Si alguna cosa no se le puede negar a Hillary Clinton, es su larga experiencia política. Lleva toda una vida esperando este momento, en que puede hacer historia y convertirse en la primera mujer presidenta de los Estados Unidos. Una vida, sin embargo, que ha estado lejos de ser una historia de coser y cantar. Más bien al contrario. Hillary Clinton ha vivido una continua derrota que ha tenido que superar y lidiar hasta llegar aquí. A la batalla final.
Nació en Chicago el año 1947 y ya desde pequeña destacó en la escuela, siendo una alumna de excelente. Años más tarde, a principios de los 70, empezó a estudiar Derecho en la Universidad de Yale, donde conoció a su marido Bill Clinton. Se casaron el año 1975 y ella se trasladó a Arkansas, después de un tiempo en Washington, donde él se presentaba para gobernador. Ganó las primeras elecciones, pero perdió la reelección dos años después, aunque después volvió para casi diez años. Aquella derrota ya fue premonitoria. El camino no sería fácil.
En aquella época, se hacía llamar Hillary Rodham, por su apellido de soltera, y era una primera dama de Arkansas muy especial. Bajo un estilo hippie, con unas grandes gafas y manteniendo el apellido de soltera, no era exactamente el prototipo de primera dama de Arkansas y probablemente por eso su marido perdió el cargo en 1981. Después de eso, y lejos de rendirse, Hillary decidió cambiar su aspecto y adoptar también el apellido Clinton. Ahora se llama Hillary Rogham Clinton, pero tampoco así le fue más fácil.
Como primera dama de los Estados Unidos (de 1993-2000) decidió tener una figura tampoco muy ortodoxa. Lejos de limitarse 'a hacer galletas y servir té', la demócrata cogió relevancia en la esfera pública impulsando una reforma sanitaria. Su secretismo y hermetismo, sin embargo, la enfrentaron con la prensa en particular y con el país en general. Perdió aquel primer asalto y la reforma no fue aprobada.
No es el único asalto que tuvo que luchar y perder en aquella época. También tuvo que gestionar los escándalos sexuales de su marido. Después de salir a la luz que Bill Clinton había tenido una amante en Arkansas durante 12 años, y también que había estado con una becaria en su época en la Casa Blanca, su mujer le apoyó públicamente para evitar que acabaran con él. Con todas estas historias, sin embargo, su marido le estaba cerrando la puerta a la Casa Blanca. O cuanto menos, dificultándosela.
Sin tiempo para perder y con ganas de seguir luchando. La demócrata volvió al asalto presentándose como senadora por Nueva York, aquella vez sí que ganó.
Esperó al momento oportuno, y cuando creía que había llegado, en el 2008, se presentó como candidata presidencial a las primarias demócratas. Con lo que no contaba, sin embargo, era con que un joven negro y con poca experiencia la hiciera perder una vez más. Aquella vez su larga experiencia le jugó en contra, Clinton parecía más del establishment y se vio derrotada por los gritos de cambio del "Yes we can" de Barack Obama. El golpe fue duro, pero el cargo que le dio de secretaria de estado era un valor positivo para su currículum. La Primavera Árabe, sin embargo, empezó siendo un éxito, con la muerte de Gadafi, y después otra derrota.
Como también lo fue el escándalo de los correos enviados desde un servidor privado cuando era secretaria, y con información confidencial, que la ha acompañado y le ha complicado el camino hasta prácticamente el último día de campaña. El FBI decidió unas semanas antes de la Convención Nacional Demócrata del julio pasado no procesarla por el caso, aunque aseguraron que había sido "especialmente descuidada".
A poco menos de diez días para las elecciones, y cuando todas las encuestas daban por ganadora a Clinton, el FBI encontró nuevos correos y anunció que volvía a investigarlo. Otro palo para Hillary, en el peor momento. Las encuestas se desinflaron un poco y el miedo a un nuevo fracaso volvió. Este domingo, sin embargo, la investigación se volvió a cerrar. Justo la noticia que necesitaba Clinton, pero que nadie sabe a estas alturas si será suficiente.
Este martes Hillary Clinton volverá a luchar, ahora contra Trump. En lo que será, esta vez sí, la batalla definitiva. Hasta el miércoles, sin embargo, no sabremos si toda esta vida de esfuerzo ha valido la pena y puede dar, por fin, sus frutos convirtiéndola en la primera presidenta mujer de los Estados Unidos.