El Range Rover eléctrico ha debutado en el Festival de Velocidad de Goodwood, y su presentación ha dejado claro que el objetivo de la marca no pasa por competir en cifras de rendimiento. A pesar de tratarse de un modelo completamente nuevo y esperado, Land Rover ha optado por priorizar el confort, el refinamiento y la experiencia de conducción sobre cualquier ambición deportiva. En palabras de usuarios y entusiastas en redes sociales y foros, “tiene mucho lujo, pero le falta potencia”, una frase que sintetiza bien las sensaciones generadas por este prototipo.

El vehículo, aún en fase de desarrollo y con carrocería camuflada, ha renunciado a subir la colina de Goodwood, un gesto que no ha pasado desapercibido en un entorno donde el rendimiento suele ocupar el primer plano. Lo destacable en este caso es que el Range Rover eléctrico busca consolidar su identidad tradicional como SUV de alta gama, con enfoque off‑road y elevado nivel de sofisticación, sin buscar medirse con los eléctricos de corte deportivo.

 

Dotado de una batería de 117 kWh y tecnología de 800 V, el modelo promete una autonomía cercana a los 500 km y tiempos de recarga competitivos, aunque sin datos aún verificados en condiciones reales. El retraso acumulado en su desarrollo, de más de seis meses, aleja su llegada al mercado probablemente hasta finales de 2025, dejando atrás la previsión inicial de comercialización en 2024.

Cabe destacar que el peso total del vehículo se sitúa por encima de las variantes híbridas enchufables, con una diferencia de unos 100 kg atribuible al paquete de baterías montado entre ejes. Este incremento de masa afecta a las prestaciones y justifica en parte la falta de ambiciones dinámicas en esta primera etapa.

Un eléctrico para mantener el ADN Range Rover

El planteamiento del modelo eléctrico conserva todos los elementos esenciales del Range Rover clásico. Modos de tracción avanzados, un chasis afinado para ofrecer suavidad sobre cualquier superficie y un aislamiento acústico sobresaliente refuerzan su carácter de vehículo de representación con capacidades todoterreno reales. No es ningún secreto que Land Rover ha decidido no competir en el terreno del rendimiento extremo, sino preservar su esencia incluso en la era eléctrica.

En el interior, se mantiene la configuración de cinco plazas, descartando por completo una versión de siete. El nivel de lujo es elevado, con materiales nobles y un diseño continuista. Por otro lado, no se ha incorporado un maletero frontal, algo que sorprende dado el tipo de arquitectura y espacio disponible.

Llama especialmente la atención la falta de cifras concretas sobre la potencia o aceleración. Se menciona una entrega superior a los 500 CV, pero sin confirmación oficial sobre el rendimiento final. Esta omisión refuerza la idea de que el modelo no busca impresionar con datos, sino con una experiencia de conducción serena, cómoda y exclusiva.

La estrategia queda clara: el Range Rover eléctrico quiere ser fiel a su legado, sin dejarse arrastrar por la guerra de cifras que domina el mercado de los SUV eléctricos de lujo. Una propuesta más conservadora que radical, que apuesta por evolucionar sin romper con lo que ha definido históricamente al modelo.