Comida sopa ya no es tan popular como comida enraman o fideos chinos. Sea como sea, en muchos países y en especial, entre la gente joven, la costumbre de comida sopas se está perdiendo. Pero en Rusia, este plato caliente sigue ocupando un lugar central en la mesa. Tanto si se trata de una comida familiar como de una comida de trabajo, la sopa es casi un ritual cotidiano, una constante cultural que ha sobrevivido al paso de los siglos y a los cambios sociales. No es ninguna sorpresa, pues, que las sopas constituyan la parte más abundando del recetario tradicional ruso. ¿Sin embargo, de dónde viene esta devoción por las sopas?
Las sopas no son una simple receta. Hace falta mirar más allá de la simple receta y fijarse en las características únicas de las sopas rusas –hay que recordar que la URSS englobaba diferentes países y que, actualmente, todavía comparten esta predilección por las sopas–. A diferencia de las sopas europeas, donde a menudo se prioriza la intensidad del sabor, en Rusia históricamente el más valorado ha sido el contenido graso del caldo. No hablemos de una sopa cualquiera. Tanto en las típicas shchi (sopas con base de col) como en las pokhlyobki (sopas vegetales), un caldo rico en grasas era sinónimo de nutrición y energía, especialmente necesaria para soportar los largos inviernos del país.
Curiosamente, la palabra "sopa" (суп) no entró en el vocabulario ruso hasta el siglo XVIII, importada junto con recetas de sopas puré —una forma poco común hasta entonces en la cocina local, tal como destaca el The Moscow Times-. Así y todo, los ingredientes autóctonos como la col picada, las setas, chucrut (col fermentada), los pepinos en vinagre y otros vegetales en salmuera, siguen siendo los marcadores de autenticidad de una sopa genuinamente rusa.
Otro rasgo distintivo y casi innegociable: la crema agria (smetana). Sea borsch, solianka o cualquier otra variedad, una cucharada de crema agria en el plato es casi obligatoria, destaca el portal Russia Beyond. No solo aporta un toque de suavidad y acidez equilibrada, sino que también se ha convertido en un símbolo identitario de la manera rusa de entender este plato. Una sopa siempre es más que una sopa.
Una sopa soviética
Durante el periodo soviético, sorprendentemente, no hubo grandes rupturas con la tradición. Las recetas clásicas como el shchi, el borsch, la sopa de setas o la sopa con fideos se siguieron preparando como siempre. Sin embargo, continuó la tendencia iniciada al siglo XIX de modificar y evolucionar platos antiguos. Un buen ejemplo es la kalya, que con el tiempo se transformó en lo que hoy se conoce como rassólnik, especialmente popular en su versión Leningrado. Una de las novedades más significativas del periodo soviético fue la absorción rápida de sopas provenientes de las repúblicas de la Unión Soviética. Platos como el kharcho (cena picante georgiana con carne y nuevos), la chikhirtma (sopa de aves de corral con huevo) o la shurpa (sopa de origen centroasiático, rica en carne y especies) pasaron a formar parte del repertorio habitual en muchos hogares rusos, enriqueciendo todavía más la ya diversa tradición culinaria.
El verdadero motivo del consumo de sopas
Durante la época soviética, el consumo de sopas fue muy elevado por motivos culturales, sociales y prácticos que influyeron directamente en los hábitos alimentarios de la población. En este sentido, la economía ha sido un punto clave. Durante los años soviéticos, la vida cotidiana estaba marcada por el racionamiento y la escasez de algunos productos. Las sopas, en cambio, eran fáciles de preparar y no requerían ingredientes caros o difíciles de conseguir. Podían estar hechas con productos básicos como verduras, patatas, cereales y carne de bajo coste, como el pollo o el cerdo, que se podían estirar para alimentar a más personas.
Hay que tener en cuenta también el factor clima. En un contexto de temperaturas extremas en invierno, la sopa era un plato cálido que ayudaba a combatir el frío de las largas y extremas estaciones invernales. Además, las sopas a menudo estaban preparadas con ingredientes que proporcionaban una nutrición completa, como legumbres, cereales y grasas. El caldo rico en grasas era una fuente importante de calorías que mantenía a la gente vigorizada y satisfecha durante todo el día, una necesidad en un entorno a menudo duro y poco abundante. Aparte de eso, pero hay la herencia cultural y tradición: La tradición de consumir sopas fue muy arraigada a la cultura rusa, y durante el periodo soviético no se perdió, sino que se mantuvo e incluso se adaptó. La sopa no era solo una comida, sino también una parte de la vida cotidiana y de la unión familiar. La preparación y consumo de sopas como el borsch, el shchi y otros platos tradicionales representaban una conexión con el pasado y con la identidad cultural rusa, una manera de mantener las raíces a pesar de los cambios políticos y sociales. Además, las sopas eran a menudo servidas en comedores colectivos o durante las comidas comunitarias. En las fábricas, las escuelas o los campos militares, las sopas eran un elemento fundamental de un menú colectivo. Estas comidas también tenían una función social, favoreciendo la cohesión dentro de la comunidad. Así, la sopa se convirtió en un símbolo de la unidad y la solidaridad, valores muy importantes en la ideología soviética.