Mazda ha generado una notable polémica con la incorporación de una nueva pantalla central de gran formato en el CX-5, eliminando casi por completo los controles físicos del salpicadero. Esta decisión supone un giro importante en la estrategia de diseño interior de la marca, que hasta ahora había apostado por una interfaz mixta, combinando botones y mandos físicos con tecnología digital. Con esta actualización, el CX-5 se adentra de lleno en un enfoque centrado en el minimalismo visual y la interacción táctil.

La nueva pantalla aglutina funciones clave como la climatización, el sistema de infoentretenimiento, la navegación o el ajuste de parámetros del vehículo. La supresión de mandos físicos ha generado reacciones encontradas entre los usuarios más habituales de la marca, acostumbrados a una experiencia de uso basada en la inmediatez y la facilidad de uso. Mazda sostiene que el cambio responde a una evolución natural en el diseño interior de sus modelos, impulsada por las expectativas de una clientela cada vez más habituada a las pantallas y al control por voz.

 

Lo destacable en este caso es la firmeza con la que la marca defiende esta nueva interfaz, a pesar de las críticas recibidas. La implementación de un asistente de voz más preciso, sumado a los controles multifunción en el volante, pretende compensar la desaparición de accesos directos físicos. Según Mazda, el objetivo es lograr una interacción más intuitiva y segura, minimizando la distracción al volante mediante soluciones tecnológicas adaptadas a los nuevos hábitos de uso.

Llama especialmente la atención el contraste entre la filosofía clásica de Mazda y esta nueva apuesta por el control digital total. Mientras en generaciones anteriores del CX-5 primaba la ergonomía física, ahora el protagonismo recae en una pantalla que concentra prácticamente toda la operativa del habitáculo.

Un interior más limpio, pero no exento de críticas

A nivel funcional, la pantalla de gran tamaño ofrece una visualización clara y ordenada de los menús, mejorando la experiencia gráfica del sistema. Sin embargo, su uso en marcha puede suponer una mayor exigencia visual, ya que requiere mayor precisión al interactuar con los controles táctiles. Este cambio implica una fase de adaptación para quienes venían utilizando el modelo anterior, especialmente en tareas como ajustar la climatización o activar funciones básicas sin apartar la vista de la carretera.

 

Por otro lado, Mazda sigue apostando por un lenguaje de diseño sobrio y limpio, donde la ausencia de botones contribuye a una estética interior más moderna y depurada. La estrategia de digitalización del habitáculo ya ha sido aplicada en otros modelos de la marca, lo que confirma la voluntad de consolidar un nuevo estándar de interfaz centrado en la pantalla, el reconocimiento de voz y el control gestual indirecto.

En este contexto, el nuevo CX-5 representa un punto de inflexión en la gama, marcando una ruptura con el enfoque tradicional. No es ningún secreto que esta transformación puede polarizar opiniones, pero también refleja una tendencia creciente en la industria: la progresiva desaparición del botón físico como eje central del manejo interior. Mazda ha optado por liderar ese cambio dentro de su segmento, asumiendo el riesgo que conlleva modificar una fórmula que había demostrado gran aceptación.