La cumbre entre los Estados Unidos y Rusia en Alaska que han protagonizado los presidentes Donald Trump y Vladímir Putin ha tenido otro actor secundario que ha dejado una de las imágenes más mediáticas y llamativas del encuentro bilateral. El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov lució una camiseta blanca con las letras CCCP que son el acrónimo ruso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), evocando la gloriosa era soviética, que se disolvió en 1991 y que incluía en Ucrania entre muchas otras repúblicas. Lavrov fue captado a su llegada al hotel de Anchorage luciendo un chaleco de color azul oscuro encima de una camiseta blanca con grandes letras negras CCCP, una imagen que no pasó desapercibida horas antes del encuentro entre Trump y Putin y que rápidamente se viralizó a través de los medios de comunicación y las redes sociales. En Rusia, el gesto de Lavrov ha causado furor y la marca rusa que vende los jerséis como lo que lució el ministro ha agotado las existencias de esta prenda de ropa, según la televisión rusa RENO TV.

Se trata de una pieza estilo vintage de la marca rusa Selsovet, con sed en Cheliábinsk, especializada en ropa que reivindica la herencia soviética. Su precio está en torno a los 120 dólares y forma parte de una colección de esta marca que se inspira en la estética y los símbolos de la era soviética y que ha ganado popularidad por estas piezas de ropa que evocan esta época de la historia rusa. La creadora de la marca, Yekaterina Varlakova, señaló que para ella es "un gran honor y una alegría" que el jefe de la diplomacia rusa luciera el jersey con las siglas CCCP (URSS, en ruso).

Lavrov, un peso pesado de la diplomacia rusa durante varias décadas, que formaba parte de la delegación rusa en la cumbre de Alaska, no hizo declaraciones sobre su indumentaria a su llegada, pero envió al mundo un mensaje silencioso y explícito de reivindicación soviética que evoca los tiempos en los cuales los Estados Unidos y la URSS dominaban el mundo sin rivales en la Guerra Fría, una posición que duró hasta el desmantelamiento de la URSS, en los años noventa del pasado siglo, que tuvo como consecuencia la pérdida de influencia de la República Rusa en la geopolítica mundial, el que ahora quiere revertir al presidente Putin con sus políticas expansionistas que ha demostrado con la anexión de Crimea en el 2014 y la posterior invasión de Ucrania en febrero del 2022.

La URSS fue un Estado federal socialista que existió desde 1922 hasta su disolución en 1991, con Moscú como su capital y Rusia (República Socialista Federativa Soviética de Rusia) como la república mayor y dominante dentro de la unión. Este conjunto de repúblicas conformaba un territorio que abarcaba gran parte de Euroasia. Durante su existencia, la URSS fue una de las dos superpotencias mundiales al lado de los Estados Unidos, especialmente durante la Guerra Fría. Ucrania fue precisamente una de las 15 repúblicas socialistas soviéticas que formaban la URSS (CCCP), junto con Rusia, Bielorrusia, Armenia, Azerbaiyán, Georgia, Kazajistán, Kirguizstán, Letonia, Lituania, Moldavia, Estonia, Tayikistán, Turkmenistán, Uzbekistán.

No es ningún secreto que Vladímir Putin quiere recuperar para Rusia esta influencia que ha ido perdiendo fuerza, principalmente los Estados Unidos y China. Con la invasión de Ucrania y las sanciones internacionales impuestas desde 2022, Rusia se ha ido aislando progresivamente de Occidente, perdiendo lazos económicos, financieros, políticos y culturales con Europa y Norteamérica. Muchas empresas occidentales han abandonado Rusia y las inversiones extranjeras se han desplomado, lo cual limita su capacidad para actuar globalmente.

El proyecto URSS 2.0

Putin ya hace 25 años que está instalado en el poder en Rusia. Llegó como presidente interino el 31 de diciembre de 1999, cuando Borís Yeltsin anunció su renuncia, y posteriormente, fue elegido presidente en marzo de 2000 y asumió formalmente el cargo el 7 de mayo de 2000. El presidente ruso reconoció en el 2020 que la desintegración de la URSS fue "la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX", y en este tiempo ha desarrollado esta ambiciona estrategia geopolítica de recuperar la influencia perdida. Los expertos internacionales que han analizado la trayectoria política y el comportamiento del líder del Kremlin creen que Putin no quiere resucitar la Unión Soviética tal como existió, pero sí que busca restaurar un tipo de hegemonía rusa que recuerda en parte la influencia soviética en la región, adaptada a los desafíos y condiciones del siglo XXI. Es una estrategia híbrida de restauración de poder y prestigio en el contexto geopolítico actual que se enmarca en un ambicioso proyecto de restauración imperial que algunos denominan URSS 2.0. Este proyecto no intenta recrear el bloque|bloc soviético comunista original, sino combinar símbolos nacionalistas, revisionismo histórico y pragmatismo autoritario para restaurar la influencia rusa en el espacio postsoviético y reposicionar en Rusia como una potencia global. El gran temor de la comunidad internacional es que la ambición expansionista de Putin continúe después de Ucrania.