts per Catalunya y ponga árnica y la otra mejilla para rebajar la tensión y le pida espíritu de acuerdo? ¿Qué más tiene que hacer Junts para que sea creíble a ojos de la opinión pública española, pero, sobre todo, de la catalana?

La maquinaria propagandística de Pedro Sánchez juega la única baza que tiene: todo lo roto siempre se puede recomponer. Y la primera lección del manual de resistencia es no dar nada por imposible, trasladar a la opinión pública que todo tiene un punto de escenografía y que ya veremos. Porque asumir lo contrario te sitúa inexorablemente en que la siguiente pantalla tiene que ser la convocatoria de elecciones españolas, ya que no cuentas con mayoría parlamentaria para sacar proyectos adelante. De ahí que el gobierno hable de presentar el techo de gasto o incluso de que esta vez sí que presentará los presupuestos generales del Estado de 2026, a diferencia de lo que hizo con los de 2024 y 2025. Si no se sale de esta pantalla, no podrá, evidentemente, recuperar todo el listado de incumplimientos que tiene en uno de los cajones de la mesa de su despacho, pero tendrá opciones de remover el tablero si el Tribunal Constitucional levanta la orden de detención que pesa sobre el president Carles Puigdemont a instancias del Tribunal Supremo. De ahí que los socialistas hayan puesto todas las velas a san Cándido [por Cándido Conde Pumpido] y escuche con más atención e interés que nunca los mensajes que hace llegar el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero.

¿Qué más tiene que hacer Junts para que la ruptura sea creíble a ojos de la opinión pública española, pero, sobre todo, de la catalana?

Si eso no sucede, el PSOE y Pedro Sánchez va a seguir esquivando la pregunta de Junts sobre como piensa gobernar sin mayoría parlamentaria. Ante este bloqueo evidente, Junts tendrá que dar pasos, algunos en el terreno parlamentario y otros en el político. En el parlamentario, solo puede pasar porque presente iniciativas legislativas acordes con su programa electoral para hacer evidente que se puede legislar contra el gobierno. Serían temas económicos, fiscales, energéticos, de seguridad y de vivienda. Si con una cierta periodicidad se impone en el Congreso una agenda contraria al gobierno, a partir de proposiciones de ley encabezadas por Junts y con el apoyo de PP y Vox, generaría una situación insólita en un parlamento democrático. El camino de Junts para transitar con estas iniciativas es estrecho, ya que se tiene que visualizar muy bien cuál es el interés real de todo ello para Catalunya y también para su base electoral independentista. El hecho de que Sánchez no haya cumplido tampoco es un cheque en blanco para el partido de Puigdemont.

Pero además de las iniciativas legislativas están las políticas. ¿Va a pedir Junts per Catalunya elecciones en España? ¿En qué momento lo va a hacer? Esta es una carta que Junts aún se guarda en el bolsillo y que si las cosas siguen así tendrá la tentación de sacar en algún momento. Lo cierto es que, puertas a dentro, el malestar de Junts con el PSOE ha ido escalando desde el aviso inicial al Gobierno de que se estaba acabando la hora para cumplir y el inicio oficial de la ruptura. Los puentes, seguramente, aún existen, pero el diálogo es inexistente y los cantos de sirena del siempre poderoso complejo de la Moncloa no han tenido respuesta alguna ni por parte de aquellos que siempre, incluso en los peores momentos, han mantenido un hilo por el que poder enviarse mensajes.