La rivalidad entre China y Japón ha entrado en un nuevo punto de ebullición, pero esta vez el origen no es una disputa territorial ni un episodio puntual de espionaje: es Taiwán. La isla, que Pekín considera parte de su territorio, se ha convertido en el centro de una crisis acelerada después de que la primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, advirtiera que un ataque chino a Taiwán sería una “amenaza existencialpara Japón y podría activar una “situación que amenace la supervivencia” de Japón, abriendo la puerta a una intervención militar. Para China, estas palabras constituyen una “injerencia flagrante” en un asunto que considera estrictamente interno.

Las relaciones entre Pekín y Tokio ya arrastraban décadas de recelos —desde las heridas de la Segunda Guerra Mundial hasta las tensiones por el control de las islas Diaoyu/Senkaku— pero la crisis actual es una de las más graves de los últimos años. Taiwán, tradicionalmente un tema delicado en la agenda de China, ha pasado por primera vez “al primer plano” de las relaciones entre los dos gigantes asiáticos.

Explosión diplomática y palabras incendiarias

La reacción de China fue inmediata y contundente. Aparte de presentar una protesta formal, Pekín dejó claro que cualquier intervención nipona tendría consecuencias. El gobierno chino, a través de su Ministerio de Defensa, alertó que si Japón actúa “pagará un precio doloroso” y sufrirá “derrota militar implacable”.

La situación se tensó aún más cuando el cónsul chino en Osaka, Xue Jian, publicó un mensaje explosivo en las redes donde describió las palabras de Takaichi como “un camino de muerte que solo algunos políticos estúpidos en Japón elegirían” y llegó a escribir: “solo necesitamos cortarles estas cabezas sucias”. La publicación fue borrada posteriormente, pero Tokio la calificó de “extremadamente inapropiada”.

Represalias económicas y golpe al turismo japonés

La escalada no se ha quedado solo en palabras. China ha anunciado la suspensión de las importaciones de marisco japonés, justo cuando el mercado chino comenzaba a reabrirse tras el veto impuesto en 2023 por los vertidos de agua tratada de Fukushima. Paralelamente, ha recomendado a sus ciudadanos que “eviten viajar a Japón en un futuro próximo”. El resultado ha sido inmediato y ya ha habido cerca de medio millón de cancelaciones de vuelos y una frenada brusca del turismo chino. También se han cancelado estrenos de cine japonés y se han emitido advertencias a estudiantes chinos que planeaban viajar a Japón.

Movimientos militares que aumentan la presión

Sobre el terreno, China ha iniciado maniobras con fuego real en el mar Amarillo y ha incrementado la presencia de su Guardia Costera en las islas Diaoyu/Senkaku. Además, un enviado del Ministerio de Exteriores japonés viajó esta semana a Pekín para intentar frenar la escalada, pero la visita no aportó ningún resultado positivo. Además, el primer ministro Li Qiang no se reunirá con líderes japoneses en el G-20.

¿Y ahora qué? Posibles escenarios

Los expertos dan por hecho que China puede aplicar nuevas represalias, como poner empresas japonesas en lista negra o frenar la cooperación económica y diplomática. A pesar de la escalada, es probable que Pekín busque rebajar la tensión una vez haya dejado claro su malestar. La cuestión es cuánto tiempo mantendrá la presión y hasta dónde está dispuesta a llegar. En Taiwán, mientras esto ocurre, el gobierno continúa preparándose para el peor escenario y ha distribuido un manual de supervivencia para la población. El presidente, Lai Ching-te, también ha querido dar apoyo a Japón tras el veto al marisco y ha compartido una foto comiendo sushi.

G6QOyZ5acAc8IxS
El presidente de Taiwán, Lai Ching-te, comiendo sushi en apoyo a Japón