La relación entre Estados Unidos y Groenlandia, la isla ártica más grande del mundo y territorio autónomo dentro del Reino de Dinamarca, tiene raíces que se extienden más de un siglo atrás y es un hilo conductor de la política exterior norteamericana que combina ambiciones estratégicas, recursos naturales e intereses militares. Así pues, el interés norteamericano por Groenlandia se remonta al siglo XIX, cuando el secretario de Estado William Seward, tras la adquisición de Alaska en 1867, consideró la posibilidad de que Estados Unidos también controlaran Groenlandia e Islandia. Este interés inicial se basaba en factores geográficos y económicos: la proximidad de la isla al continente americano, sus amplias pesquerías y el potencial de sus recursos minerales.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Groenlandia se convirtió en un elemento clave de la estrategia aliada. Con Dinamarca ocupada por los nazis en 1940, el embajador danés en Washington, Henrik Kauffmann, actuó contra las instrucciones de Copenhague y firmó un acuerdo que otorgaba a Estados Unidos la defensa de la isla. A partir de ese momento, los norteamericanos establecieron bases aéreas en Kangerlussuaq y Narsarsuaq, que se convirtieron en puntos vitales para el tránsito y la asistencia de los aliados en Europa, tal como recuerda el portal de Visit Greenland. De hecho, en Narsarsuaq hay un museo y la colección incluye numerosas imágenes y objetos de la base operativa entre 1941 y 1958, así como una sección dedicada a los asentamientos nórdicos liderados por Erik el Rojo, que llegaron a Groenlandia hace más de mil años.
Groenlandia y el contexto de la Guerra Fría
La importancia de Groenlandia se intensificó inmediatamente después de la guerra, con la llegada de la Guerra Fría. En este contexto de confrontación con la Unión Soviética, los estrategas militares de los Estados Unidos consideraron la isla un baluarte indispensable para la defensa transatlántica. Esto llevó en 1946 a una oferta informal para comprar Groenlandia por 100 millones de dólares en oro, propuesta que Dinamarca rechazó varias veces, dando prioridad a la soberanía nacional sobre los incentivos económicos.
El elemento más duradero de la era de la Guerra Fría fue la construcción de la Thule Air Base en 1951, situada en la costa noroccidental de Groenlandia. Este enclave se convirtió en un punto clave de la red de defensa estadounidense, especialmente para los sistemas de radar de detección temprana y como plataforma para operaciones de reconocimiento y respuesta nuclear. En 2023, cambiaron el nombre de la base a Pituffik Space Base en honor al nombre inuit tradicional del lugar, aunque continúa siendo gestionada por Estados Unidos en el marco de la OTAN y en cooperación con Dinamarca.
¿Por qué hay presencia de EE.UU. en Groenlandia?
A lo largo de las décadas posteriores, el control de estas instalaciones se consolidó como una pieza central de la presencia militar norteamericana en el Ártico. Además, se ejecutaron proyectos como el famoso Proyecto Iceworm, una campaña militar secreta para establecer túneles y sistemas de misiles bajo el hielo que finalmente se abandonó debido a las dificultades técnicas, pero que ejemplifica el asentamiento militar profundo de Washington en la región.
A pesar de ello, Groenlandia no es un territorio deshabitado ni desvinculado. Su pueblo inuit y su cultura han existido durante milenios, y desde 1979 con el Home Rule y desde 2009 con el Self‑Government, Groenlandia ha conseguido un alto grado de autonomía en asuntos internos, reconociéndose como pueblo con derecho a determinar su futuro político.
Este complejo equilibrio entre soberanía local e intereses globales se ha vuelto a poner sobre la mesa en los últimos años. En 2019, la administración de Donald Trump volvió a hacer una oferta para comprar la isla, propuesta rechazada tanto por el gobierno danés como por el groenlandés con un mensaje claro: “Groenlandia no está a la venta”. El mismo 2024, Trump reafirmó la importancia estratégica de la isla para la seguridad nacional de los EE. UU., generando debate diplomático sobre soberanía, recursos y geopolítica en el Ártico. El 2025 no ha estado exento de polémica tampoco. De hecho, esta semana, Trump ha vuelto a mover ficha designando al gobernador de Luisiana, Jeff Landry, como enviado especial para la isla. Una decisión que vuelve a situar en el centro del debate internacional las aspiraciones norteamericanas. El objetivo declarado de la misión es convertir Groenlandia en parte de los Estados Unidos, según ha reconocido el propio Landry.
La historia del interés estadounidense en Groenlandia muestra una evolución que va desde intentos de adquisición territorial hasta una presencia militar consolidada y una nueva tensión geopolítica en la era del calentamiento global y la competencia ártica. En este escenario, Groenlandia se mantiene como un punto de encuentro entre la soberanía local y las grandes potencias, con la preservación de la identidad inuit y la autoría de su propia trayectoria histórica como elemento central de cualquier discusión futura.
