La tercera generación del Smart Electric Drive, producida entre 2012 y 2015, atraviesa una situación crítica que amenaza con dejar fuera de circulación a cientos de unidades. Este modelo, derivado del Smart 451 y equipado con un sistema de propulsión 100 % eléctrico, fue uno de los pioneros en movilidad urbana sin emisiones. Sin embargo, el paso del tiempo y la obsolescencia tecnológica han convergido en un problema estructural: la imposibilidad de sustituir su batería principal por falta de repuestos oficiales.

En su momento, este Smart eléctrico consiguió una notable implantación en ciudades europeas, especialmente en Alemania, donde aún circulan más de 3.000 unidades. El sistema de propulsión empleaba un paquete de baterías desarrollado por Li-Tec, fruto de una colaboración industrial que cesó su producción a finales de 2015. Desde entonces, la cadena de suministro quedó interrumpida y, con la llegada de la siguiente generación del modelo, se adoptaron celdas de otro fabricante completamente incompatibles con las anteriores.

 

Actualmente, cualquier fallo grave en la batería de alto voltaje o incluso en la de 12 V puede dejar el vehículo inmovilizado de forma definitiva. No es ningún secreto que, en el caso de los eléctricos, la batería es el componente más costoso y determinante de todo el sistema, y su sustitución resulta esencial para prolongar la vida útil del coche. Sin embargo, Mercedes no dispone ya de unidades de recambio, lo que imposibilita las reparaciones convencionales.

Un problema de suministro sin solución oficial

La ausencia total de baterías completas para este modelo supone que, ante una avería irreparable a nivel de celda, la única salida sea el desguace. En este sentido, la situación pone de relieve una debilidad recurrente en la industria del automóvil eléctrico: la dependencia de componentes de ciclo de vida corto y el riesgo de que queden obsoletos mucho antes que el resto del vehículo.

Algunos propietarios han encontrado una vía alternativa a través de empresas especializadas en reparación de baterías. Estos talleres son capaces de sustituir celdas individuales y restaurar la capacidad del conjunto, aunque este proceso requiere conocimientos avanzados y un trabajo minucioso para mantener la seguridad y la compatibilidad del sistema. No obstante, estas soluciones no están disponibles en todas las regiones y, en muchos casos, resultan económicamente inviables en comparación con el valor residual del coche.

Lo destacable en este caso es que el Smart Electric Drive, por lo demás, sigue siendo plenamente funcional y conserva su potencial como vehículo urbano eficiente. Sin embargo, la falta de un plan de soporte a largo plazo para componentes clave reduce drásticamente su vida útil, convirtiendo a un coche todavía operativo en un residuo prematuro. La situación plantea un desafío no solo para los propietarios, sino también para la reputación de las marcas que adoptaron la electrificación temprana sin prever un suministro de piezas acorde a la longevidad esperada de sus modelos.

Este episodio evidencia cómo la transición hacia la movilidad eléctrica no solo depende de avances tecnológicos o de incentivos regulatorios, sino también de la capacidad de garantizar soporte técnico y repuestos durante todo el ciclo de vida del vehículo. Sin esa garantía, incluso un producto innovador puede acabar siendo víctima de su propia obsolescencia.