En su primer cara a cara en más de seis años, Donald Trump y Vladímir Putin protagonizaron varios momentos de complicidad que han levantado especulaciones en el ámbito internacional. Los dos líderes mantuvieron conversaciones sin intérprete tanto en la alfombra roja desplegada para recibir al presidente ruso como dentro de la limusina blindada norteamericana, conocida como La Bestia. Este trayecto en coche, en el que solo estaban presentes el conductor y los equipos de seguridad, ofreció un espacio poco habitual de privacidad para dos mandatarios acostumbrados a negociaciones bajo los focos. Del contenido de las conversaciones no ha trascendido nada, pero la imagen ha reabierto un viejo debate: ¿hasta qué punto Putin domina el inglés y hace uso en los contactos diplomáticos?

Cuando Putin llegó a la base militar de Anchorage, los periodistas le gritaron preguntas incómodas, como si pensaba "dejar de matar civiles". El líder ruso, lejos de responder, se señaló la oreja y se encogió de hombros, con un gesto que podía sugerir que no había captado bien la pregunta o que no quería entenderla. También hizo muecas cuando los medios le insistían con otras cuestiones. A pesar de estas escenas, el Kremlin ha dejado claro en varias ocasiones que Putin entendía perfectamente qué se decía en Alaska. Su portavoz, Dmitri Peskov, ya admitió en 2021 que el presidente ruso habla tan bien el inglés que "a veces incluso corrige los traductores", además de dominar el alemán.

"El inglés de Putin es mucho mejor de lo que deja entrever", ha asegurado a la cadena CBS el exembajador de Estados Unidos en Moscú, John Sullivan. Según su opinión, aunque el líder ruso prefiere comunicarse en alemán —una lengua que domina—, también es capaz de hablar suficiente inglés para mantener una conversación que Trump podría seguir sin problemas. Este detalle ha encendido las alarmas entre algunos analistas y detractores del Kremlin, que ven con recelo el hecho de que los dos líderes mantuvieran minutos de conversación privada en la parte posterior de La Bestia, sin intérpretes ni testigos. "Estoy convencida de que lo que realmente importa de esta cumbre es lo que Trump y Putin (cuyo nivel de inglés es suficiente) se dijeron en aquel rato solos", ha escrito la comentarista demócrata Julie Roginsky en la red social X, insinuando que el diálogo podría haber ido más allá de la cuestión ucraniana.

Sea como sea, Putin abandonó Alaska sin haber pronunciado ninguna palabra en inglés en público. En la rueda de prensa posterior, el dictador habló en ruso —el doble de tiempo que Trump— y proyectó una imagen de dominio escénico. El balance generalizado entre observadores internacionales claro está: el líder del Kremlin ha salido de la cumbre como el gran vencedor. No solo ha obtenido la foto simbólica con el apretón de manos a Trump —con alfombra roja incluida—, sino que, además, se ha ido sin hacer ninguna concesión tangible. Ni alto el fuego, ni acuerdo de paz parcial o total, ni siquiera un intercambio de prisioneros, un punto que en rondas de negociación anteriores había sido posible. Trump, en cambio, se ha quedado con las manos vacías.